Colectivo Senda - Diario16.- Como diversas organizaciones sociales de Andalucía acaban de recordarnos estos días, no han bastado que, durante 28 años consecutivos, ininterrumpidamente desde 1992, la Asamblea General de Naciones Unidas haya venido rechazando y exigiendo el levantamiento del Bloqueo Económico, Comercial y Financiero impuesto por EE.UU. a Cuba, y cuyo último pronunciamiento, del pasado mes de octubre, contó con el apoyo de 187 países, lo que supone el apoyo prácticamente unánime de la Comunidad Internacional.


Pocas cosas, añadimos nosotros, concitan en este mundo tan convulso tanta unanimidad como la exigencia de acabar definitivamente con una acción tan ilegal, injusta, punitiva y vetusta como la que después de 60 años continúa manteniendo EE.UU. contra Cuba.

Lo cierto es que, lejos de ello, el Gobierno actual de los EE.UU. lo ha ampliado y endurecido, activando nuevas medidas que están provocando un daño irreparable a nuestro hermano pueblo cubano, con el que se está cebando además en momentos extraordinariamente difíciles para el conjunto de la humanidad.

Hace ya algunos años, cuando Obama llegó a la conclusión del fracaso e inutilidad de la política estadounidense respecto a Cuba y asumió el reto de reconducir progresivamente sus relaciones, caminando hacía la normalización de las relaciones diplomáticas, quedó meridianamente claro, y todos fuimos testigos de ello, que Cuba apostaba decididamente en la misma dirección. Se reabrieron en ambos países las respectivas Embajadas, se ordenaron diversos asuntos migratorios, y se relajaron algunos de los aspectos más excéntricos del bloqueo. Fue la constatación más evidente de una de las grandes mentiras que durante años mantuvieron diversas fuerzas y personajes empeñados en desacreditar a cualquier precio lo que Cuba representa; la de que para justificar no se sabe muy bien qué “a Cuba no le interesaba el fin del Bloqueo”.

Cayeron muchas caretas, y toda esa nueva situación abrió importantes expectativas y esperanzas dentro y fuera de Cuba, pero la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca supuso, no sólo una paralización del camino iniciado, sino la vuelta atrás a la política de confrontación y de agresiones permanentes, bajo el pretexto de nuevas mentiras que sólo desde el odio y la revancha podrían entenderse.

Así, la Cuba que contribuye a la Paz en Colombia es tachada nuevamente de “patrocinadora del terrorismo”; la Cuba que se vuelca con ayuda médica en decenas de países, fundamentalmente con aquellos con menos recursos, es acusada de “explotación y tráfico de seres humanos”, la Cuba que respeta al extremo el trabajo de las misiones diplomáticas en su territorio y la diplomacia de paz, es señalada con dedo acusador como “violadora de la intimidad y seguridad del personal diplomático estadounidense”.

Nada nuevo, mentiras y más mentiras de los mismos que abandonan el Acuerdo de París contra el cambio climático; rompen el Acuerdo Nuclear con Irán; se desentienden de la UNESCO; levantan muros en México; amenazan a medio mundo con sanciones y agresiones belicistas; se prestan a la desestabilización e invaden la soberanía e independencia de los países que considera enemigos; promocionan dentro y fuera de su territorio la industria armamentística; se retiran de los históricos acuerdos de eliminación de mísiles nucleares de medio y corto alcance; abren, día sí y día también guerras comerciales contra China y otros competidores; provocan y maniobran indecentemente para impedir, de la mano de Israel, una salida digna al pueblo palestino.

Sin duda, una larga lista que haría interminable el artículo y que pone de manifiesto que el “asunto cubano” no es algo aislado o casual, sino por el contrario forma parte de una lamentable cadena de despropósitos de la actual administración Trump que está tensionando gravemente al mundo. En realidad, nos alineamos con aquellos que piensan que detrás de todo ello se encuentra un intento desesperado de los sectores más reaccionarios de EE.UU. por recuperar o ralentizar la pérdida de la hegemonía en diversos campos; algo que estamos convencidos que ya no se producirá. Es mucho lo que nos jugamos como humanidad y mientras antes lo asuman menos sufrimiento tendremos que soportar.
Llegado a este punto bastaría con exigir lo obvio, acabar con las mentiras y con el Bloqueo a Cuba, que en esta grave pandemia que nos azota, sufre, producto de ello, infinitamente más la gravedad de la situación y sus dificultades se multiplican. Mientras tanto, aunque a muchos pueda sorprenderles, estamos presenciando como Cuba se esfuerza por colaborar con los países que le reclaman su presencia médica o el suministro de medicamentos que, a falta de la vacuna definitiva, ayudan en buena medida a la recuperación de los afectados por el COVID-19; todo un ejemplo de verdadera solidaridad que parte del principio que solidaridad no es dar lo que sobra sino compartir lo que se tiene.

 

Opinión
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