La pared de cristal es como la noche, oscura y estrellada. Está habitada por pinturas, instalaciones, fotografías y esculturas que relucen en sus cromatismos, composiciones y formas por encima de un fondo enmudecido. Todas, se integran en la noción “arqueología del presente”, ideada por el artista visual Leo de Lázaro hace 15 años y, que ahora, en una nueva fase, aparece representada en las hechuras de artefactos de la modernidad como pantallas, plasmas, cámaras…, integrados en la obra creativa.


Leo ha dispuesto sus piezas sobre una pared negra y alargada, porque “encerrados en una pared de cristal —la de las tecnologías de la época de las amenazas virtuales—, los humanos plantan uno de sus límites invisibles: el de la incomunicación”, dice el artista.

A la entrada de El ojo del ciclón (en O’Reilly esquina Villegas, en La Habana Vieja), un estudio-galería de artes, del lado izquierdo, muy cerca de la calle, las obras de Leo en pequeño formato que conforman esta muestra “pilotan” entre barrotes de lo que fue un andamio, descansadas en la opacidad de su estrato. Y de acuerdo a los vaivenes de nuestra civilización, irá cambiando. Así lo piensa el creador.

Pero si ha de hablar de las que más le satisfacen, el artista menciona aquella en que la diadema o banda para la cabeza de unos auriculares conecta con dos caracoles y la del móvil-martillo, enmarcadas ambas y dispuestas sobre fondo blanco y rojo, respectivamente.

“Simbolizan la conexión existente entre la tecnología primitiva y la actual”. El hacha —añade— vista como elemento arqueológico, representa en la muestra la “fosilización” de objetos contemporáneos en su relampagueante obsolescencia. Porque, de acuerdo con su arqueología del presente, para Leo todo artefacto es histórico y otorga historicidad a cada momento.

Inaugurada por Argel Calcines, director de la revista Opus Habana, en la tarde del 6 de marzo reciente, cumpleaños 60 del artista, La pared de cristal recuerda al periodista la exposición Restauración de identidades.

“Fue en 2005, en la sede donde radicaba Eusebio Leal; él la visitó, yo la inauguré, igual que hice hoy. Entonces, como ahora, Leo de Lázaro jugó con ese empeño de convertir objetos actuales en desecho en evidencia histórica. Según él, incorporados a la obra artística cobran cierta permanencia con el paso del tiempo. Esta es una metáfora con la que Leo ha seguido documentando la ciudad a través de su arte; su arte que tiene grandes referencias, la de su padre, la de su madre; todos en la familia son artistas. “Pero también —y, sobre todo—, porque El ojo del ciclón se ha convertido en una especie de ambiente donde pasas a otra dimensión del tiempo y el espacio. Esta pared de cristal no es más que una pared de sentimientos con la que convive el creador, los poetas, los niños que juegan aquí, quienes vienen a bailar tango. 

“Es un proyecto que irradia hacia su entorno y que ha hecho que, en momentos difíciles —cuando tuve el reto de gestionar que se hiciera una tarja dedicada a Leal en el banco donde se sentaba el historiador a tomar fuerzas y a actuar con resiliencia— haya pensado enseguida en Leo de Lázaro, porque era él quien más se avenía con la poética del sitio.

“El artista asumió ese gran reto e hizo tan bien a Leal que las gafas originales que donó el hijo del historiador encajaron perfectamente en el rostro esculpido. Eso fue increíble, eso es tremendo. Y ahí está el espíritu de Leal, el de Emilio Roig, y está el espíritu que de alguna manera quedó reflejado en 2005 cuando el 12 de septiembre inauguramos Restauración de identidades”.

““El artista hizo tan bien a Leal que las gafas originales que donó el hijo del historiador encajaron perfectamente en el rostro esculpido.” Foto: de la autora.

 

 

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