Por Lázaro Fariñas*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Durante mis últimos años de mi vida laboral, todas las mañanas veía llegar a los niños entrar felices a las diferentes escuelas donde yo trabajaba como oficial administrativo de las mismas. Llegaba muy temprano a mi oficina, más o menos dos horas antes de que el bullicio se apoderara de los pasillos del edificio de la escuela. La inocencia de los niños y niñas inundaban el ambiente, mientras estos llegaban a las aulas donde, tranquilamente, los esperaban sus maestras para comenzar el día escolar. En algunas ocasiones, dejaba mi escritorio para ayudar a los que los recibían en las puertas ya que me gustaba verlos llegar con la alegría típica de alguien que apenas comienza su camino en la vida real. Se reían y jugaban entre ellos creando un aire de felicidad en todos los rincones de aquellas edificaciones, contagiando a los adultos que los cuidaban, envolviéndolos en sus deseos de vivir alegremente. Daban los primeros pasos para adentrarse en la sociedad, sin tener ni la menor idea de lo que les podía deparar el porvenir.