Esteban Morales - La Jiribilla.- Si se observa cómo están las cosas para la política de Obama tanto interna, como externa, no resulta difícil pronosticar que tiene la reelección muy comprometida.

 


Recientemente, en la Cumbre de Cartagena no ha hecho más que desdecirse de lo que al principio de su mandato declaró que sería su política hacia América Latina y el Caribe.1

 

Pero una reelección presidencial no depende simplemente de cómo le vaya al presidente en su política, si ha acumulado triunfos o fracasos; sino de las condiciones bajo las que despliegue la campaña, las perspectivas de los acontecimientos que lo puedan perturbar en sus propósitos, la fuerza del discurso político, la posición presidencial como punto de apoyo y las perspectivas del potencial oponente. Los votantes cuentan, pero las elecciones presidenciales en los EE.UU., han devenido cada día más una negociación, siempre más compleja, entre las elites políticas y los ciudadanos que ejercen el voto, porque la abstención, que siempre es alta, también ocupa su lugar dentro del mecanismo electoral presidencial.2

En primer lugar, está demostrado por la historia electoral norteamericana, que siempre desde la posición presidencial se tienen más oportunidades, que desde la oponente, sobre todo teniendo en cuenta que desde la posición del Ejecutivo (Presidente o Vicepresidente) se presentan las ventajas para manejar las situaciones políticas internas, como no las tiene ningún oponente. Esto sucede, en principio, porque quien maneja el discurso político desde el ejecutivo, tiene más posibilidades de impactar en los votantes potenciales que quien lo hace desde la oposición.

Si se toma en consideración el papel determinante que tiene la economía en la posible reelección presidencial, y la capacidad del presidente para manipular las cifras y los discursos esperanzadores, se puede llegar a la conclusión de que en manos del presidente está el manejar con mayores posibilidades el punto clave de la política interna, sin olvidar que las elecciones son en principio y de manera determinante un asunto interno y no de política exterior.

Desde tal punto de mira, la economía norteamericana, atraviesa uno de sus peores momentos en los últimos cuatro años, pero no parece estar tan mal como estuvo hasta el 2011. Obama ganó la presidencia en medio de una crisis económica que se expandía por el resto de los países aliados; pero ahora, en el 2012, a pesar de estar en niveles de crecimiento aun muy bajos y con altos niveles de desempleo, no parece encontrarse en su peor situación. Aunque no tiene la holgura de manejar la crisis interna acudiendo a las posibilidades que antes le brindaban los aliados, porque tanto Europa como Japón, se encuentran hoy en similar o peor situación que la de EE.UU.

Obama ha desplegado políticas que desencantaron a muchos de los que lo reeligieron en el 2008, pero esas mismas políticas le han ganado otros adeptos, que podrían estar dispuestos a sustituir el voto de los desencantados, por cuanto Obama no escatimó esfuerzos para traspasar abundantes recursos financieros a los propios responsables de la crisis.

Si esos desencantados son negros y en algunos casos no blancos, el desengaño podría verse compensado por otras razones que tienen más que ver con haber logrado tener a un negro en la presidencia, a pesar de la situación difícil que atraviesa la economía. Por lo que ser negro, ahora emerge como una ventaja para Obama, mucho más de lo que lo fue en el 2008.

Si a lo anterior agregamos alguna mejoría económica anunciada y alguna real, sobre todo en el nivel del desempleo, entre los negros no serían tantos los que no estarían dispuestos a votar por Obama en el 2012. Me atrevo a asegurar que el hecho de que Obama sea negro, para muchos de su raza, es más importante que el desencanto que hayan podido sufrir. Pues Obama representó para la población no blanca en los EE.UU., mucho más que haber logrado tener un presidente negro en la Casa Blanca. Obama logró capitalizar siglos de lucha contra el racismo y la discriminación, por lo que ahora muchos están dispuestos a perdonarle y darle otra oportunidad, sobre todo si se trata de que un blanco republicano vuelva a tomar la presidencia.

Otro factor para tomar en consideración, de manera muy importante, es que el Partido Republicano no ha logrado diseñar aun un candidato que pueda oponérsele a Obama. El único que parece estarle apuntando a la silla presidencial no ha logrado hacerlo con fuerza y sí con muchos inconvenientes. Mitt Romney no presenta las mismas ventajas para oponérsele a Obama, que está presentando para ser el candidato del partido Republicano; por lo que a estas alturas de la contienda por la presidencia, los republicanos se encuentran en el atolladero de presentarle este oponente al actual presidente, que solo parece tener posibilidades para ser únicamente el candidato del partido y no quien derrote a Obama.

Esto aumenta las posibilidades de Obama para lograr compensar, con una campaña inteligente, la decepción y frustración que les ha traído a muchos  votantes demócratas, el incumplimiento de las promesas que hizo durante la campaña; así como su tendencia a beneficiar a los grandes intereses económicos y ceder espacio político a los sectores más reaccionarios de la política norteamericana. Esto también equivaldría a decir que benefició a los sectores que seguían a Bush, que casi se puede decir, con mayor seguridad votarían más por Obama que por un candidato republicano, porque no pensamos que estos sectores encuentren mayor seguridad para sus intereses en un Romney, que en Obama, que ya les demostró lo que puede hacer por ellos. Mientras, lo que Obama haría en un segundo mandato está aún por ver.

En términos de política exterior, esta última raramente ha sido determinante en una elección presidencial. Solo recordamos el impacto que tuvo el fracaso del rescate de los rehenes en Irán durante el proceso electoral de 1980 para la reelección de James Carter; por lo que, a pesar de que actualmente los acontecimientos externos tienen un mayor impacto dentro de la sociedad norteamericana que 30 años atrás, de todos modos estos nunca han sido determinantes en los resultados de una elección presidencial. Solo podrían tener impacto de ser muy dramáticos, al afectar de modo directo la vida interna norteamericana y tener lugar a pocos días de una votación presidencial.

Recordemos el impacto que tuvo la captura de Bin Laden y su posterior asesinato. Hoy nadie se acuerda de ello; por lo que el acontecimiento no va a tener la más mínima influencia sobre los votantes en las próximas elecciones de noviembre de 2012. Si Obama lograra hacer con el Presidente sirio, lo mismo que con Bin Laden a pocos días de las elecciones, sería diferente.

Los acontecimientos militares en que EE.UU. está envuelto, aunque múltiples y ninguno de ellos exitoso, no van a tener ningún impacto en la actitud de los votantes hacia Obama. Además, están teniendo lugar a mucha distancia de EE.UU. y no forman parte de la preocupación de los votantes potenciales, como pueden serlo la situación económica, la cuestión migratoria, el desempleo y las manifestaciones contra Wall Street.

Todo ello significa que, a pesar de las dificultades que atraviesa la presidencia norteamericana, incluso de popularidad, los peligros que encierran las situaciones bélicas generadas por EE.UU. y las divisiones internas generadas por la economía, Obama tiene posibilidades de ser reelegido a la presidencia en el 2012.

Notas:

1- En realidad, Obama, en sus discursos  ha sido capaz de diseñar políticas  inteligentes, realistas y coherentes; pero en sus acciones prácticas,  sus políticas han resultado cínicas, engañosas y cobardes que lo hacen éticamente peor que su predecesor. ¿Quién es realmente Barack Obama? Aun no lo sabemos. Veremos si lo logramos saberlo para un segundo mandato.

2- Ver del propio autor, “El Sistema Electoral Norteamericano. Las elecciones a la presidencia”.

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