Ana María Luna - La Jiribilla.- En el mundo actual, sujeto a dinámicos y complejos procesos de globalización, la cuestión ambiental es resultado de la generalización sistémica de problemas puntuales, locales, que los hace trascender a otras escalas hasta alcanzar dimensiones planetarias.


En los lugares en que habitamos los hombres y las mujeres, se originan muchos de esos problemas y con nuestra actividad habitual, contribuimos, de modo más o menos consciente a su incremento. Cotidianamente lidiamos con la contaminación del aire o del agua que consumimos, con la degradación del entorno físico construido, con deficiencias del saneamiento de nuestro hábitat, y con muchos otros problemas de salud o de las relaciones interpersonales que atentan contra la armonía de la compleja ecología humana.

El 5 de junio de cada año se celebra en todo el mundo el Día del Medio Ambiente. En 2011 la celebración se enfocó en la relación entre la salud de los ecosistemas forestales y la salud humana, partiendo de que el bienestar físico, mental y social tiene que ver con la eficacia con que se integran los seres vivos en su entorno. El desarrollo sostenible de los bosques es un tema clave, pues constituyen el hábitat de alrededor de dos tercios de todas las especies sobre la tierra y las dificultades que representan las estrechas relaciones entre la deforestación, que implica hasta un 20 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, los cuales incrementan el calentamiento global y en consecuencia contribuyen al cambio climático.

Se trata así de enfatizar la integración del hombre en y con los ecosistemas forestales, en la visión ecológica de estos últimos, irreductible a la mera condición de recursos naturales económicos, ya que, además, proveen múltiples servicios como la depuración de las aguas y el aire, moderan el clima y ofrecen un entorno apropiado para la satisfacción de necesidades de descanso y recreación, importantes para el sostenimiento de las capacidades cognitivas y emocionales que demanda la vida cotidiana y la integración social de cada individuo, grupo humano o la Humanidad toda, en el inmenso y complejo conjunto de relaciones sistémicas que es el Universo.

En este sentido integrativo, el conocimiento es un factor de la sensibilidad, de la conciencia de que la humanidad es parte de la naturaleza con un modo específico de adaptación: la cultura, nos hace conscientes de la relación con el ambiente del cual somos parte; conscientes de, además de conocimientos, un saber ético que fundamenta la consideración de las consecuencias de nuestros actos cotidianos, cultura que nos permite la valoración ecológica de nosotros mismos en nuestro hábitat y estipula nuestras decisiones y acciones.

¿De qué modo se desarrolla la conciencia individual y colectiva sobre el papel que jugamos en la generación de los problemas; en el modo de prevenirlos; en la remisión de los reversibles o en la mitigación de sus efectos? ¿Cómo vernos cada uno de nosotros en esa totalidad global contradictoria y única que “fragmentamos” en la noción incompleta del medio ambiente?

El modo especial —propio de la especie— en que los seres humanos se relacionan en el ecosistema que habitan, es esencialmente cultural. La cultura manifiesta la condición humana al regular las múltiples relaciones ecológicas que el ser humano establece en su hábitat. Las relaciones ecológicas del hombre no son solo materiales o tecnológicas propias de la actividad económica, las relaciones ecológicas de la especie humana son múltiples y diversas y se extienden por todo su hábitat; piensa acerca de sus ideas, reflexiona sobre sus ideas en un proceso mental que le ayuda a interpretar y comprenderse a sí mismo en su entorno y a comprender el sentido y los resultados de sus acciones y de su modo de ser en ese entorno, le orienta en su actividad cotidiana. La actuación sistemática y reflexiva es esencialmente propia de la condición humana.

Reflexionar —pensar detenidamente en algo con la finalidad de sacar conclusiones basadas en las ideas resultantes— es un proceso mental que nos da capacidad de comprender e interpretar tanto los hechos de la realidad que percibimos como la información que nos llega por diferentes vías. Pensar críticamente sobre esa información, cuestionar su validez y sacar nuestras conclusiones, lograr ideas que emergen de esa reflexión personal, orienta la filosofía personal del individuo y su voluntad de decidir y actuar conscientemente en la transformación del mundo, su mundo, su ecosistema, su barrio, su entorno, su ciudad, su familia, colectivo de trabajo o cualquiera que sea el contexto en que cada individuo se vea a sí mismo según la trascendencia de la compleja trama de relaciones sociales que despliega en su actividad cotidiana.

La perspectiva del individuo sobre sí mismo se entrama en la compleja red de relaciones sociales que establece. La generalidad de cubanos y cubanas entiende y expresa que medio ambiente es “todo”, concepción que se corrobora en los resultados las investigaciones realizadas sobre percepción ambiental en Cuba. Los sesgos, las diferentes posiciones individuales desde las cuales se concibe, se percibe el ambiente como totalidad, se evidencian cuando se profundiza en esa concepción. Son una minoría quienes expresan el natural sentido de totalidad —que incluye al ser humano— y muchos menos quienes conciben, se representan y expresan al ser humano como parte de esa totalidad con un modo especial y complejo de adaptación al medio: la cultura.

La realidad alimenta el modo de pensar desde la actividad, así cualquier hombre o mujer se piensa a sí mismo, y reflexiona y actúa desde su condición de género, edad, además desde su filiación a las más disímiles instituciones a las que se refiere como ser social, desde la pareja, la familia --unidad básica de la sociedad-- y su rol en ella, pasando por la condición de residente de un lugar específico, practicante de una creencia o religión, como trabajador de una determinada organización, ya empresa estatal, cooperativa o cuentapropista, ingeniero, campesino, profesor; diferentes esferas y modos de actividad que se conjugan en un mismo individuo.

La formación de conciencia acerca de la relación entre nuestra actividad social cotidiana, la génesis de pequeños problemas ambientales locales y la generalidad de la cuestión ecológica global, se basa en la concepción holística sistémica del universo y de nosotros mismos en este y pasa por la concepción de la existencia de la ecología individual que nos integra a la ecología social y global interpenetrados.

Los referentes globales contemporáneos de la cuestión ecológica tienen implicaciones en nuestra realidad que se anidan en las condiciones locales presentes en el contexto nacional. Pensar sobre los problemas de nuestra realidad es imprescindible.

Un espacio público para exponer, explicar y debatir ideas son los talleres sobre temas de medio ambiente y sociedad que organiza cada año el Grupo de Estudios sobre Medio Ambiente y Sociedad (GEMAS) del Instituto de Filosofía, en los que se expresan las ideas sobre ecología en la sociedad cubana, se polemiza acerca de las relaciones socioecológicas que se establecen en Cuba, desde las más diversas prácticas presentes en todas las esferas de actividad posibles. Concebidos como “espacios de creación ínter subjetiva” son coauspiciados por la Sección de Medio Ambiente de la Sociedad Económica de Amigos del País y contribuyen a “investigar, estudiar y promover la discusión sobre aspectos teóricos, metodológicos e ideológicos de las investigaciones concernientes a las interrelaciones de los subsistemas sociales del medio en los subsistemas físicos --ya sean naturales o construidos-- desarrollando vías para abordar la investigación de la dimensión humana del medio ambiente en varias escalas de aproximación”; misión definida desde el año 2000 por y para el GEMAS.

El GEMAS es un grupo abierto a la participación individual y colectiva en el Instituto de Filosofía que investiga el pensamiento ecológico, ecológico político, ambiental educacional y en general realiza aportes autóctonos al saber ambiental, un campo del saber sobre el “sistema complejo y dinámico de interrelaciones ecológicas, socioeconómicas y culturales de la sociedad, que coevoluciona a través del proceso histórico” en perenne construcción. Algunos de los resultados de investigación sociofilosófica logrados por el grupo tratan temas de la participación popular en la gestión ambiental local, los fundamentos teóricos, pensamiento sociofilosófico ambiental, y constructos teóricos y su aplicación en Cuba. Un importante producto de la investigación es el CDROM: Sociedad/Entorno Cuba, disponible en el centro de documentación de la Institución.

Al lograr un pensamiento reflexivo sobre cuestiones ecológicas de interés universal vista desde la perspectiva cubana --una sophia cubana, irreductible a una filosofía académica-- el GEMAS propicia el desarrollo de conciencia individual y colectiva sobre el papel que jugamos en la generación de los problemas ecológicos, sobre el modo de prevenir esos problemas y sus efectos, y en la mitigación de aquellos que sea posible.

El pensamiento ambiental abarca muchísimos otros problemas globales actuales como la pobreza, el desarrollo, la cuestión del poder político, el conocimiento científico, el saber cotidiano, la educación, la ética y la bioética global contemporáneas. La generalidad del pensamiento universal que se ocupa de las ideas acerca de las relaciones humanas en la naturaleza de la cual forma parte --la ecosofía-- abarca todas las diferentes cosmovisiones de todas las culturas, conectándolas mediante los valores universales del “fondo de oro de la humanidad” como premisas básicas comunes, abriendo una perspectiva axiológica --no la única-- al diálogo entre civilizaciones a partir de valores como la justicia, sistematizados con otros como la autonomía, la solidaridad y la autorresponsabilidad ecológica.

 

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