A veces se le queda dentro a uno eso, dentro, y poco a poco vas dejando de ver, se contiene al fuego despierto que arreciaba hasta un momento antes, y es que ésta batalla la hemos ganado, y te cubre la nube, los ojos, y ya no ves. Descansa el corazón en el signo, en la señal de cambio, y aun y viéndolo cual símbolo de tanto apasionado esfuerzo de miles de millones, ese hombre que agachado en un tétrico rincón de un minúsculo cuadrado, prisionero bajo tierra, sin el pan de la palabra y la caricia, en la torturante inspiración de lo heraldos negros que manda la muerte, que decía Vallejo, pero se terminó, ... ahora el hombre puede oír la fuerza que ha abierto la muralla: el poeta Cesar Vallejo en su poema titulado “Masa” lo dijo así: “Al fin de la batalla, / y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre / y le dijo: “No mueras, te amo tanto”. Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo. / Se le acercaron dos y repitiéronle: / “¡No nos dejes!, ¡valor!, ¡vuelve a la vida!” / Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo / Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil / clamando “Tanto amor y no poder hacer nada contra la muerte” / Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. / Entonces todos los hombres de la tierra / le rodearon, les vio el cadáver triste, emocionado; / incorporóse lentamente, / abrazó al primer hombre, echóse a andar.”