Humberto Robles - Somoselmedio.- En septiembre pasado estuve una vez más en La Habana, nombrada ciudad maravilla del mundo moderno que este año celebra sus 500 años de fundación, sin embargo la situación en la isla fue diferente a la de otras ocasiones debido al recrudecimiento del inhumano bloqueo impuesto por Estados Unidos a Cuba.
No olvidemos que se trata del bloqueo económico, comercial y financiero más prolongado de la historia, casi 60 años, cuyas afectaciones ascienden a 922 630 millones dólares. Si en la administración de Barack Obama hubo un giro favorable, se reanudaron las relaciones diplomáticas y hubo distensión entre ambos países, la actual administración ha vuelto a los peores momentos de la guerra fría.
A pesar de que una aplastante mayoría de los países de la ONU condena cada año el ilegal bloqueo y exige ponerle fin, el imperio mantiene su política unilateral y genocida. Desde 1959, ha hecho todo lo habido y por haber por destruir a la revolución cubana: la frustrada invasión de Playa Girón, sinnúmero de actos terroristas, guerras bacteriológicas, intentos de asesinatos a Fidel, mantiene una base militar en Guantánamo (convertida en campo de concentración), entre otras acciones que van en contra del más elemental derecho internacional. Siguiendo esta línea obsesiva y apoyado por la mafia anticastrista de Miami, este año el desequilibrado residente de la Casa Blanca activó el título III de la extraterritorial Ley Helms-Burton, extendió un año más el bloqueo, prohibió los viajes de los cruceros, los viajes grupales educativos, limitó las remesas y cercó a la isla para impedir la entrada de combustible, aumentando así su escalada agresiva. Y todo porque la mayor potencia bélica del planeta no le perdona a Cuba, como lo dijo Fidel en su discurso del 16 de abril de 1961, “¡Que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos!”.
Para muchos de nosotros Cuba ha sido y sigue siendo un ejemplo en América Latina y en el mundo: la educación y la salud son gratuitas, es el único país de Latinoamérica sin desnutrición infantil, tiene la esperanza de vida más larga del continente, el mayor número de médicos per cápita del planeta, es la única nación del mundo en alcanzar el desarrollo sostenible, el 100% de los niños acude a la escuela, cuenta con el plan de brigadas médicas internacionales, el arte y la cultura son asequibles para toda la población… los logros son enormes e innegables. Solo así se entiende que Estados Unidos y sus lacayos vean a Cuba como un peligro para su hegemonía y como una demostración de que el socialismo puede ser otra posibilidad frente al neoliberalismo, sistema que nos ha llevado a un presente donde está en peligro la propia existencia de la vida en la Tierra.
Uno de los motivos que me llevaron este año a La Habana –ciudad teatral– fue el de ver la puesta en escena “Sin pelos en la lengua” del Colectivo A Teatro Limpio, anunciado como un show cardiaco-crítico-místico-musical, que contiene dos monólgos de mi autoría (de la obra para cabaret “Divorciadas”), adaptada y dirigida por Hugo Vargas. Este montaje ha cosechado muy buenas críticas, se ha presentado en varios teatros habaneros y me correspondía verlo en el Teatro Bertolt Brecht, en el complejo cultural donde años atrás se presentó otra de mis obras, “El Arca de Noelia” dirigida por el también cubano Alexander Pajan. Sin embargo en cuanto Trump –en su delirio por revivir la Doctrina Monroe y el macartismo- ordenó el cerco para evitar la entrada de petroleo a la mayor de las Antillas, el gobierno cubano tuvo que enfrentar la coyuntura y tomar diversas medidas como suspender las funciones de teatro; esto a fin de ahorrar y evitar situaciones como las que se vivieron durante el Periodo Especial a raíz de la caída de la URSS y del boque socialista europeo.
Pero nada detiene a los cubanos que han resistido y luchado años contra el bloqueo y mucho menos al director Hugo Vargas quien rápidamente decidió representar los dos monólogos en La AKDmia, un hostal y estudio de danza de unos amigos muy cercanos, situado a un costado de La Habana Vieja. Asistimos unos cuantos invitados y vivimos una experiencia teatral como también deben ser las experiencias teatrales: representándose en un espacio no convencional e improvisando en el lugar, con todo lo que esto implica.
Para los espectadores fue un deleite seguir las vicisitudes de Jimena, la voluptuosa esposa a la que su marido no la toca, y las peripecias de Sor Simplicia, una monja que aunque esté casada con Dios, encuentra el verdadero amor en una de sus colegas. Los personajes fueron interpretados por Duleymis Otoreña y Ana Martín Pomares respectivamente, (esta última ganadora del Premio Caricato como actriz de reparto por esta obra), ambas con un desempeño excelente, llenas de energía y picardía cabaretera, que arrancaron las carcajadas y los aplausos de la concurrencia. Por mi parte, agradecezco infinitamente a Huguito, Duleymis y Ana Patricia por haberme brindado esta función especial. Es por estos momentos que uno da gracias a la vida y al teatro por darnos tanto. ¡Muchas gracias a mis amigos y colegas cubanos!
Todo lo anterior me lleva a concluir que, lo que este imperio en decadencia no puede bloquear son el ingenio, la creatividad y la resistencia del heróico pueblo cubano. Esperemos que algún día Cuba pueda desarrollarse plenamente sin tener que defenderse de las múltiples agresiones de la primera potencia bélica del planeta. Ojalá algún día las naciones del mundo logren que Estados Unidos ponga fin al bloqueo más criminal de la historia y lo obliguen a resarcir el daño propinado a las y los cubanos. Ese día tendremos un mundo mejor y más justo; mientras tanto, los que amamos a Cuba y a su revolución, seguiremos exigiendo el fin del bloqueo y el respeto a la autodeterminación de los pueblos.
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