—Las respuestas, ¡al fin¡ Las he escrito poco a poco, pero se me iba olvidando…
No hay sarcasmo, ni apología en la voz que llega por el teléfono. Es la de Enrique Ojito Linares: Un guajiro de La Sierpe, que de niño disfrutó ver cómo sobrevolaban la naciente comunidad aquellos aviones de panzas amarillentas, camino a los arrozales del Sur del Jíbaro”. Y que, a la vista de otros, pudiera tener miles de defectos; “pero no creo que me señalen por ingrato”.