Carlos González Penalva.- Las revoluciones populares no son una empresa fácil, son duras, llenas de adversidades y con una oposición irreconciliable. El caso argentino corre riesgo de servir de base para su extensión a otros países de la región como Chile, fruto de una dirección política enajenada de las realidades vitales de las y los ciudadanos que dicen representar y de las clases populares en particular, sin más horizonte de que el de la pobreza extrema y, en muchas ocasiones, de una izquierda cuyo único capital político es la apelación a una ultraderechaoriginándoseuna suerte de antagonismo simbiótico que se retroalimenta, y una ciudadanía harta de no disponer de otro horizonte que el de la extrema necesesidad y la precariedad, dispuesta a optar por cualquier alternativa ante una neo-izquierda incapaz de dar soluciones reales a su puebloy un conglomerado de medios de comunicación dispuestos a dar soportea los nuevos liderazgos de la derechita punk. Los revolucionarios no rendimos, ni entregamos banderas. Esta es la revolución y sigue siendo joven. Esta es nuestra revolución.