Ha transcurrido una década y media desde la primera vez que entrevisté al Profesor Vicente Berovides Álvarez. La revista Juventud Técnica (JT) preparaba entonces un número especial dedicado al aniversario 200 del nacimiento de Charles Darwin y a los 150 años de la publicación de su libro La teoría de la evolución de las especies.

El 28 de abril de 2022, pocos días después de llegar a Beirut, Leslie Alonso y Yodeni Masó, corresponsales de Prensa Latina (PL) en la nación árabe, escribían esta crónica:

La señal que indica la entrada a la sede del canal televisivo panárabe Al Mayadeen, en Beirut, Líbano, tiene forma de flecha y apunta a la diestra. El aviso encierra un mensaje, en árabe y en inglés: “A doscientos treinta y dos kilómetros del lugar se halla Al Quds” (Jerusalén), ciudad sagrada del islam.

Fue en los primeros meses de 2018 cuando comencé a hacer estas entrevistas. El propósito inicial fue la realización de 20 audiovisuales televisivos que “atraparan” en pocos minutos las esencias de la vida de igual cantidad de colegas que ostentan el Premio Nacional José Martí por la Obra de la Vida, sobre los cuales poco conoce el público general, a diferencia de lo que ocurre con protagonistas de otros ámbitos de la actividad humana como la cultura y el deporte.

Continuar pensando que la demencia es cosa de la edad, natural e inevitable, es un error. Pero el malentendido no solo persiste entre la población en general, sino también entre un 62 por ciento de los trabajadores de la salud.

La emergencia de la tecnociencia está situada en la década de los 80, en Estados Unidos, en un contexto en el que la convergencia progresiva entre ciencia y tecnología se vio agudizada por el surgimiento, desarrollo y expansión de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs), sistema que mediatizó cada vez más la investigación científica. Su precedente fue el fracaso estadounidense en la guerra de Vietnam y la amplia contestación social que se suscitó en esa nación, y en la propia Europa, contra la macrociencia o Big Science militarizada.

En su estudio de la barriada del Cerro, donde vivíamos, la cera hirviente penetraba los resquicios de pequeños moldes de yeso con figuras en negativo. De la sustancia fundible salían más tarde rostros en miniatura, antes esculpidos por un pulso seguro y la ayuda de finos palillos y herramientas dentales puestas a disposición del arte del modelado.