Josu Montalban - Deia.- La primera vez que oí la palabra pillaje fue por boca de mi padre cuando apenas tenía diez años. Mi padre cultivaba abejas. Muy cerca de la casa en que vivíamos tenía cuatro colmenas de abejas. En verano, debidamente pertrechados con máscaras y ropas compactas, me llevaba a ver cómo trabajaban las abejas. Me decía, "aquí todas tienen alguna misión", y me enseñaba cómo algunas sólo batían sus alas con el fin de airear la colmena cuando el sol y el calor arreciaban. Me enseñaba las abejas que llegaban con el cuerpo cubierto polen y me mostraba a las que llegaban sin ninguna carga visible justificándolas: "O traen agua o traen néctar en su estómago".


De vez en cuando salía o entraba algún zángano al que intentaba aplastar con el dedo pulgar argumentando que era un vago y, por tanto, una carga negativa para la colmena. Y muy raramente se dejaba ver una especie de amotinamiento. Consistía en una abeja en plan de huida a la que atacaban otras con saña hasta que lograba desembarazarse de ellas y salir volando. "Hay pillaje", decía mi padre. Y como yo mostrara cara de asombro completaba su explicación: "Eel pillaje es cuando una abeja de otra colmena entra y les roba la miel o lo que tienen almacenado, entonces la atacan y la echan a picotazos". Pues bien, en este mundo injusto en que vivimos hay pillaje, pero no solo el derivado de la practica del latrocinio. En los últimos tiempos, el pillaje que practican los millonarios opulentos, con el consentimiento o silencio de los acomodados del mundo, en los países más pobres, raya la desvergüenza más cruel. Su objetivo es doble, por un lado persigue aumentar sus beneficios a costa del trabajo mal pagado de los más pobres; por el otro pretende mostrar sólo la cara dulce y vistosa del sistema capitalista, comprando las voluntades de quienes defienden su propia dignidad desde regímenes no capitalistas, es decir, desde regímenes socialistas.

Dos ejemplos clarificadores de cuanto digo se desprenden de dos noticias que comparten páginas de periódico durante los últimos días. La primera evidencia los importantes déficits del capitalismo a la hora de hacer felices a todos los ciudadanos que viven a sus órdenes. India ha celebrado el 60 aniversario de su independencia en medio de una realidad tan brutal como paradójica: mientras el crecimiento económico del país alcanza casi el 9% (el triple del crecimiento europeo), 836 millones de indios sólo disponen de medio euro al día para vivir, según datos del mismo gobierno. Las grandes multinacionales que han acudido en busca de mano de obra barata y producción a bajo coste han generado una pequeña franja de clase media, formada por unos 250 millones de personas, que gana alrededor de 400 euros al mes. De pronto alguien les ha inoculado un virus que les ha llevado a competir con sus vecinos los chinos en facilitar beneficios a los capitalistas del mundo que se dice civilizado, y surgen voces entusiastas de jóvenes que esperan superar a sus vecinos, en apenas medio siglo, en poder adquisitivo.

¿Era acaso esto lo que perseguía, hace 60 años, el padre de la independencia de la India Mahatma Gandhi? Cuando Nehru pronunció su discurso de proclamación de la República en 1947, ¿hablaba de esto? Resulta bárbaro pensar que para vencer a sus vecinos chinos en poder adquisitivo sea necesario aventajarlos en población. Tratándose de países superpoblados, en los que los ciudadanos mueren de hambre y peste, y gran parte de los supervivientes sobreviven en condiciones penosas de indigencia, deberían ver nuevas formas de desarrollo y bienestar individual que no pasaran por el crecimiento demográfico desmedido. En todo caso, ¿qué les han ofrecido los dueños del capital y las multinacionales a los habitantes de la India? Les han construido rascacielos y han adecentado algunas áreas de sus ciudades para que vivan en ellas quienes dirigen y administran el pillaje desde oficinas informatizadas y seguras; han construido hoteles lujosos y han inaugurado áreas deportivas y de ocio pensadas para facilitar los negocios de la exigua elite, pero no han eliminado ni una sola cloaca en la que, ¡asómbrense!, pernoctan los indigentes. Han creado restaurantes de lujo pero a sus afueras acuden los parias a comer lo que los ricos han despreciado por excesivo o no apetitoso. ¿No es esta una forma de pillaje indigna y cruel?

Pero hay otra forma de pillaje que obtiene menos beneficios reales aunque su objetivo formal es cercenar el crédito del sistema socialista. Con motivo de la celebración de los Juegos Panamericanos, dos boxeadores cubanos fueron abordados por un periodista (que se dijo cubano) y un alemán, cuando se encontraban en un gran centro comercial brasileño. Les pidieron que solicitaran asilo político en Brasil, a cambio de un suculento contrato, tratándose de deportistas cubanos. Digo esto porque, a tenor de las cifras que se barajan, los dos contratos eran miserables para deportistas de elite de cualquier otro lugar. Todo resultó una farsa porque dichos contratos no tuvieron nunca soporte económico alguno, porque Brasil envió a los boxeadores a su país y porque los propios deportistas han mostrado su decepción y su arrepentimiento. Sin embargo, la noticia ha causado impacto en muchos lugares del mundo, sin duda porque se ha querido dar la impresión de que los cubanos huyen de Cuba porque en cualquier otro lugar se encuentran mejor. En este caso el pillaje es cualitativo e ideológico. El sistema que impera en Cuba, según se quiere dar a entender, sólo genera descontentos. Incluso sus deportistas de elite, que gozan de cierto estatus preferente, optan por dejar abandonado a su país en medio de una competición. Es curioso que no se esgriman los mismos puntos de vista cuando se trata de algún fichaje multimillonario del fútbol (Henry, Ronaldinho, Riquelme, Kanouté, etc), en que no están en juego deportistas cubanos. ¿Qué quiere dar a entender el poder mediático capitalista con estas noticias, acaso el fracaso del sistema socialista? ¿Acaso no entiende que constituye un éxito innegable del sistema el mero hecho de que genere deportistas tan notables en la elite mundial? El pillaje, en este caso, persigue el descrédito del socialismo, quizás porque tal descrédito lleve implícito su éxito pero, leyendo la historia, nada es tan evidente como los éxitos demostrados en los diferentes Juegos Olímpicos por los países del bloque comunista, primero, y de los países socialistas que aún perduran dispersos por el mundo, después.

Es una sucia práctica ésta del pillaje que practica tan groseramente el capitalismo en contra de los países socialistas. No tiene ninguna disculpa, ni siquiera que lo haga movido por su codicia económica. El mundo civilizado debe sublevarse: el capitalismo está en la base de la profunda injusticia que gobierna el mundo. Dice ser el sistema más perfecto y democrático, pero está demostrado suficientemente que genera desigualdades y miserias que provocan mucha infelicidad. Desde luego, es una gran maldad generar riquezas globales mientras hay quienes se mueren de hambre justo al lado del lugar en que se producen dichas riquezas. Eso en Cuba, por ejemplo, no ocurre.

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