Mariela Pérez Valenzuela - Revista Mujeres.- La situación en que viven más de un millón de niños y niñas en las calles de Estados Unidos, los cuales en gran medida son obligados a prostituirse, es una consecuencia del sistema capitalista que permite y protege,


en algunos lugares, el funcionamiento de grandes redes de traficantes de menores, quienes son considerados delincuentes y no victimas por las autoridades en distintos estados de la Unión.

Los datos sobre la explotación de los pequeños nunca son oficiales ni mucho menos actuales, pues el asunto es analizado como un efecto colateral de los grandes bolsones de miseria existentes en las grandes ciudades como Nueva York, donde hay más de 20 mil menores vendiendo sus cuerpos en las calles. La mayoría de quienes son sometidos a esta forma de vida mueren adolescentes, o muy jóvenes, a causa del SIDA, de tuberculosis, o por sobredosis de drogas.

Lo cierto es que el gobierno estadounidense guarda bajo llave los datos relacionados con el tráfico de pequeños, muchos de origen centroamericano, vendidos por sus padres, o traídos desde sus naciones bajo una supuesta adopción cuando el reclamo procede de agrupaciones de delincuentes.

Aunque las autoridades ofrecen algunos números, lo cierto es que hay coincidencia en especialistas en la materia que siempre son por debajo de la realidad.

Por ejemplo, el Buró Federal de Investigaciones informó el pasado año que “unos 100 mil niños son conducidos cada año en este país hacia los círculos delictivos de la prostitución. Más de 18 mil víctimas de tráfico humano llegan cada año a Estados Unidos y media docena de estados debieron crear órganos especiales de vigilancia para enfrentar la tendencia delictiva en expansión”, indicó un despacho de Prensa Latina fechado en Washington en el 2012.

Solicitar sexo en la vía pública en Estados Unidos es considerado un delito menor, por lo cual los responsables pueden recobrar su libertad si pagan una fianza. Quedan detenidos las y los prostituidos, que solo salen de la cárcel si los proxenetas están interesados en ellos. De lo contrario son llevados a juicio con sentencias que los derivan a los llamados reformatorios, donde lo más probable es que, teléfonos móviles mediante, sigan controlados por la red de negociantes.

La prostitución infantil debía ser considerada como un acto de violencia. Aunque ocurra de manera que no haya agresión física, siempre hay agresión psicológica. En las oscuras calles de algunos estados norteamericanos personas pervertidas demandan sexo con chicos y chicas de entre 11 y 14 años, a cambio de pocas monedas. Muchos son emborrachados y drogados. Sin embargo, tales casos también se encuentran en lugares exclusivos con personas de alto nivel adquisitivo y turistas extranjeros. En última instancia, los menores se consideran culpables de su situación, ya que carecen de la capacidad de entender que son los eslabones más débiles de la sociedad capitalista y una de sus formas más groseras de corrupción.

La Escuela de Leyes de la Universidad Emory evidenció en un estudio sobre el particular que “casi todos los territorios norteamericanos permiten el encarcelamiento de los niños por prostitución, pese a que por su edad no tienen autoridad para consentir el sexo con los adultos”.

Incluso, aunque no son mayoría, se dan casos de menores raptados de hogares de familia de clase media, en sus propios barrios, y jamás se conoce de ellos, salvo en las redes de tráfico de menores que mueven negocios millonarios en el llamado “país más democrático del mundo”.

Cifras de UNICEF indican que el turismo sexual infantil genera ingresos anuales de cinco mil millones de dólares para los intermediarios. Ese organismo sitúa a Alemania como el mayor exportador de turistas sexuales, seguido por Estados Unidos, Australia, Francia y Nueva Zelanda.

Una denuncia sobre las decenas de miles de niñas y niños desamparados en territorio norteamericano fue expuesta en un editorial del The New York Times –uno de los de mayor circulación en esa nación-, en el que afirma que “en Estados Unidos se ven arrastrados a la prostitución para sobrevivir, y son procesados como delincuentes por las autoridades”.

El Times afirmó que cada año ingresan a las calles un millón 500 mil niños y de ellos decenas de miles caerán en las redes del negocio del sexo y venderán sus cuerpos. De acuerdo con estimados del gobierno federal, dijo, el promedio de edad de las pequeñas que ejercen la prostitución en suelo norteamericano está entre 11 y 14 años, e incluso no son pocas las de nueve que incursionan en el negocio carnal”.

“El Congreso debe revisar la Ley de Protección de las Víctimas del Tráfico (humano), para conceder a los infantes en Estados Unidos las mismas garantías que son dadas en casos similares en otras partes del mundo”, afirmó el editorial del gigante mediático.

Sin embargo, el Congreso nada ha hecho. Y las denuncias continúan. El diario La Opinión de Los Ángeles desenmascaró en fecha reciente las redes de prostitución infantil estadounidense, una acción que destapa la doble moral de la Casa Blanca cuando acusa a otras naciones de tal delito o trata de ignorar que gracias a la pobreza que genera su política neoliberal, los pobres deben emigrar precisamente hacia su territorio, en el que no impera precisamente la moral y la ética.

El rotativo de California explicó que “las prostitutas son el escalafón más bajo de las células y muchas son traficadas a lo largo del Estado”. Cita las versiones de decenas de vecinos del sur de Los Ángeles, los que exigen la disolución de la red de prostitución infantil propiedad de pandillas que “ahora trabajan con niñas de hasta 12 años” compradas en las calles a proxenetas.

En junio del pasado año, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) detuvo a 104 individuos sospechosos de proxenetismo como parte de una operación denominada Cross Country, que incluyó a dos mil 500 funcionarios del orden público estaduales y federales.

Tres días duró la redada que comprendió 57 ciudades del país, y las autoridades solo lograron salvar a 79 niñas entre 13 y 17 años que vivían en régimen de esclavitud.

En fecha reciente, el derechista senador Bob Menéndez, quien no cesa en sus ataques contra la Revolución cubana y su pueblo, se vio involucrado en un escándalo de prostitución infantil, comprobado durante una redada que se hizo en el negocio de un oculista dominicano en West Palm Beach, llamado Salomón Melgen. De ello existen pruebas de fotos de Menéndez con las chicas dominicanas.

Esa es la realidad de Estados Unidos, un país donde las niñas y los niños pobres constituyen el lado oscuro de una sociedad cuyas autoridades y medios de prensa pocas veces dejan ver por las hendiduras.

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