La invasión mercenaria del 17 de abril de 1961 por Bahía de Cochinos, organizada y financiada por la CIA con la ilusión de derrocar a la Revolución cubana, se convirtió a solo 66 horas del desembarco en su gran fracaso, derrota que pasados 62 años mantiene abierta la herida en el ego del gobierno yanqui y sus lacayos de Miami, razón por la que su odio hacia el verdadero vencedor, el pueblo cubano, no disminuye.

Una década atrás nadie podría imaginar que muchos países del mundo pudieran enfrentarse a Estados Unidos, por su injerencia en los asuntos internos de otros, pero en la actualidad la situación ha cambiado.

Todas las acciones de Estados Unidos contra Cuba pretenden exterminar por hambre y necesidades al pueblo, no al gobierno. Es el pueblo quien sufre cada una de las medidas de guerra económica que aplican los yanquis, lo que resulta una total violación de los derechos humanos y que el mundo rechaza anualmente en la votación de la ONU, aunque no actúa para condenar al régimen yanqui, ni se toman medidas para obligarlo a cesar en su cruel empeño.

El supuesto “paraíso encantado”, del que tanto presumen los yanquis, está en una seria crisis al ponerse de manifiesto las debilidades de su sistema de las cuales no hablan, ni le fabrican campañas mediáticas para demostrar los problemas de su sociedad, pero que la propia vida se encarga de evidenciar, ante la paulatina depauperación del llamado “American way of life”, vendido al mundo como el mejor.

Estados Unidos, frustrado al no poder impedir el triunfo de la Revolución cubana, en el año 1959 conformó su estrategia para demonizarla, para lo cual no hay límites en el dinero gastado con tal de que el mundo se crea sus mentiras.

La quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) y seguidamente la del Signature Bank, pudieran tener graves consecuencias en la economía del régimen estadounidense, aunque para evitar el pánico el mismo presidente Joe Biden, aseguró a la población que había estabilidad en el sistema bancario de la nación, minimizando los problemas ocurridos en ese sector.

Han transcurrido 64 años del triunfo de la Revolución cubana, que Estados Unidos no pudo impedir, y el odio que sienten no se acaba, se multiplica cada vez más, con el marcado deseo de derrocar el proceso socialista, algo que no han podido lograr.