Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce-Martianos-Hermes-Cubainformación.-  Con el triunfo de Mitt Romney en las Primarias del Partido Republicano de Florida, casi puede asegurarse que su éxito como candidato presidencial esta asegurado.



Su campaña estuvo bien dirigida, especialmente en el aspecto organizativo, el cual según expertos, fue la razón principal para asegurarle ese triunfo. Sin embargo, la misma careció de la previsión que correspondía a un Estado como Florida, donde los candidatos cubanos ya no son el pilar de los republicanos como en el pasado.  

El discurso anti emigrado cubano, caracterizado por las declaraciones de los dos principales contendientes, Mitt Romney y el antiguo presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, demostraron que los mismo han perdido la brújula del significado de esta nueva composición.   Una cosa es la organización para ganar dentro de unas elecciones partidarias cerradas, donde solamente votan los militantes, y otra es competir con una maquinaria política que agresivamente ganó el Estado en las elecciones del 2008.
El discurso de Romney anunciando que castigaría de nuevo a los emigrados cubanos no permitiéndoles viajar a visitar familiares y enviarles ayuda financiera por la voluntad de cada cual, será uno de los Talones de Aquiles, hacia el cual dirigirán sus flechas los organizadores de la campaña de Barack Obama, en las elecciones de noviembre.  

Desde el punto de vista del sistema, la elección de un candidato republicano o uno demócrata, no será de significación, pero siempre existirán diferencias. La diferencia entre un Roosevelt y un Truman significó la bomba atómica. Si Roosevelt no hubiese aceptado las presiones para sustituir al Vicepresidente Henry Wallace por Truman, éste no hubiera sido el Presidente sucesor y Estados Unidos no arrastraría hoy el bochorno de tamaño crimen en sus espaldas. A Estados Unidos se le ocultó por mucho tiempo el verdadero alcance de la tragedia y embriagados por el triunfo sobre el nazismo, el buen ciudadano miró aquello como una victoria de la democracia sobre la tiranía.  

Sí hay diferencias.  

Si hubiese salido electo All Gore en lugar de George W. Bush, la invasión de Irak probablemente nunca hubiese tenido lugar y la lucha contra el terrorismo fundamentalista, no se hubiese convertido en la Guerra contra el Terrorismo.  

Las diferencias entre candidatos en Estados Unidos no son de la magnitud existentes en los países de Latinoamérica, por ejemplo. Si fueran iguales, estaríamos más cerca de que se realizase un vuelco capaz de llevar al poder una corriente de ideas a favor de crear nuevos mecanismos sociales de convivencia, con la visión de que la práctica los transforme en permanentes. Pero elegir entre uno u otro estadounidense puede decidir que el mundo viva una temporada de mayor tranquilidad, o que los ciudadanos, los trabajadores (que en Estados Unidos cada día son menos), técnicos, profesionales, científicos, administradores, fundadores de empresas, el conjunto pleno que conforma la sociedad estadounidense, donde cada cual recibe una porción de las injusticias del sistema, puedan respirar mejor.  

De aquí se deriva la importancia de votar e inmiscuirse en los asuntos de la política que conocemos. Alejarse de ella es aislarse de la realidad.  

La nostalgia por los tiempos donde el pensamiento mágico concibió transformar el entorno social de la noche a la mañana, resta importancia a los procesos políticos que comenzaron a fraguase alrededor del Siglo XVI cuando los primeros cambios ocurridos en Inglaterra respecto a la forma de Administrar el Estado, culminaron por materializarse felizmente, en los primeros 70 años de la fundación de Estados Unidos. El aceleramiento de los acontecimientos en el Siglo XX, hizo desaparecer el lento proceso evolutivo que disolvió los reinos y fundó las repúblicas. Desde la Toma de la Bastilla, hasta la desaparición definitiva de las maneras políticas de dirección que supuestamente aquella estampida había erradicado, transcurrieron en Francia más de cien años. No hay dudas que las formas de producir, determinadas esencialmente por el progreso de la ciencia, dan las pautas para la creación de las superestructuras de Estado, pero no hay indicadores de cómo deben ser exactamente esas formas.  

El sueño de “las insurrecciones” que con mucha incorrección la mayoría de los historiadores ha denominado revoluciones, ha quedado sepultado. Ha sido en realidad un proceso evolutivo el que ha tejido los nuevos engranajes sociales, a través de las diferentes modalidades de producción.  

No entender esto a cabalidad hace que algunos le resten importancia a los procesos electorales de Estados Unidos. En cambio los sucesos de Latinoamérica, que son un reflejo de esas mismas formas de dirigir, son vistos con beneplácito por muchas de las llamadas izquierdas, porque apuntan sin dudas, a la búsqueda de una nueva dirección social de Estado. Otros, más nostálgicos, tampoco le dan crédito a ninguno de estos sucesos, porque aún sueñan con la Bastilla y el Palacio de Invierno y piensan que todos estos eventos no son más que un sueño de verano y solamente serían reales si levantaran de nuevo los cadalsos.  

Estos y otros acontecimientos han sido sobredimensionados, impidiendo a muchos poner sus capacidades al servicio de un proceso que puede ser impulsado o frenado, pero nunca impedido.  

Ni Obama ni cualquiera que sea el candidato ganador en las elecciones de noviembre en Estados Unidos, harán el milagro para que renazcan nuevos horizontes. No hay milagros en la historia. No surgen cambios de las insurrecciones y aunque determinadas condiciones las hacen necesarias, sus ocurrencias son proclives a crear un ambiente retardatario que le ponen trabas al avance de la historia.
Conociendo a los candidatos republicanos y el pensamiento de Obama, no obstante su identificación con la madeja infraestructural a la cual se adhiere, seguramente con absoluto convencimiento, aun cuando sin saberlo quizás, estén en contradicción con muchos de sus criterios, los Demócratas serían una diferencia substancial, tanto en política exterior, como en los asuntos internos, que son, los que más apremian hoy a la ciudadanía de Estados Unidos.  

Pero más allá de estos dos aspectos, la marcha evolutiva hacia una sociedad que ninguno de nosotros veremos, estará mejor alimentada si reconocemos la importancia de estos sucesos políticos y participamos en ellos.   No simpatizamos con el Obama que hemos conocido, pero entre sus inconsistencias y las impúdicas manifestaciones de los candidatos republicanos, no hay dudas que con él, Estados Unidos será menos malo en todos los aspectos.


*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU.  y subdirector de Radio Miami

 

Fuente: MARTIANOS-HERMES-CUBAINFORMACIÓN

 

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