Milena Recio - CUBARTE.- La televisión, esta noción en la que se confunden los factores tecnológicos, de producción y de consumo que caracterizan al más notable, impactante y futurista medio masivo de comunicación, se encuentra hoy frente a unas nuevas oportunidades que le ayudarán, quizás ya para siempre, a despojarse de ese alias ingrato tan llevado y traído que la describía como la “caja tonta”.


El siglo XX  fue el siglo de la televisión. Y al parecer el siglo XXI también lo será, a partir de un proceso, que ya está en marcha, de compenetración entre la cultura emergente propia de la socialidad en Internet y las capacidades más que demostradas de la televisión para conformar, discursivamente, el “sentido de las cosas”: los horizontes de comprensión del hombre contemporáneo.

En la inexorable metamorfosis de la televisión, esta adquirirá al menos dos nuevos valores: será social, y por eso mismo, será inteligente.

La gran industria de la televisión tenderá a apartarse de un régimen difusionista, trasmisivo, autoritario, asimétrico y seguramente “aprenderá” a cooperar en la conformación de los criterios de verdad desde los cuales construye sus discursos, articulándose con sus audiencias, transformadas ahora, gracias también al impacto positivo de unas dos décadas de existencia de Internet, en legiones de usuarios (2 400 millones se cuentan hoy) mucho más entrenados e interesados en la crítica y en la co-producción de los contenidos.

Cierta altivez, que los costosos, complejos y elitistas mecanismos de la producción televisiva contribuyeron a abonar durante las muchas décadas de su estrellato, será seguramente trascendida.

Como sabemos, los sucesivos y constantes abaratamientos de una parte fundamental de los “útiles” tecnológicos que sirven para “hacer” televisión, han posibilitado el acceso plebeyo a esas prácticas creadoras.

Algunos géneros como el videoclip, el documental o los informativos periodísticos, han sido masivamente tomados por asalto, para llegar, en muchos casos, a torcer el brazo de la gran industria, obligada a incluir en sus programaciones parte de un acervo que se produce, en paralelo, fuera de los circuitos institucionales, de marca.

Lo mismo ocurre con los canales para distribuir los contenidos audiovisuales. A la señal aérea o por cable, se suma el flujo creciente de contenidos audiovisuales que se difunden y se comparten a través de una Internet de banda ancha, convertida paulatinamente en todo un ecosistema, cuyo lenguaje más característico tenderá a ser el de las imágenes en movimiento.

Watching TWeb

Pero cuando hablamos de co-producción nos remitimos a procesos que van más allá de la cada vez más numerosa y valiosa participación de los espectadores/usuarios en la producción y distribución de contenidos audiovisuales alternativos, a veces guerrilleros, respecto a los canales tradicionales, en particular a través de la web.

Desde hace unos pocos años se ha abierto un nuevo cauce para ese diálogo, que en lo inmediato constituye un atractivo filón de mercadeo para las teledifusoras convencionales.

La gran industria de la televisión ha identificado una nueva oportunidad para relanzarse con nuevos atractivos hacia el mercado de la publicidad: se trata de la llamada “televisión social” que ha nacido bajo la impronta de la expansión a gran escala de dispositivos móviles inteligentes (smartphones), los tablet PCs, la banda ancha y el gran boom de las redes sociales.

De la “caja tonta” a la pantalla ubicua (inteligente)

Twitter ha sido la aplicación web líder para que millones de usuarios interactúen “en vivo” a propósito de trasmisiones televisivas, entablando “conversaciones” de 140 caracteres con otros usuarios en torno a los temas trasmitidos y produciendo de facto una retroalimentación inmediata con la fuente televisiva.

Otras iniciativas, algunas sucedáneas de Twitter, como por ejemplo la web Comenta.tv, dedicada al mercado latinoamericano, permite que miles de usuarios “reaccionen” frente a la pantalla, no ya interactuando con quienes comparten la misma habitación, sino con quienes de manera remota concurren en el espacio virtual.

Comenta.tv se presenta a sí misma como “televisión aumentada en tiempo real”, tratando de hacer énfasis en la idea de un puente, una pasarela de doble sentido entre el universo atómico donde desarrollamos nuestra vida física, y el espacio de la virtualidad digital.

Esta modalidad de feedback, no obstante su simultaneidad y alcance numérico multiplicado, no llega a sobrepasar la expresión reactiva contenida o posibilitada también en la tradicional llamada telefónica, tanto la que a los espectadores le permite “comentar” o incluso “denunciar” lo “visto” en la pantalla —aunque ahora la novedad radica en que se puede “conocer” lo enunciado por otros—, como la que facilita a los productores acopiar la data más preciada para los anunciantes: el perfil de las audiencias.

A estas alturas, corremos nuevamente el riesgo de que una poderosa noción como la de “Televisión Social”, se vuelva mero instrumento de una práctica de mercadotecnia que no implique realmente una transformación raigal del modelo de comunicación implícito en estas nuevas interacciones.

El calificativo de “social”, en esta acepción etiquetada y acrítica puede ser llevado, en su extrema ligereza, a una interpretación que lo reduzca a su condición numérica y lúdicra de participación más formal que sustantiva.

Hasta el momento, la mayoría de estas experiencias se basan en la extensión de los algoritmos sociales implantados por la racionalidad facebookeana, donde “la dialéctica es imposible, el conflicto está estructuralmente prohibido”  y  “es sustituido por la indiferencia como estilo relacional”. (1)

Es posible afirmar que el verdadero rumbo de una televisión social que evolucione desde una simple interacción reactiva y consiga promover una participación inteligente, concienzuda, movilizadora, creativa, edificante, para los individuos, los grupos y las sociedades, tendría que encaminarse a través de la adopción de las complejas narrativas transmedia, en las que la televisión detentaría un papel axial.

Creemos que no habrá una verdadera televisión social si sus contenidos no se construyen colaborativamente adoptando las formas narrativas transmedia; si esos contenidos no llegasen a insertarse en un verdadero ecosistema de creación y recreación de sentidos múltiples basados en la cooperación entre prosumidores, ubicados indistintamente delante o detrás de la pantalla ubicua.

Más allá del crossmedia

La noción de transmedia según Henry Jenkins (2), principal difusor de este concepto, alude a “una historia narrativa —mundo narrativo—, tan grande, que no cabe en una sola plataforma y se expande, necesita expandirse, por distintas plataformas y formatos —ambos autorreferenciales—, construyendo una narrativa envolvente, inmersiva, integradora y participativa”.

Narrativa transmedia es “aquella que atraviesa numerosos tipos de canales mediáticos de forma estructurada e integrada dentro de cada plataforma, haciendo una contribución valiosa y específica a nuestra experiencia total.”

De la “caja tonta” a la pantalla ubicua (inteligente)

Aunque históricamente ha habido una tendencia a la redundancia, a la repetición de la misma información en cada canal mediático, la narración transmediática le da la vuelta para que cada plataforma complemente lo que hemos aprendido de las otras. Algunas de las pistas clave de Lost se podían encontrar a través de la serie de televisión, pero otras estaban dispersas en juegos online, en novelas, podcast o episodios para móviles.”

Las formas concretas de creación transmedia representan un amplio campo de experimentación en el que todavía deberán probarse los formatos, los lenguajes, los códigos, las fórmulas dramatúrgicas, los géneros, etc.

La televisión pública y la narrativa transmedia

De la “caja tonta” a la pantalla ubicua (inteligente)

Todo este enfoque guarda especial interés para aquellas televisiones de servicio público, sobrevivientes, vale decir, que conservan como su principio fundamental un ejercicio enfocado a la solución de demandas cognitivas sociales más allá de las reglas estrictas de la televisión comercial.

El transmedia crea un universo, una experiencia, contenida en un tiempo y un espacio que se expande, como la historia misma, alimentada desde las nociones de todos cuantos participen elaborando una especie de “cadáver exquisito” coherente y relevante socialmente.

No solo es dable hablar de narrativas transmedia para géneros de ficción, como nos ha insistido el profesor argentino Carlos Scolari. Incluso el periodismo estaría en excelentes condiciones de aceptar el reto de esta reificación de la historia como motivo principal. “Esta primacía de lo narrativo está cada día más clara: no importa tanto el o los medios donde se desarrolla la información, sino la historia que se está contando.” (3)

En este mismo texto Scolari nos recuerda una afirmación de Randy Covington, quien en 2006 sostenía que “las organizaciones periodísticas prestarían un mejor servicio si se centraran en las historias, y no en las plataformas para su distribución.” (4)

Se trata de que toda la parafernalia y el entusiasmo tecnofílico no se vuelvan una cortina de humo para ocultar y sepultar bajo el peso monumental del mercadeo, el verdadero sentido transformador que podría alcanzar una Televisión Social, nutrida de la inteligencia colectiva actuando a través de la construcción cooperada de sus narraciones.

*Este texto fue presentado en el Festival de Televisión Cuba 2012, en octubre de 2012.

Notas.

(1)   Ippolita: En el acuario de Facebook. El irresistible ascenso del anarco-capitalismo, Enclave de Libros, Madrid, 2012. pp. 28 y 29.

(2)   “Convergence Culture”, de Henry Jenkins.

(3)   Carlos Scolari: Transmedia storytelling: más allá de la ficción. Posteado en Hipermediaciones, 10 de abril de 2011. Tomado de:  http://hipermediaciones.com/2011/04/10/transmedia-storytelling-mas-alla-de-la-ficcion/. Consultado el 24/10/2012.

(4)   Randy Covington: “Myths and Realities of Convergence”. Citado por: Carlos Scolari: Ob. Cit.

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