Wilkie Delgado Correa - Cubainformación.- El año que termina deja, como los ríos crecidos, los vestigios de su turbulencia y, en especial, los lodos acumulados en las orillas. Al igual que en otras partes en condiciones similares, en Honduras quedan visibles los efectos de la tormenta política que ha azotado a ese país a partir del 28 de junio, y todavía fluye la creciente turbia que mantiene en vilo a todo el pueblo en procura de una solución a su crisis.
Desgraciadamente, esta vez, los momentos aciagos que ha vivido el pueblo se prolongarán durante el próximo año. No es previsible cómo transcurrirán los acontecimientos más allá de la sucesión presidencial que debe ocurrir en enero, como engendro del parto prematuro de la dictadura golpista. El gobierno sietemesino, hijo del golpismo, tratará de sobrevivir a su prematuridad y a la no aceptación por la comunidad internacional de este fruto ilegítimo. Veremos hasta dónde podrá alcanzar la sobreviva enclenque bajo los efectos del conflicto que hereda a nivel nacional e internacional.
A pesar de todos los posibles vaticinios y especulaciones en torno al porvenir, resulta más útil y aleccionador realizar un análisis de los aspectos particulares que matizan el importante acontecimiento, aunque nefasto, que ha afectado la vida normal y armónica de Honduras y de América Latina.
El golpe de estado ha sido el intento de truncar el proceso revolucionario democrático que se abre paso, como un aluvión, incontenible e inexorable, de las masas populares en América Latina, que durante demasiado tiempo estuvieron constreñidas por la fuerza, el engaño y la estafa.
Empecemos por los golpistas. Son los instrumentos conscientes y ciegos, según las posiciones que ocupen en la escala del gorilato golpista, desde generales a soldados que se han asociado con la cúspide de la burguesía política, empresarial, eclesiástica, judicial y otros estamentos de la gran y mediana plutocracia. Ellos han ejercido un dominio explotador sobre el pueblo hondureño durante su vida republicana, han gobernado en forma tradicional y según los cánones de la democracia representativa, y todos padecen la enfermedad genuflexa de la yanquimanía.
Los nexos de este grupo usurpador son de carácter militar, económico, financiero, político, social, etcétera, con el amo y señor del Norte, que cuenta con su caballo de troya en la base militar de Palmerola. Ello le permitió conjurarse para asestar el golpe traicionero e ilegal contra el Presidente Manuel Zelaya. Como poderes fácticos todopoderosos en Honduras, se coligaron y actuaron burdamente para asaltar con éxito el poder. Se equivocaron, sin embargo, en el cálculo de la fortaleza y fuerzas existentes en el seno del pueblo, en su capacidad de resistencia y en la conciencia que había despertado el proceso de cambios promovido por Zelaya.