Lorenzo Gonzalo* / Foto Virgilio PONCE - Cubainformación / Hermes / Martianos.- Con motivo de los acontecimientos acaecidos en Medio Oriente, la llamada prensa occidental ha desenterrado el nombre de un personaje considerado científico político, catedrático y fundador de la institución Albert Einstein. Se trata del también escritor Gene Sharp.

Si tomamos el nombre con simpleza, podríamos decir que solamente se trata de un “pobre diablo”. No existen elementos para pensar que responde a los “intereses de la Casa Blanca” o al “credo libertario” que adornan las declaraciones, con apariencia ingenua, que nos llegan en plácidas oleadas a través de la media dirigida por una docena de corporaciones. Sin embargo, como siempre ocurre, por debajo de la tranquilidad del oleaje, hay motivos para pensar que una terrible resaca se lleva nuestro derecho al saber.


El pensamiento es muy dinámico y las ideas siempre tienen una dimensión universal. Decimos cosas y a veces las hacemos, sin pensar con cuánta profundidad influenciarán en otros. Quizás es el caso de Sharp. Yo acostumbro a otorgar el beneficio de la duda a los demás, pero llama la atención el manejo que han hecho de sus ideas ciertos medios con la complicidad indirecta de Estados Unidos. La inocencia a veces es la mayor razón para la desconfianza y la sospecha. La prensa en estos días lo menciona como el teórico de las “revoluciones pacíficas”. La cobertura se centra en esos dos aspectos de carácter ambiguo. Uno en el supuesto “pacifismo” de Sharp y otro en el manejo superficial de la palabra revolución. El surgimiento de su nombre a la palestra pública, parece algo inusitado y creo que responde esencialmente a justificar los movimientos de Túnez y Egipto con idea de capitalizarlos a favor de Washington. Por otro lado y quizás esta es la esencia del suceso, más que deshacerse de un autoritarismo que en la actualidad no ayuda al mejor desenvolvimiento de sus prácticas económicas, está la intención de incentivar movimientos similares en países como China, Vietnam, Corea y Cuba. En esto Sharp puede servir muy bien.

Con motivo de los sucesos de Wisconsin, Noam Chomsky, uno de los expertos lingüísticos y filósofos de nuestro tiempo, declaró que lo sucedido en ese estado podría representar el principio de un sublevamiento popular.

Con la precisión y sobre todo, con la honestidad que lo caracteriza, no comparó la protesta sindical con aquellos del Oriente Próximo. Sabe que existen diferencias sustanciales y no es capaz de propagandizar la realidad, para servir al sueño político que legítimamente pueda tener. Contrario a los fanáticos agresivos y terroristas que desean la caída del gobierno cubano y que lloran todos los días el auge alcanzado por China, Chomsky se remitió objetivamente a los hechos. A ninguna prensa se le ha ocurrido traer a colación el nombre de Gene Sharp, porque en Wisconsin no hacen falta “revoluciones pacíficas”. Así piensan al menos, los grandes intereses. Los mismos que desean desestabilizar los Estados donde están desarrollándose verdaderas revoluciones.

Aunque no hay comparación entre lo que viene ocurriendo en Medio Oriente y las protestas de Wisconsin, no es menos cierto que las medidas del gobierno de ese estado, afectan sustancialmente el nivel de vida de un sector de trabajadores y por consiguiente, las protestas a nivel nacional han sonado en las calles aunque no tanto en la prensa. Se trata de empleados del estado a quienes se les quiere privar del derecho a discutir asuntos salariales, condiciones de trabajo y otros aspectos. No estaría mal que también ellos leyeran a Gene Sharp para “aprender” cómo se usa la “no violencia” con el propósito de derrocar gobiernos que no responden a los intereses de los electores o de los gobernados.

Chomsky se especializa en los análisis sociales y políticos y Sharp escribe libros que “enseñan”, cómo derribar gobiernos. Curiosamente se le vincula a la caída de Slobodan Milosevic en Serbia, donde sus lecturas alentaron la “revolución pacífica” en ese país. Primeramente no fue pacífica porque los muertos se contaron por miles. Tampoco lo fue en Egipto donde las protestas ocasionaron decenas de muertos y cientos de heridos. Objetivamente no constituyeron revoluciones, sino rebeliones contra la miseria y principalmente contra el despotismo, los sultanes, los sha´s, príncipes y emires. Se rebelaron contra los mismos que sirvieron a los intereses de occidente por décadas, recibiendo armamento, entrenamiento y el consentimiento de matar y oprimir a cambio de petróleo. Ahora, que las circunstancias del desarrollo económico pudieran permitir mejores beneficios desplazando el autoritarismo del poder, las protestas reciben el apoyo correspondiente. Es la dosis usual de hipocresía que acompaña a las ambiciones de la gran industria y sobre todo de las finanzas. Es en este punto donde Gene Sharp vuelve a renacer, porque lo que dice, ya sea de mutuo propio o por encargo de cualquier agencia de inteligencia, es un rico pastel para despejar caminos y sentar distancia con las maniobras ocultas de oscuros intereses internacionales que pudieran estar detrás del telón. Contradictoriamente, todo indica que algunos autoritarismos todavía parecen ser convenientes como es el caso de Bahrain, Arabia Saudita, Marruecos y otros, que aun falta por ver por dónde se van o por dónde se quedan.

Todavía está por averiguarse cómo Gene Sharp llegó a apoderarse del alma de quienes combatían en Serbia contra Milosevic y cómo sus libros llegaron a las plazas de Túnez y Egipto donde se cuenta que los manifestantes se congregaban para “leerlos”.

Por lo pronto, sus “pacíficas ideas” no han tenido acogida en países que nada tienen que ver con Medio Oriente, como es el caso de Cuba.

La gente allí sabe lo que falta y conoce que las administraciones estatales no sobrepasan los límites de los recursos disponibles a expensas de la ciudadanía. Conocen las razones de la escasez, la trascendencia de un embargo que encarece las gestiones económicas y los accesos a las tecnologías. Pero sobre todo pueden discutir los asuntos ordenadamente, ser escuchados y cada cual constituirse en una parte del consenso. Confían en que se harán ajustes y están dispuestos a reclamarlos, sabiendo que los mecanismos sobran y de no ser así, se inventarán.

La similitud entre los procesos y dificultades de ambas regiones es esencialmente diferente y solamente son concebidas por la mente de quienes en realidad no creen en “revoluciones pacíficas”, sino en el acceso absoluto al control de terceros.

No puedo dejarles margen para la interpretación: el señor Sharp no es santo ni salvador. No importa con cuánta bondad piense el catedrático y con cuánta rigurosa ingenuidad se exprese. Al final quienes deciden sobre sus escritos son los que ven la utilidad que pueda extraerse de los mismos, garantizando así sus intereses gananciosos y sus requerimientos de control. En el peor de los casos, si no pueden adquirir más control, sostenerse en los niveles actuales y para ello nada mejor que las aguas revueltas ante la ausencia de nuevos cauces. El catedrático Gene Sharp no es inocente, porque se ha dejador querer demasiado por quienes persiguen objetivos turbios.

Sabemos que no hay mejor ganancia para un pescador que un río revuelto sin nuevos cauces a la vista.

Medio Oriente vive momentos críticos pero no responde a un proceso que haya tenido tiempo para crear un liderazgo sólido, capaz de reemplazar con firmeza las direcciones históricas existentes.

Los cuervos están a la expectativa.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami (www.radio-miami.com)

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