Telesur.- El Senado de Estados Unidos aprobó este miércoles un plan de rescate financiero de 700 mil millones de dólares, en medio de una crisis mundial iniciada por el colapso del mercado financiero estadounidense, gracias a la incorporación de numerosas medidas dirigidas al ciudadano medio.


Con 74 votos a favor y 25 en contra, los senadores, entre ellos los candidatos presidenciales Barack Obama y John McCain, aprobaron el plan, cuando faltan 34 días para los comicios generales y la economía figura como tema dominante. 

La aprobación del plan es un respiro para el propio Gobierno, el Congreso y los mercados, pero no para los ciudadanos, que aun desconocen si el paquete multimillonario les dará algo de aliento.

El proyecto de ley con todas las modificaciones y apoyado por la Casa Blanca, pasará a la Cámara de Representantes, donde su destino no es claro.

Luego que el lunes fuera rechazada la versión anterior, se prevé se lleve a cabo la votación el próximo viernes.

El rechazo de la cámara se vislumbró por 225 votos a 208, en una versión del rescate financiero que los dirigentes del Congreso, y la Administración Bush habían negociado durante el fin de semana.

En los últimos intentos del Senado por conseguir apoyo de los legisladores, fueron incorporados nuevos puntos, como alivios fiscales y medidas que benefician al ciudadano medio relacionadas con la protección de los depósitos bancarios y medidas sanitarias.

Como consecuencia de estas adiciones, el Acta de Estabilización Económica de Urgencia de 2008, como se denomina al paquete, ha pasado de tener 102 páginas en su versión del lunes, a contar este miércoles con 451.

De los 700 mil millones de dólares de la capacidad del Tesoro para adquirir la deuda de mala calidad de los bancos, el presidente George Bush podrá usar 250 mil millones inmediatamente y otros 100 mil si determina necesitarlos.

Por su parte, el Congreso puede retener los otros 350 mil millones si no está satisfecho con el desempeño del programa.

La Comisión de Valores de EEUU también podrá suspender la práctica de contabilidad conocida en inglés como "mark to market", que permite a las empresas ajustar sus activos al valor del mercado.

Desde la Casa Blanca hasta los pasillos del Congreso, el mensaje ha sido el mismo: se cierra el grifo de los préstamos y eso tiene graves consecuencias para los hogares, fábricas, negocios, e incluso ciudades y municipalidades.


Panorama sombrío

Los senadores reconocieron que la versión aprobada este miércoles no es perfecta, pero al menos contiene protecciones para los contribuyentes, y salvaguardas para supervisar la eficacia del plan.

Entre los senadores que dieron el "sí" al proyecto, que supone la mayor intervención estatal en la empresa privada en varias décadas, figuraron Obama, su compañero de fórmula, Joe Biden, y Hillary Clinton.

Durante la jornada de debate, los senadores dibujaron un panorama sombrío si se rechazaba el plan, en momentos en los que tanto los negocios como los consumidores afrontan restricciones de crédito.

"Estamos en una situación muy peligrosa en la que las instituciones financieras en todo el país temen prestar dinero. Eso significa que si no actuamos será más difícil para los estadounidenses" conseguir préstamos, explicó el candidato Obama antes de la votación.

El senador demócrata agregó que además de poder vislumbrar el cierre de miles de negocios, la pérdida de millones de empleos, "seguiría una larga y dolorosa recesión", al tiempo que aclaró que no se trata de una crisis de Wall Street, sino "una crisis estadounidense".

Estados Unidos ha vivido desde la era del presidente Ronald Reagan (1981-1989) una profunda era de desregulación, que ha alcanzado su máximo exponente con el Gobierno de George W. Bush.

Bajo su mandato, según afirma The New York Times en un editorial, el Gobierno ha eliminado leyes vitales, ha bloqueado regulaciones claves para el funcionamiento de los mercados, y ha evitado ejercer su autoridad en pro de la libertad del mercado.

Esta situación permitió el boom desmesurado de la industria inmobiliaria y las facilidades de crédito para personas sin solvencia, así como el crecimiento de prácticas poco ortodoxas en los mercados.

El derrumbe de este castillo de papel ha acabado por arrastrar a entidades financieras centenarias y ha dejado sin casas a millones de personas.

La intervención que pretende acometer el Gobierno de Bush revela un cambio de actitud, ante la certeza de que el mercado, por sí solo, no lo puede arreglar todo.

No obstante, no será la administración Bush, sino la de su sucesor, la encargada de poner las primeras piedras de la nueva regulación financiera en Estados Unidos.

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