Por Lázaro Fariñas*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Hace varias semanas, empecé a ver una nueva serie televisiva en la cual se explica, con bastante certeza, la relación que existía entre escoceses e ingleses en 1743. Es un drama bastante entretenido acerca de una enfermera de guerra inglesa quien, a raíz del final de la Segunda Guerra Mundial, mientras paseaba con su esposo por los campos de Escocia, tocó una piedra que tenía ciertas características místico-religiosas y sin saber cómo, desapareció de su realidad y apareció, en el mismo lugar geográfico, pero doscientos años atrás. La mujer en cuestión es llevada al castillo de uno de los clanes que en Escocia existían y en donde, al principio, sospechaban que era una espía inglesa. Era la época en que hacía solo unos años que Escocia e Inglaterra se habían fundido en un solo reino, después de numerosos conflictos entre ambos. Para los ingleses de aquellos tiempos, según la serie de televisión y también la historia, los escoceses eran poco menos que unos salvajes. Para los ojos de los anglosajones, aquel pueblo no tenía cultura alguna y más que unirse con ellos, en realidad consideraban que los habían anexado. Fue en 1707 que, después de una interminable cadena de guerras, el parlamento escocés se disolvió para unirse definitivamente al parlamento inglés y los reyes de Inglaterra empezaron a reinar sobre Escocia.