Oleguer Sarsanedas - Qüestions CIDOB.- ¡Que puedas no vivir tiempos interesantes! Eso dice el antiguo proverbio chino. Obviamente, interesante debe entenderse como una ironía. El proverbio se refiere probablemente a unos tiempos como estos, en los que en muchos países se van amontonando las preguntas sobre el futuro inmediato, esperando respuestas.


En China, el año 2012 va camino de adjudicarse el título de annus horribilis: la ex estrella política Bo Xilai despojado de inmunidad, imputado y esperando juicio, la publicación por parte de The New York Times (25/10/2012) de un informe sobre la supuesta fortuna de la familia del primer ministro Wen Jiabao, un crecimiento económico más bajo de lo previsto (el PIB de China creció un 7,4% en el tercer trimestre, por debajo del objetivo del Gobierno por primera vez desde el inicio de la crisis financiera), la disputa territorial en curso con Japón por la soberanía de las islas Senkaku / Diaoyu Dao, los ciudadanos tibetanos inmolándose a un ritmo inasumible (cuatro, la última semana octubre) -por mencionar sólo algunos de los problemas actuales de los dirigentes chinos. El mayor reto de todos, sin embargo, es el 18 º Congreso del Partido Comunista en este mes de noviembre, cuando siete de los nueve miembros del importantísimo Comité Permanente del Politburó se jubilarán -incluidos el actual líder supremo Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao- y una nueva generación de dirigentes (la llamada quinta generación) tomará el timón. Esto coincide en el tiempo con la renovación planificada del 70% de la Comisión Militar Central y del Comité Ejecutivo del Consejo de Estado, con lo cual nos encontramos ante la transición política más significativa de las últimas décadas.

Sean Golden señala que lo primero que hay que entender del Congreso es que, en China, el Partido es mucho más que el Partido: es el Sistema.

Si fuera posible hacer elecciones y que el Partido Comunista de China (PCCh) las perdiera, el país se pararía, se paralizaría la administración pública. En China, nunca han separado Iglesia y Estado. El poder es una parrilla con tres columnas: Partido, Estado y Ejército, en la cual las filas horizontales son los mismos: el nuevo secretario general del PCCh se convertirá en presidente de China, no hay distinción entre los dos cargos; es como si el Papa fuera primer ministro de Italia. No sabemos cuándo será también presidente de la Comisión Militar (es probable que su predecesor, Hu Jintao, conserve el cargo durante dos años). Lo mismo pasa al segundo nivel (el vicesecretario general del Partido es también primer ministro) y así sucesivamente en todo el escalafón. La obligación del Partido de velar por la pureza política está inscrita en la estructura del Estado, de manera que las propuestas multipartito son improcedentes. Pureza política significa control ideológico de la administración política y del ejército. Esta es una de las razones principales por las cuales China no es eficiente: en cada ministerio, en cada gobierno local, hay un funcionario del Estado y uno del Partido (del mismo rango) a cada nivel de administración, de modo que en caso de desacuerdo es necesario apelar a una autoridad superior.

El 16 º Congreso del PCCh, en 2002, consagró la práctica del “liderazgo colectivo” y del Gobierno por consenso; es decir, que el líder supremo comparte poder con el círculo de dirigentes senior del Comité Permanente del Politburó, especialmente con el primer ministro. ¿Es esto lo que caracteriza la cuarta y quinta generaciones y las diferencia de sus antecesoras?

La primera generación tenía un centro: Mao Zedong. La segunda, tenía Deng Xiaoping. Estos líderes, como los emperadores, escogían sucesor. Lo hacían para proteger su legado, para conservar un cierto control y protegerse. Deng Xiaoping no permitió que Jiang Zemin, el líder supremo de la tercera generación, escogiera su sucesor. Y así fue como Hu Jintao se convirtió secretario general y presidente. A Hu Jintao tampoco se le permitió elegir sucesor al último Congreso del Partido en 2007; fue una prueba evidente del funcionamiento del liderazgo colectivo. Es importante señalar que en 2002 los miembros del Comité Permanente del Politburó pasaron de siete a nueve, con lo cual aumentó la representación de las facciones internas del Partido. Si ahora, como parece probable, volvieran a reducirse a siete, sería un síntoma de que se está produciendo una lucha de poder y que alguien la está ganando.
El PCCh es el partido político más grande del mundo (80 millones de afiliados) y ha experimentado un crecimiento explosivo durante la última década …

Un aumento del número de afiliados también es síntoma de una lucha de poder. Durante la Revolución Cultural (1966-1976), la Banda de los Cuatro inundó el Partido de seguidores y el número de afiliados se disparó. Un rápido aumento es una señal muy negativa: no se pueden mantener unos procesos de selección rigurosos y, por tanto, en el partido entra gente incompetente, corrupta o sectaria. Esto se puede producir como consecuencia de posicionamientos faccionalistas o de una política deliberada de refuerzo de la burocracia (la burocracia china es insuficiente para gestionar una economía capitalista para una población tan grande). Desde Deng Xiaoping, el Partido también ha ido cooptando capitalistas rojos (mejor tenerlos dentro que fuera) y a los nuevos capitalistas -que desconfían de la burocracia y, por tanto, del Partido- les ha interesado estar (mejor estar dentro que fuera).

Has mencionado “lucha de poder” dos veces …

Hay señales, ciertamente. Por ejemplo, el mes de agosto hubo un encuentro informal de miembros del Politburó en Beidaihe, un lugar de vacaciones de verano. Los observadores asumieron que estaban perfilando un consenso para el Congreso del Partido. Pero la reunión terminó sin pleno acuerdo. Entonces Xi Jinping, el hombre previsto para ocupar el cargo de nuevo líder supremo, desapareció dos semanas y no se dio ningún tipo de explicación cuando volvió. Otra señal: el 18 º Congreso estaba previsto para el mes de octubre; pero se celebra en noviembre. Ha sido un año lleno de eventos, y la expulsión de Bo Xilai por corrupción ha sido un terremoto político con muchas réplicas. En la medida que Bo Xilai quería construir una alternativa política a la opción liberal actual, representa uno de los dos bandos de la gran lucha ideológica entre liberales (que piden más mercado para generar riqueza y quizás también reducir Gobierno) y nueva izquierda ( que quiere redistribuir la riqueza para potenciar la demanda interna y reducir las fuerzas centrífugas de la desigualdad social).

¿Cuáles son los grandes temas?

Primero, las disparidades de renta entre la Costa Este y el resto del país: la desigualdad en China está llegando al nivel de los Estados Unidos. Segundo (relacionado con el primero), la necesidad urgente de desarrollar un mercado interior para poder mantener la economía en crecimiento: la mitad de la población, que vive en el campo, no dispone del poder adquisitivo necesario para que se pueda crear un mercado doméstico sostenible . Tercero, la corrupción: ésta es hoy la preocupación número uno de los ciudadanos chinos: están simplemente hartos.

¿Piden cambios?

La gente quiere mejorar su nivel de vida y reaccionará con fuerza si esto se pone en peligro. No piden nada más-exceptuando la lucha contra la corrupción y quizás el mantenimiento de un cierto orgullo nacional. Dentro del Partido, donde se debate si el poder político emana del pueblo (como decía Abraham Lincoln) o si el poder político debe utilizarse para el pueblo (como insistían Lenin y Mao), la situación es bien distinta. Por ejemplo, Wen Jiabao (que encabezó la lucha contra Bo Xilai y la facción del que ahora plantea seriamente la cuestión de una reforma política) mantiene que es el pueblo quien ha delegado el poder al Partido-y, por tanto, puede retirar. Esto es muy parecido a la democracia como la entendemos, pero en las antípodas de lo que significa tradicionalmente en China, que es: unos tecnócratas no elegidos gestionan la cosa pública y someten periódicamente las medidas a tomar a la aprobación del pueblo ( la vía Sun Yat-sen). Wen Jinbao dice que el Partido se debe ganar la legitimidad.

¿Y qué dice Xi Jinping?

En febrero de 2011 se fundó una asociación, los Hijos de Yan’an (Yan’an fue la cuna de la Revolución de Mao), por parte de hijos e hijas de veteranos de la Larga Marcha, como Xi Jinping. Han hecho tres reuniones más desde entonces, han escrito un manifiesto pidiendo más democracia interna y una reforma política como antídoto a la decadencia del Partido y la han enviado al Comité Central. Usan el término Nueva Democracia (utilizado en los años 1930s y 1940s) para describir una relación diferente entre los ciudadanos y el Gobierno. Es un lobby muy importante. Xi Jinping (que era miembro del ejército, como lo es su mujer) pertenece a una generación de “pequeños príncipes”, los hijos de los líderes revolucionarios, que son los que más se han beneficiado del desarrollo económico (no son capitalistas rojos, sino nomenklatura convertida en capitalista) y muchos de los cuales están actualmente consolidando su poder. Ésta es una facción numéricamente importante, una aristocracia política con conexiones múltiples. La otra gran facción es la meritocracia: los que han ascendido a través de la Liga de la Juventud Comunista, siguiendo un largo camino iniciático de evaluación y selección. Para hacer las cosas más complicadas, muchos líderes pertenecen a ambos grupos. Pero tanto si son liberales como de la nueva izquierda, compiten básicamente por generar riqueza, porque el éxito político se mide en términos del aumento del PIB de la circunscripción, distrito o región, más que de la redistribución de la riqueza o la protección del medio ambiente.
Durante muchos años, la política exterior de China se ha regido por el mandamiento cauteloso de Deng Xiaoping: “Ocultar el brillo, valorar la oscuridad”-Es decir: esperemos, que ya vendrán tiempos mejores. ¿Esto todavía es válido o finalmente ha llegado el tiempo de China?

Las dos principales potencias mundiales están ahora mismo en un momento de cambio y/o renovación de liderazgo y, por tanto, no debe sorprendernos si se producen algunos discursos inflamados y un cierto grado de demagogia. Atizar el nacionalismo es útil para quien intenta maniobrar políticamente dentro del Partido, pero implica una retórica imprudente. Y, en China,  importa mucho ser extremadamente prudente en cuestiones exteriores. Los chinos parten de la premisa de que no habrá ninguna guerra mundial en los próximos veinte años y que, en cualquier caso, ellos no pueden emprender ninguna aventura exterior porque necesitan un periodo tan o más largo que éste para resolver sus problemas domésticos. Por lo tanto, China es una firme partidaria del multilateralismo: prefiere el G20 que el G8 y no quiere ni insinuar la posibilidad de un G2 (Estados Unidos y China). Sin embargo, el consejo de Deng de mantener un perfil bajo en asuntos exteriores no es exactamente lo que hoy tienen en la cabeza muchos dentro del Partido para los que, finalmente, el tiempo de China es alcanzado y la cuestión ahora es cómo consolidar su poder a escala mundial. Hablan abiertamente de cómo sería un orden mundial dominado por China, y de cómo reaccionarían los actuales poderes dominantes. Para ellos, el modelo a seguir es el del “desarrollo pacífico”: saben que no deben hacer nada que parezca beligerante y que pueda recordar a sus vecinos como se comportó Japón en el pasado.
En Estados Unidos muchos observadores piensan que los chinos se están volviendo militaristas: el presupuesto de defensa chino ha aumentado un 11,2% este año, sobrepasando la marca de los 100 billones de dólares …

Sí: esto equivale a unos 100 dólares por ciudadano chino (y representa menos de un 10% del gasto militar mundial), mientras que el presupuesto de defensa de Estados Unidos es de unos 2.200 dólares por ciudadano (y representa más un 40% del gasto militar mundial). En Occidente se piensa que cuando el gasto militar aumenta, aumenta también la inseguridad internacional, y tienen su historia reciente como prueba. ¿Pero hasta qué punto un poder emergente provoca necesariamente “inseguridad”? China está construyendo infraestructuras para garantizar suministros (de materias primas) y mercados exteriores (para productos manufacturados) en rutas de ida y vuelta. Notablemente, el llamado “collar de perlas”, una cadena de puertos de aguas profundas que se extiende por el sudeste y el sur de Asia hacia el Golfo Pérsico, así como una marina mercante modernizada y una marina de guerra para protegerla. Los Estados Unidos dicen que no lo hacen para proteger el negocio y el comercio, sino para competir por el dominio mundial, un análisis completamente diferente. Pero si se observa lo que están haciendo los chinos en África y en América Latina, es bastante claro que el motor de la política exterior de China es económico: necesita materias primas y necesita mercados. Hay un antiguo proverbio chino que define perfectamente el enfoque político de China: Para atravesar un río, hay que encontrar las piedras donde poner los pies. Un enfoque político libre, de hecho, de condicionamientos doctrinarios.

En cualquier caso, ha llegado recientemente la noticia a los medios occidentales que la sensación editorial de este año en China es Infeliz, una colección de ensayos cabreados contra la chulería de los extranjeros y la fascinación local por los modos occidentales. A pesar de las criticas negativas, se situó en el primer puesto de las listas de venta. ¿Es muy compartida la idea de romper con Occidente?

El nacionalismo en China es un concepto muy complejo. Durante los años 1980s y 1990s, Occidente (especialmente Estados Unidos) era el modelo a seguir: miles de estudiantes chinos fueron a estudiar y se licenció y doctoró en universidades occidentales. Pero entonces, en 1999, la OTAN bombardeó la embajada china en Belgrado y la reacción popular contra Occidente (Estados Unidos y la OTAN) fue enorme (el Gobierno toleró las manifestaciones). En el campo intelectual, el poscolonialismo y el posmodernismo se pusieron de moda y los artistas comenzaron a buscar en la tradición china una fuente alternativa para la modernidad. Al Gobierno, sin embargo, le asusta el nacionalismo porque razona que cuando se derrumbó el maoísmo, el capitalismo (con características chinas) ocupó su lugar, pero ahora, si la economía se desplomara, ¿qué ideología habría para reemplazarla? El descontento social ya está cociendo a fuego lento y es casi seguro que las clases medias se rebelarían contra el Partido si el dinero dejara de manar (un crecimiento de un 6% del PIB o menos generaría unos niveles de paro inasumibles). Una fuerte posibilidad es la del nacionalismo populista. El Partido lo sabe y le asusta-también asusta a los intelectuales. Ya hemos visto qué provocó el nacionalismo en los Balcanes. Las soluciones simplistas del populismo no pueden resolver problemas complejos en una economía mundial interdependiente.

Seán Golden, investigador senior asociado, CIDOB

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