Eduardo Montes de Oca - inSurGente.- “(…)Conforme a las últimas previsiones de la OIT, el 2009 podría finalizar con 239 millones de parados en todo el planeta, para una tasa del 7,4 por ciento. ¿Y quién resulta aquí el más “ilustre” perjudicado por el derrumbe del modelo de explotación capitalista? Como reza un artículo aparecido en la publicación digital Cubadebate, “la desocupación, entre otros males, nace en los sectores financieros, de servicios o industriales de Estados Unidos y Europa (los exportadores de la recesión) y se proyecta a los países emergentes o periféricos mediante las filiales de las empresas y bancas transnacionales (con casa matriz en los países centrales), las cuales empiezan a despedir, suspender o recortar horas a sus planteles de trabajadores”. Así de simple. Así de tremebundo."
No en balde para muchos constituyen sofismas las repetidas aseveraciones sobre una cercana revitalización raigal de la economía mundial. Nuevos datos indican que, si bien se verifican algunas señales débiles y parciales de alivio, “la contracción general continúa motorizada por la caída del comercio exterior, la baja del consumo y la escalada del desempleo y de los recortes salariales (crisis social), que retroalimentan el proceso recesivo (crisis estructural) e impiden una recuperación plena”.
Y lo entrecomillado está lejos de ser simple anhelo o falacia de medios alternativos como IAR Noticias, donde a menudo abrevamos nuestra sed de información objetiva. El cotejo de fuentes nos lleva, como con férrea brida, a deslindar entre los especialistas que anticipan una “recuperación leve” y los que anuncian un corto repunte seguido de una recaída, sobre todo en los Estados Unidos.
A ojos vista, una secuencia de la crisis (la crisis de los precios de los alimentos, la crisis de los combustibles y la actual crisis financiera) se ha encargado, por ejemplo, de hacer rodar por tierra los avances en la lucha contra el hambre, en el leal saber y entender de personalidades como Marcio Porto, representante en Cuba de la FAO, entidad para la cual los mil millones de terrícolas con el estómago in albis configuran una explosiva situación que va más allá de las dimensiones humanitarias tradicionales.
Como si no bastara el trago amargo, el director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Juan Somavía, se ha esmerado en los trazos de un dramático paisaje: “Sabemos que el empleo recupera sus niveles previos a la crisis con un desfase de entre cuatro y cinco años (respecto a la recuperación económica). Esto significa que el mundo puede asistir a una crisis del empleo y de la protección social de seis a ocho años de duración”.
Conforme a las últimas previsiones de la OIT, el 2009 podría finalizar con 239 millones de parados en todo el planeta, para una tasa del 7,4 por ciento.
¿Y quién resulta aquí el más “ilustre” perjudicado por el derrumbe del modelo de explotación capitalista? Como reza un artículo aparecido en la publicación digital Cubadebate, “la desocupación, entre otros males, nace en los sectores financieros, de servicios o industriales de Estados Unidos y Europa (los exportadores de la recesión) y se proyecta a los países emergentes o periféricos mediante las filiales de las empresas y bancas transnacionales (con casa matriz en los países centrales), las cuales empiezan a despedir, suspender o recortar horas a sus planteles de trabajadores”. Así de simple. Así de tremebundo.
Un caso típico, el de América Latina y el Caribe, cuya economía se contraerá este año 1,9 por ciento, mientras el desempleo ascenderá nueve por ciento, según un informe de la CEPAL, juzgado por algunos un tanto optimista, por cierto. Dejando sentado el hecho de que la región se encuentra en mucho mejor condición en materia macroeconómica que en otras épocas (venía creciendo ininterrumpidamente, había logrado reducir buena parte de su deuda pública y acumular reservas internacionales), este organismo de la ONU advierte que los efectos de la crisis mundial repercutirán en un aumento de la pobreza en un área con más de 180 millones de personas azotadas por esa “maldición” y más de 70 millones de indigentes.
A pesar de que algunas naciones han podido aplicar políticas contracíclicas, con el incremento del gasto fiscal, diversos entendidos pronostican para el subcontinente el acrecentamiento de la desocupación, una “afectación” multiplicada entre los jóvenes, el que las mujeres serán más discriminadas laboralmente, el despliegue de la vulnerabilidad en salud y protección social, y secuelas como el agravamiento de la deserción escolar, que influiría perniciosamente en el futuro de la zona.
Si hasta hace poco se preveía el engrosamiento del producto interno bruto en más del tres por ciento, hoy no habría que ser precisamente zahorí para concordar en que este caerá 1,7 puntos porcentuales en 2009. Ello, si no se despliega la pregonada contracción, que dé como resultado un crecimiento francamente negativo. No en vano el comercio sufre un bajón sin precedentes (13 por ciento menos de exportaciones e importaciones este año).
Por fortuna, por primera vez en el hemisferio sur prevalece la idea de la integración, dada en entidades como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y una Petrocaribe que ya trasciende el ámbito meramente energético, expandiéndose en la solución de problemas sociales, científicos, tecnológicos, ambientales y alimentarios. Se trata de buscar soluciones al hambre, la miseria, la insalubridad, la inequidad, la violencia de una crisis que no cede, a despecho de una cantata de sirenas como embalada en esos estuches policromos de sofismas Made in USA que desandan el planeta todo.
