Raúl Antonio Capote - Granma.- El «Proyecto para un Nuevo Siglo Americano», documento insignia del verdadero poder para extender el imperio estadounidense al resto del mundo, está basado en la doctrina de «la guerra preventiva» con carácter global y permanente.


El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acaba de firmar el 13 de agosto un presupuesto militar de 716 000 millones de dólares para el año fiscal 2019, lo cual representa 16 000 millones más que en el 2018, uno de los mayores aumentos de presupuesto de defensa en un solo año en la historia de EE. UU.

«Tenemos 716  000 millones para entregarles los mejores aviones, los mejores barcos, los mejores tanques y misiles en cualquier lugar de la Tierra», ha dicho Trump durante su discurso en Fort Drum (Nueva York), donde estampó su firma a la ley presupuestaria que aprobó el Congreso a principios del verano.

«Necesitamos a nuestras Fuerzas Armadas. Tienen que ser perfectas», afirmó Trump en el acto donde estuvo acompañado por el jefe del Pentágono, James Mattis, y el vicepresidente estadounidense, Mike Pence.

Entre 1988 y el 2015 el gasto militar mundial aumentó un 12 %. La participación de EE. UU. en el gasto militar total era del 32,7 % en 1988,  en el 2015 llegó al 34,9 % y ha seguido en aumento a pesar de que ha exigido a los países miembros de la OTAN un incremento de sus presupuestos militares.

Se estima que, si sumamos todas las cifras de todos los países del mundo en presupuesto militar, dos millones de dólares son gastados por minuto en esta materia.

Estados Unidos posee un total de 200 000 militares desplegados en el extranjero, en 177 países.  El pasado mes de julio la Cámara de Representantes del Congreso instruyó a la Agencia de Defensa Antimisiles (MDA), que forma parte del Departamento de Defensa, comenzar de inmediato a desplegar en el espacio sistemas de monitoreo e intercepción de misiles. Con esta instrucción, Washington pretende recrear su programa de la década de 1980 conocido como la «Guerra de las Galaxias».

¿Qué sustenta, una vez concluida la llamada Guerra Fría, ese incremento incesante de los gastos militares por parte del imperio estadounidense? Las voces del hard power son más desinhibidas a la hora de recomendar el rol de Estados Unidos en la esfera mundial. Por ejemplo, Irving Kristol, teórico del conservadurismo más beligerante, dio por sentado un «Imperio Americano eterno», en concordancia ideológica con la doctrina del Destino Manifiesto.

«Uno de estos días el pueblo americano se va a dar cuenta de que nos hemos convertido en una nación imperial... Sucedió porque el mundo quería que sucediese». En su elaboración de esta curiosa explicación señala que «una gran potencia puede encontrarse con obligaciones sin pretenderlas explícitamente».1

El Dr. Richard Haass, antiguo consejero especial del presidente George Bush, en su libro titulado The Reluctant Sheriff, recomienda que Estados Unidos se convierta en el sheriff global.

Después del 11 de septiembre del 2001, un grupo de iniciativas lideradas por la historiadora Lynn Cheney y relacionadas con el papel de sheriff global de EE. UU. comenzaron a tomar cuerpo. Ya desde antes en la Olin Foundation2 se debatía sobre el «fin de la historia», tema que puso sobre el tapete

Francis Fukuyama, mientras que Samuel Hunttington planteaba su tesis del «choque de civilizaciones».

Los neoconservadores practicaron una política de miedo, de aterrorizar a la población estadounidense a partir de la manipulación mediática de los mensajes y a partir de una visión paranoica de la realidad. Esa creación artificiosa del miedo ha desarrollado un camino común con los propios ideólogos del smart power: crear ficciones capaces de mantener a la masa unida en torno de un objetivo; un objetivo que unifique el espíritu americano frente al enemigo común.

Los guerreros neocons quedaron muy mal vistos durante el gobierno de George W. Bush. La imagen de EE. UU. estaba seriamente afectada. Se necesitaba un cambio, del hard power (poder duro) al smart power (poder inteligente). El smart power no es otra cosa que la combinación estratégica del soft power, muy mal aceptado por los Halcones, con el hard power de capa caída después del gobierno de George W. Bush.

Las contradicciones entre los neocons, el smart power, fueron solo externas, de imagen pública, nada más. El poder inteligente sonaba atractivo a oídos numerosos después de tanto «poder bruto». Ahora, con Donald Trump, el verdadero poder, en el gobierno, hace uso de la imagen dura de un presidente, que no es un representante, sino un miembro de ese verdadero poder.

¿Qué diferencia existe entre George Bush preparando el ataque a Irak y ejecutándolo como Emperador de los ricos y poderosos supermultimillonarios White Anglo-Saxon Protestant (WASP) y Barack Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos creando el escenario para invadir a Libia o a Siria y la actitud y acción de Donald Trump contra el gobierno legítimo de Bashar al-Assad?

El expresidente de Estados Unidos, George W. Bush, declaraba que actuaría militarmente en caso de que Irak se negara a eliminar sus armas de destrucción masiva y consideraría el régimen de Bagdad «una amenaza para Estados Unidos».

El 20 de marzo del 2003 Estados Unidos y el Reino Unido iniciaron la invasión de Irak por tierra, tras intentar los estadounidenses acabar con Saddam y su plana mayor en un ataque selectivo de misiles Tomahawk disparados desde varios buques.

Obama declaró el 28 de agosto del 2013, que no había querido implicarse militarmente en el conflicto civil sirio, que ya duraba más de dos años, pero advirtió de que si el régimen de Assad usaba armas químicas contra su propio pueblo, «eso cambiaría nuestros cálculos». «Las razones no solo están relacionadas con las normas internacionales, sino con el núcleo de los intereses de Estados Unidos», indicó el presidente.

Donald Trump ordenó el 6 de abril del 2017 el lanzamiento de un ataque con misiles en ciertos puntos estratégicos de Siria, justamente como respuesta al supuesto uso de armas químicas por parte del gobierno de Bashar al-Assad.

En un discurso televisado en el portaviones USS Abraham Lincoln, George W. Bush anunció en el 2003 que «las principales operaciones de combate en Irak, habían concluido». ¿Veremos también al presidente Trump en traje de piloto sobre un portaviones anunciando la victoria sobre otro de los rincones «oscuros» del planeta?

«El objetivo es crear un sistema mundial para expandir la hegemonía global, controlado por los amos de las finanzas angloamericanas y los poderosos tentáculos de su red de instituciones globales, llevados por su obsesión megalómana, y ayudados por sus políticas maltusianas, dirigidas a conseguir el control de la población, el control industrial y el monetario».3

El «Proyecto para un Nuevo Siglo Americano», documento insignia del verdadero poder para extender el imperio estadounidense al resto del mundo, está basado en la doctrina de «la guerra preventiva» con carácter global y permanente.

Para ello es necesario entrar en nuevos escenarios de guerra con una superioridad tecnológica abrumadora frente a países débiles, pero sumamente valiosos desde el punto de vista estratégico para EE. UU.

El plan existe, el verdadero poder lo lleva a la práctica sin importar cuál de las fachadas de ese poder esté en el gobierno. La misión es hacer cumplir los objetivos de dominación global: América Latina –Venezuela, por ejemplo–, África del Norte, Oriente Medio,  Europa, Asia, en fin.

Pretextos similares, los mismos intereses, medidas iguales. ¿Qué ha cambiado? Nada, el imperio se arma hasta los dientes para hacer posible su sueño dorado Stars and stripes, forever (estrellas y rayas, por siempre).

1 Irving Kristol. The Emerging American Imperium, Wall Street Journal, 18 de agosto de 1997, p. A-14.

2 Fundación estadounidense John M. Olin, establecida en 1953 por John M. Olin, presidente de los negocios de manufactura de químicos y municiones de Olin Industries

3 lamoscaroja.wordpress.com/ 2012/08/03/siria-un-escenario-prefabricado-para-la-guerra/

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