Arthur González - El Heraldo Cubano.- El pasado 26 de marzo miles de personas marcharon en varias ciudades norteamericanas para protestar por el creciente racismo que se percibe en los EE.UU.


El país que condena y sanciona al resto del mundo por violar los derechos humanos, comete cada una hora más violaciones de esos derechos que todos los países de América Latina juntos, pero ellos son los jueces omnipotentes e intocables.

El racismo y la discriminación se van imponiendo nuevamente en muchos Estados de la Unión, especialmente en los del Sur, como el de Florida, donde Trayvon Martín, un jovencito de solo 17 años murió cruelmente por las balas asesinas de George Zimmerman, vigilante voluntario del barrio de Sanford, Florida, persona que por tener un apellido de origen alemán, está suelto por las calles de la ciudad sin ser detenido, al menos preventivamente.

Si hubiese sido a la inversa, que un negro matara a un blanco, ya estaría linchado o al menos en terapia intensiva, por la paliza recibida a manos de muchos blancos; pero un negro muerto es para los yanquis menos que un animal doméstico.

¿Lo que me sorprende es que algunos cubanos, que desde hace algún tiempo se han dado a la tarea de aseverar que en la Cuba de hoy hay discriminación racial, no han comentado ni media palabra sobre este repudiable hecho. Algunos y algunas de ellos van a la Sección de Intereses de los EE.UU., donde se quejan, denuncian y brindan conferencias sobre la negritud, para decir que no están representados aquí o allí, pero ¿por qué no le reclaman nada ante este crimen a las organizaciones internacionales y para que condenen a los norteamericanos?

Algo similar pasábamos en Cuba antes de 1959, donde ser negro era la última carta de la baraja. Si a nuestro país llegará la famosa “Transición pacífica”, eso mismo es lo que les espera, porque la igualdad de derechos alcanzadas con la  Revolución la perderían de inmediato.

Que no piense la líder de las “Diplodisidentes”, Berta Soler, que volverá a ser recibida en una embajada, ni en la residencia de un político, pues eso solo es ahora para hacer campaña contra el socialismo. Si llegara ese momento le pasará lo mismo que a Reina Luisa Tamayo, la madre que alentó al hijo a mantenerse sin comer para lograr una visa de refugiada política, y cuando llegó a la ciudad de la “Libertad”, Miami, ni Silvia Iriondo, ni Ileana Ros-Lehtinen, ni Janisset Rivero, la van a sentar en su sala de estar o a la mesa de sus residencias, si acaso la reciben será por la puerta de servicio por un breve y único instante, ya que esas señoras se las dan de mucha clase para rebajarse a saludar a una negra inculta, mal educada y de baja catadura.

A personas como ella les toca un contacto especial  pero con el Kukuxklán; entonces tendrán que pedirle al Papa un año para contarle las atrocidades que estará sufriendo, sin trabajo, medicina y protección social, no un solo minuto como pide ahora en la Cuba socialista, ya que con ese mínimo tiempo le sobre para denunciar las supuestas violaciones del régimen de Castro.

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