Miguel Ernesto Gómez - La Jiribilla.- Cuando los políticos comenzaron a incluir estrategias en la web para sus campañas electorales, no pocos analistas consideraron que el uso intensivo de Internet les permitiría a los partidos más pequeños y con menos recursos “competir” en términos más equitativos; sin embargo, la realidad ha sido otra y hoy, ante el aumento del interés por mejorar el posicionamiento, la elaboración y mantenimiento de una campaña online puede llegar a ser muy costosa.


De acuerdo con un reportaje publicado por el diario mexicano La Jornada, un “ejército” de 25 mil seguidores en Twitter cuesta, aproximadamente, dos mil dólares. No importa que muchos de esos “seguidores” sean huevos, es decir, perfiles que no muestran fotos y apenas han publicado tuits, pues lo que realmente interesa es que el político —aunque esas tácticas sucias no solo se utilizan en la política— tenga, junto con su nombre, una mayor cantidad de seguidores.

Para mejorar artificialmente su visibilidad en Internet, los políticos han recurrido a empresas que se especializan en el manejo de redes sociales. A través de robots programados por computadoras, los informáticos de esas compañías logran la creación de nuevos perfiles (huevos) o el control de otros en los sitios más visitados, como Facebook y Twitter. Esto cuesta dinero; pero los políticos-clientes parecen dispuestos a pagar, porque necesitan construir una ilusión de popularidad que les permita influir sobre los votantes.

¿Esta es una práctica extendida por el mundo? Probablemente, aunque los políticos y sus equipos de comunicación lo niegan. Si por un lado aseguran que no invierten en aumentar ficticiamente sus seguidores, por el otro reconocen que colocan más dinero en la publicidad dentro de las redes. Uno de los ejemplos recientes está relacionado con el hombre que “renovó” el uso político de Internet: Barack Obama.

Antes que pronunciara su discurso del Estado de la Unión, el 25 de enero de 2012, sus asesores desembolsaron la cifra récord de 120 mil dólares por el posicionamiento de la palabra clave “SOTU”, que era la sigla de la presentación de Obama. Mediante este pago, la campaña garantizó que “SOTU” fuera trending topic en Twitter durante 24 horas y cualquier búsqueda del término colocó, como primer resultado, el perfil del Presidente norteamericano en esa red.

El grupo que asesora a Obama pretende repetir el éxito conseguido cuatro años atrás y uno de los pasos es invertir más en Twitter. “Esa red ha cambiado la forma en que funciona la política”, aseguró Teddy Goff, director digital de la campaña por la reelección del Presidente. “Ya no se trata solo de los contenidos pensados para la prensa, sino en los elementos organizativos, la recaudación de fondos y la creación de relaciones que todos tratan de lograr en sus campañas”, afirmó Goff.

Obama no es el único que considera oportuno pagar por los “mensajes patrocinados”. Sus oponentes republicanos también necesitan que, ante una búsqueda en Twitter de determinadas palabras, aparezca en la primera posición la cuenta del candidato. Uno de los políticos con más opciones para convertirse en el rival de Obama en los comicios de noviembre es Mitt Rommey. El equipo de este republicano le ha dado un uso intensivo a su perfil en Twitter, aunque solo dedicará el diez por ciento de su presupuesto de campaña para la publicidad online.

No obstante, las campañas políticas en la actualidad van más allá de emplear dinero en convertir una idea en trending topic o cuadriplicar, en pocos días, el total de seguidores en una red social. Un objetivo esencial al mejorar el posicionamiento en la web es aumentar la recaudación online.

La estrategia elaborada por los asesores de Obama, en 2008, incluyó la creación, por los usuarios —a través del sitio My.BarackObama.com— de perfiles, con una descripción personalizada que se combinaba con una lista de amigos y un blog personal. Ellos también podían unirse a grupos y, especialmente, participar en la recaudación de fondos.

El Presidente estadounidense recibió más de seis millones de donaciones mediante su sitio web, muchas de ellas inferiores a los cien dólares; pero la suma del dinero obtenido online, unido a otras formas de financiamiento, permitió que el entonces candidato demócrata manejara un presupuesto superior a los 600 millones de dólares, muy por encima del controlado por su rival en aquella elección, John McCain.

Los análisis de la política con Internet tienden a privilegiar, cada vez más, los elementos cuantitativos, desde la cantidad de seguidores en las más diversas redes sociales, hasta el total de dinero recaudado-invertido en la campaña online; sin embargo, pocos se preguntan por lo que sucede con los comentarios, sugerencias e ideas socializadas por los internautas en sus interacciones con los políticos, aunque quizá sea mejor escribir “con sus perfiles”. ¿Se cuantifican? ¿Acaso importan? Tal vez esas sean las respuestas que no pueden ofrecer ni los políticos ni sus asesores. Les conviene mantener el silencio y centrarse, eso sí, en los números.

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