Marta Navarro - Pikara Magazine.- La autobiografía de esta activista afroamericana (1), condenada a cárcel pese a lo contradictorio de las pruebas, recuerda cómo fueron los movimientos revolucionarios que lucharon contra la segregación racial, la guerra sucia del FBI contra ellos, y transmite la fuerza y ternura de este personaje extraordinario.


«Había luces y sirenas. Zayd estaba muerto. Mi mente sabía que él estaba muerto. El aire era como cristal frío. Se alzaban enormes burbujas y estallaban. Cada una parecía una explosión en mi pecho. Me sabía la boca a sangre y a tierra. El coche daba vueltas a mi alrededor. Poco después, se apoderó de mí algo parecido al sueño. De pronto, me parecía oír algo como disparos. Pero perdía la conciencia y soñaba. De repente, se abrió la puerta de par en par y me sacaron a rastras a la acera. Me empujaron y me dieron puñetazos, un pie en la cabeza, una patada en el estómago. Había policías por todas partes

Así empieza la autobiografía de Assata Shakur, describiendo el accidente que cambió radicalmente su vida.

Nacida como Joanne Deborah Byron un 16 de julio de 1947 en Nueva York, Assata Shakur fue considerada por el FBI como una de las diez terroristas más peligrosas de Norteamérica. La agencia federal de investigación llegó a ofrecer hasta dos millones de dólares de recompensa por alguna pista sobre su paradero.

Shakur estudió en el Manhattan Community College, donde estuvo involucrada en diversas luchas. En 1970 se unió al Ejército Negro de Liberación (Black Liberation Army), “una organización político-militar, cuyo objetivo principal era luchar por la independencia y la autodeterminación de los afroamericanos en los Estados Unidos.

En mayo de 1973, Shakur fue detenida en la autopista de New Jersey, junto a dos miembros de las Panteras Negras, por conducir un vehículo con una luz trasera rota. Según la policía, Assata abrió fuego contra los agentes, iniciando un tiroteo en el que fallecieron Zayd Shakur y el agente Foerster y en el Assata Shakur y el otro agente resultaron heridos. Fue trasladada al hospital en estado crítico donde la esposaron a la cama, mientras las autoridades locales y la policía federal la interrogaban acerca del tiroteo en el que resultó muerto un policía blanco.

Escena del documental Black Panthers de Agnes Varda, filmado en Oackland (California) en 1968

Tras cuatro años de cárceles en condiciones extremas, sufriendo palizas y torturas, Assata fue condenada en un juicio lleno de pruebas contradictorias. Un ejemplo: le dispararon en la clavícula cuando estaba sentada en el coche y tenía los brazos en alto. Según los expertos Assata no tenía residuos de pólvora en sus dedos, ¿cómo pudo entonces disparar? Todo el juicio estuvo lleno de dudas, demasiadas. Pero la administración no estaba dispuesta a dejarla libre, aunque fuera inocente. El racismo juzgaba sentencia sobre ella, como lo había hecho antes con otros activistas de las Panteras Negras. Un dato esclarecedor: mientras esperaba el juicio de New Jersey, el resto de cargos que la habían convertido en fugitiva hasta culminar en el tiroteo de la autopista fueron rechazados por falta de pruebas; los casos fueron sobreseídos o concluyeron con un veredicto de inocencia y, sin embargo, las condiciones físicas en que se la mantuvo fueron empeorando. La manipulación de los hechos por parte de los medios de comunicación se convirtió en un sustituto de la realidad. Ninguna de las absoluciones recibió cobertura mediática. Condenada a cadena perpetua en 1977, Assata consiguió escaparse de la prisión de Clinton. El 2 de noviembre de 1979, finalmente viajó a Cuba, donde obtuvo asilo político y donde reside en la actualidad.

En 1987 escribió esta autobiografía dura, pero también llena de ternura, de recuerdos, de fuerza, la fuerza de una mujer que se declara inocente y que nos cuenta cómo fueron los movimientos revolucionarios que lucharon contra la segregación racial, o cómo la brutalidad del sistema penitenciario reproducía el semiesclavismo, o la eterna guerra sucia del FBI desbaratando las organizaciones de izquierda que surgieron de la contracultura. Destrozando todo lo que podía rebelarse contra el sistema.

Pero sobre todo esta autobiografía nos descubre a un personaje fuerte, lleno de vida, tierna y poderosa al mismo tiempo, una mujer extraordinaria. El complicado parto en la cárcel, el reencuentro con la abuela, una enigmática mujer que hace que se cumplan los sueños, los meses de castigo en celdas de aislamiento, las compañeras con las que se va encontrando y con las que establece interesantes vínculos, y el momento en el que decide huir de la cárcel y empezar a vivir. Como dice en su prefacio Angela Davis, Assata nos ofrece en este libro regalos de valor incalculable, esperanza e inspiración, pero además es un libro imprescindible para conocer los acontecimientos revolucionarios de los años sesenta. El prólogo es de Lennox S. Hinds, que fue director nacional del Congreso Nacional de Abogados Negros, organización que defendía a los activistas negros desde su fundación en 1968.

(1) El libro ha sido editado por Capitán Swing.

A mi madre (fragmento del poema)

A mi madre,

que se ha tragado el sueño amerikano

y se ha ahogado con él.

A mi madre.

cuyos sueños han luchado entre ellos

y han muerto.

Que ve,

pero no puedes soportar ver.

Un volcán que come su propia lava.

A mi madre,

que no pudo convertir

el infierno en paraíso

y se echó la culpa.

Que siempre ha visto

reflejado en su espejo

un patito feo.

A mi madre,

que no exige nada a nadie

porque piensa que no puede permitírselo.

Que piensa que su dinero habla

más alto que su feminidad.

A mi brava madre

que siempre

se ha ocupado de todo.

Que nunca se ha deslizado

perezosamente a dormir

pensando “él se ocupará”.

Ha urdido tanto,

que a veces ha urdido contra ella misma.

A mi dulce, tímida madre.

Que no está cómoda con la gente

porque no sabe cómo ser falsa,

y tiene miedo de ser auténtica.

Que ha suspirado con jardines esculpidos

cuyo tieso

muere lentamente en el alféizar de la ventana.

Assata buscada por el FBI

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