Ana Hurtado - Original en Radio Miami Today y Cubadebate.


Habana, 23 abril de 2025

Querido Max:

Vivien, tu hija, te bautizó el hombre de las dos Habanas. Y no solo eres y has sido ese hombre; sino que eres el revolucionario de los dos mundos, el de aquí y el de allí. El del amor y el de la ciudad del odio.

He escrito varias veces sobre ti, pero esta, tengo un sentimiento contradictorio de tristeza y alegría; de saber que te has ido, pero que a la vez estás aquí. Que desde esta mañana tus restos y los de tu querida esposa Miriam reposan en el jardín Madre Teresa de Calcuta de la Basílica Menor del convento San Francisco de Asís, en La Habana Vieja, cerca de vuestro querido amigo e insignia de los corazones cubanos, el maestro Eusebio Leal Spengler.

Esta mañana te hubiese encantado vernos a todos congregados frente a ti y a Miriam.

Max, había tres fotos tuyas preciosas bajo el Cristo crucificado imponente de la Basílica. Una con Miriam, otra tuya solo de joven en blanco y negro y la tercera con tu amigo, Fidel. Había coronas de rosas blancas que te enviaron tu “primo” (como te gustaba llamarle y me contabas que lo era por parte materna) el Comandante del Ejército Rebelde José Ramón Machado Ventura. Estaban las del Presidente Miguel Díaz-Canel y el General de Ejército Raúl Castro Ruz. También la de la Oficina del Historiador y la del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos.

Vivien estaba en primera fija con su hijo, tu nieto. Tu sangre te trajo de vuelta y dignificó tu nombre.

Se habló bien de ti. Se nombró tu valentía. Tu dignidad y bravura.

Hubo héroes, ministros, personalidades, amigos.

Magda Resik abrió el acto. Tu amigo Lorenzo Gonzalo rindió homenaje a tu memoria. Pardo tenía los ojos aguados. Taladrid, al que tanto querías, no se lo perdió desde las últimas filas de la Basílica, en silencio. Fernando González mencionó una anécdota contigo en el 2009 cuando todavía estaban todos ellos presos.

Tras todas estas palabras en tu honor, fuimos al jardín y se depositaron tus restos y los de tu compañera en la tierra de tu tierra, de la que luego crecerá la hierba, y de ahí crecerás tú. Frente a Eusebio y su madre. Vuestros nombres se cubrieron de rosas blancas. Ya por fin estáis reunidos con vuestra hija Mirita.

Decía Lorenzo que quizás un día salíais Eusebio y tú a pasear por esa Habana que tanto habéis querido. No creo que eches de menos a la ciudad del odio. Tampoco creo que vuelva a pisarla un cubano de tu talla.

Vivien no puede ser más que una digna hija tuya.

No es esta una crónica al uso. Es la de una aprendiz de revolucionaria que tuvo la suerte de conocerte en tus últimos años. A la que ayudaste moralmente y le enseñaste lo que significa la moral como escudo. A la que le hablabas de Fidel, del Pico Turquino y de tus visitas a la Casa Potín cuando estabas recién casado.

Ya sé Max, que cuando necesite hablarte iré a La Habana Vieja y miraré tu nombre.

Podré hacerlo también públicamente en Radio Miami Today, que se queda en las mejores manos.

Max, el martiano y el fidelista, ¡estás en la tierra!

Parafraseando al Apóstol de Cuba, contigo solo puedo tener gratitud. Gratitud como esas flores que cubrían hoy el mármol con tu nombre. Un sentimiento que no se da en la altura; que mejor reverdece en la tierra buena de los humildes.

La Columna es un espacio de opinión personal y libre de las personas autoras y no necesariamente tiene por qué representar la de Cubainformación.

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