Es conocido que después de la creación del Partido Nacional Sudafricano en 1948 con su política de segregación racial conocida por el apartheid, Mandela cobra importancia dentro del Congreso Nacional Africano, especialmente en la Campaña de desobediencia civil de 1952 y en el Congreso del Pueblo de 1955 devenido programa principal en la causa contra la discriminación étnica.
Se sabe que por sus actividades revolucionarias entre 1962 y 1990 estuvo en prisión, y que en la cárcel estudió por correspondencia a través del programa externo de la Universidad de Londres, obteniendo el grado de Licenciado en Derecho; y hasta llegó a ser nombrado para el cargo de Rector de esa Universidad en las elecciones que a esos efectos tuvo lugar en 1981, aunque sin triunfar en esa contienda.
Menos conocido es que en su cautiverio el servicio secreto sudafricano preparó una falsa operación de fuga en 1969 con el objetivo de asesinarlo a partir del pretexto de una recaptura. Pero -paradojas de la vida- la inteligencia británica tuvo conocimiento del complot y frustró tal patraña.
No obstante, resulta público que una vez en libertad lideró la lucha para conseguir una democracia multirracial en Sudáfrica, aspecto que se consiguió en 1994 con las primeras elecciones que le llevó a la Presidencia de su país desde ese año hasta 1999.
También, que ha recibido más de 250 premios y reconocimientos internacionales durante cuatro décadas, incluido en 1993 el Premio Nobel de la Paz y alrededor de medio centenar de Doctor Honoris Causa por distintas Universidades de varios Continentes.
Entretanto, su amistad hacia la Mayor de las Antillas ha sido cristalina.
Recuerdo con nitidez su visita a nuestro Caimán Verde en Julio de 1991. En la ocasión, pronunció un discurso el día 26, aniversario 38 del Asalto a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en la occidental provincia de Matanzas, en el que resumió el significado de nuestro país para su Patria Grande: “El pueblo cubano ocupa un lugar especial en el corazón de los pueblos de África” —manifestó.
Con firmeza suprema e inconfundible reciprocidad, en un mensaje que le envió el entonces Presidente Fidel Castro casi dos décadas después, figura: “Viejo y prestigioso amigo, cuánto me place verte convertido y reconocido por todas las instituciones políticas del mundo como símbolo de la libertad, la justicia y la dignidad humana”.
Es el amigo de siempre, quien tiene en su haber el honroso galardón que constituye el hecho de haber sido declarado persona non grata por el gobierno de la república bananera de Miami, precisamente por ser fraternal con Cuba Socialista y su Líder Histórico.
Así, apenas he atinado a escribir algo amanera de humilde homenaje personal a Mandela —por muchísimo Héroe de la Dignidad—, consciente de que ninguna palabra refleja cuánta verticalidad humana puede estar impregnada en esta personalidad de dimensión verdaderamente universal.