Mesa Redonda.- El reciente informe de la ONG OXFAM “El Virus de la desigualdad” muestra cómo en medio de la pandemia de la COVID-19 ha crecido la inequidad, mientras la ONU y la OMS llaman a la solidaridad frente al enorme desafío sanitario, económico y social. Sobre este tema se hablará en la Mesa Redonda de este martes.


El virus de la desigualdad o la desigualdad en el virus

Dos informes advierten una verdad, la letal pandemia de la Covid-19 ha acrecentado las inequidades y diferencias globales y aunque cualquiera puede enfermarse, los de menores ingresos suman mucho más en las estadísticas, son más pobres y tendrán menos acceso a la esperanzadora vacuna…

Juventud Rebelde

OXFAM ha sido categórica, la riqueza combinada de las diez personas más ricas del orbe podrían pagar las vacunas para inmunizar a todo el mundo. Al mismo tiempo, la Organización Internacional del Trabajo afirmó en un reporte que la pandemia de la COVID-19 ha provocado la pérdida de 255 millones de empleos.

La inequidad social, la desigualdad de oportunidades para acceder a bienes y servicios como vivienda, educación o salud están entre las consecuencias acrecentadas por la situación sanitaria del mundo, donde más de 103 millones de personas han enfermado y más de dos millones han fallecido, y se sigue contando, mientras las vacunas que ya se utilizan, las que no alcanzan y son objeto de disputas entre países del primer mundo que pueden pagarlas y están entre sus fabricantes, parece que no se están distribuyendo con equidad…

Razón tienen quienes le han llamado el virus de la desigualdad. Estos son algunos datos que lo evidencia. El reporte de Oxfam se titula «El Virus de la Desigualdad: Reunir un mundo desgarrado por coronavirus a través de una economía justa y sostenible», y en él se anuncia todo lo que significa y se necesita.

Paul O’Brien, vicepresidente de Oxfam America, en entrevista a Democracy Now, destacaba de la situación de la pandemia: «las diez personas más ricas, terminaron ganando medio billón de dólares durante la pandemia. Los mil más ricos obtuvieron de vuelta todo el dinero que perdieron en la pandemia, y llegaron al mismo nivel de riqueza en nueve meses. Pero al mismo tiempo, ha sido desastroso para las personas en el extremo de la pobreza».

El informe de esa confederación internacional formada por 19 organizaciones no gubernamentales, que realizan labores humanitarias en 90 países bajo el lema «trabajar con otros para combatir la pobreza y el sufrimiento», según la describen en internet, advierte que frente a esas ganancias exorbitantes de los multimillonarios la gente pobre no se recuperará de la crisis económica y sanitaria al menos en una década. Si lo logra, habría que acotar.

«En todos los países que miramos, la desigualdad ha empeorado durante la pandemia», agregó O’Brien.

De esa crisis económica y la lenta salida de la misma, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) puntualizaba que solo en la región provocará el cierre de 2,7 millones de empresas y unos 8,5 millones más de trabajadores perderán sus trabajos, en una emergencia que ya en 2020 había llevado a una caída notable del crecimiento y a la contracción económica.

La recuperación económica será frágil y desigual, es la previsión punzante de la Cepal; la conclusión dolorosa para millones de latinoamericanos y caribeños que ya atravesaban un crecimiento limitado, al que ahora suman consecuencias de la pandemia como la menor exportación de materias primas y el desplome del turismo, entre otros índices en baja.

La secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, agregaba otros datos significativos y en rojo: 54 por ciento de la fuerza laboral de la región no cuenta con una protección social, ni tiene acceso a los servicios de salud pública.

De esa proporción, el 57 por ciento son mujeres, y este índice añadía un agravante que se reproduce en otras regiones del mundo, incluso en países desarrollados.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) también llevó sus preocupaciones al 51er. Foro Económico Mundial de Davos, que se reunió de manera virtual y no en su habitual retiro nevado de los Alpes suizos.

A nivel global, la pandemia le costó a los trabajadores en 2020, la pérdida de 3,7 billones de dólares en sus ingresos y la destrucción del equivalente a 255 millones de empleos; este impacto es cuatro veces mayor al que provocó la crisis financiera global de 2009, informó la OIT.

Pero la reunión cumbre de políticos, empresarios y representantes de organizaciones sociales y culturales que esta vez no  transcurrió como es habitual en La montaña mágica de Thomas Mann, no aporta precisamente soluciones prodigiosas en un momento perentorio para el planeta. Por el contrario el rebrote generalizado del coronavirus, e incluso las nuevas cepas, destacaron las viejas debilidades de los sistemas de salud en todo el mundo, las injusticias, la inaccesibilidad a una atención médica y a una vacunación que debiera ser para todos.

Quedó aplastado por una avalancha el que fue lema, «el Gran Reinicio», y en este enero de 2021, tal y como en la novela del gran escritor, los problemas discutidos en el Foro Davos y la poca intención de abordarlos desde lo que es justo, pueden ser vistos como la decadencia de un modo de vida donde prima el egoísmo de quienes solo cuentan beneficios en sus finanzas por sobre la salud mundial.

La pandemia es lo coyuntural, aunque de una gravedad extrema, por eso su combinación con los problemas estructurales, los mismos de año tras año, multiplican los efectos de la inequidad.

Compruébelo en estas declaraciones de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, cuando el bloque intensificó un seguimiento más estricto de las exportaciones de vacunas a países fuera de la unión, como es el caso del Reino Unido, porque habían invertido miles de millones de euros y que «las empresas ahora deben entregar» sus vacunas a los 27 estados miembros. «(…) Estableceremos un mecanismo de transparencia de las exportaciones de vacunas. Europa está decidida a contribuir. Pero también significa negocios».

En definitiva esa es la verdad transparente, la UE es una unión de países ricos de elevado nivel de ingresos, que alberga a 342 multimillonarios; sin embargo, también residen allí 123 millones de personas en riesgo de pobreza, reportaba Oxfam.

¿Qué dejamos entonces para la siempre postergada África? Cyril Ramaphosa, presidente de la Union Africana y de Sudáfrica —uno de los países más afectados por el coronavirus—,  durante su intervención en la 51ra. edición del Foro Económico de Davos, criticó con toda razón lo que definió como «el nacionalismo de las vacunas», la puesta en práctica de esa actitud egoísta e inhumana de acaparamiento, que obstaculiza una equitativa distribución de las vacunas.

«Los países ricos del mundo salieron y adquirieron grandes dosis (…). Algunos incluso adquirieron hasta cuatro veces más de lo que necesita su población excluyendo a otros países», una denuncia que unió al comentario sustancial: se «espera un aumento de la pobreza por primera vez en décadas» y agregó:  «los desafíos que enfrentamos no fueron creados por el virus, fueron creados por nosotros».

Usted y yo no somos «nosotros», está claro quiénes entran en esa categoría en la actual pandemia y en los males ancestrales de ese continente, las naciones más poderosas del mundo que fueron imperios coloniales o lo son neocoloniales.

La agencia noticiosa AFP comentaba al respecto que los acuerdos bilaterales entre gobiernos y las empresas fabricantes de vacunas contra el virus de la Covid-19, podrían elevar los precios del fármaco y limitar su suministro para algunas regiones.

Por supuesto no es la UE la única en ese acaparamiento, donde se lleva las palmas Estados Unidos y aquella promesa-amenaza de Donald Trump de que su país sería el primero en inmunizarse y la disposición a comprar todas las vacunas que se produjeran en el mundo.

Ramaphosa ratificaba la denuncia necesaria: «Nos preocupa el nacionalismo de las vacunas (…). Los países ricos del mundo se están aferrando a estas vacunas y nosotros decimos: liberen el exceso de vacunas que han pedido y acumulado».

Reuters informaba estos días que Reino Unido ordenó 367 millones de dosis de siete vacunas diferentes para su población de aproximadamente 67 millones de habitantes, y la Unión Europea aseguró casi 2 300 millones de dosis para una población de 450 millones de habitantes.

Sin embargo, el continente africano con unos 1 300 millones de habitantes apenas completaba 600 millones de dosis de la vacuna internacional Covax, bajo el tutelaje de la OMS, y que  también está siendo solicitada por los países ricos.

Estamos ante la presencia ratificada de la desigualdad en medio del terrible coronavirus.

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