Por
Lázaro Fariñas*/Foto Virgilio Ponce -
Martianos-
Hermes-
Cubainformación.- Cuando yo era un muchachito de ocho o nueve años, por lo menos un día sí y el otro no, tenía una pelea con otro muchachito de la misma edad. No era que me gustara pelear, pero la costumbre en aquella época era que los varoncitos se pelearan entre sí, solamente para demostrar que no tenían miedo. Incluso, la mayor parte de esas broquitas eran entre amigos o conocidos. Recuerdo que a veces, en medio de una discusión sin importancia, alguien trazaba una raya en el piso y decía que, el que la tocara, estaba insultando a su madre, aunque no era exactamente la palabra que utilizábamos, y que, por no ofender a los lectores de esta columna, no digo. Aquello, más que una muestra de valor, era un verdadero reto que nos hacíamos a nosotros mismos, ya que, por supuesto, no iba a faltar alguien entre los reunidos que, con la testosterona brotando por todos los poros de la piel, decidiera pisar la raya para tener la oportunidad de intercambiar unos cuantos golpes. Son recuerdos de la niñez que nos vienen a la mente ahora, tantos años después.