Fui un lector prematuro; un día mi madre descubrió que leía el periódico con cuatro años, sin haber ido a la escuela. Con siete años devoraba literalmente los textos de Julio Verne, Emilio Salgari y Jack London. Una vecina puso en mis manos una biblia infantil ilustrada, … era un Cristo revolucionario, a quien aquella anciana comparaba constantemente con Fidel. A los diez sufrí una intoxicación de literatura soviética. Pavel Korchaguin, el protagonista de Así se templó el acero, se convirtió en un modelo a imitar, los cosacos del Don, los defensores de Moscú y Stalingrado los soldados de la carretera del Volokolamsk, los héroes del Leningrado bloqueado eran mis patrones de conducta. De la mano de los escritores soviéticos, ya con doce años, pasando por Gorki, Lérmontov, Gógol, Dostoievski. Desde ellos descubrí a Ajmátova y a Mijaíl Bulgákov, autor de un libro extraordinario: El maestro y Margarita. Luego llegaron Truman Capote, John Updike Walt Whitman, J. D.Salinger, …
Estamos viviendo el desarrollo de la guerra cultural que el imperio libra para perpetuar sus designios hegemónicos. Los jóvenes son el blanco principal de esa batalla y los jóvenes cubanos, por supuesto, el interés número uno. … El paradigma central de esta lucha fue y sigue siendo una guerra por la mente de los hombres. Es una batalla para imponer los valores de la sociedad de consumo, porque es en el terreno de la axiología donde se desarrollan las batallas culturales cardinales.
Del libro titulado Enemigo. Autor, el profesor de Relaciones Internacionales e Historia Contemporánea, Raúl Antonio Capote. Editorial AKAL FOCA.