El periodismo cultural, la crítica encauzada hacia la música, los espectáculos y los audiovisuales (no el cine)— es la silla desde donde respira Pedro de la Hoz González para el ejercicio de su oficio. Le alienta una tradición nacional distanciada de la farándula, lo banal, lo propagandístico o lo efímero y es adepto a la estética responsable y a una ética sólida.