José Alejandro Rodríguez - Juventud Rebelde - Tomado de Cubadebate - Foto: El popular.- Cuba se despereza, aún con la resaca de 2020 y sus consiguientes calamidades. Se despierta hoy como siempre, dispuesta a asumir el 2021 botando viejos lastres y oxidadas herramientas; asumiendo nuevas formas de vivir no exentas de complejidades, pero irreversibles ya a estas alturas. Cuba lo sabe, y comienza ya a dar sus primeros pasos con ese genoma indescifrable que siempre la ha puesto a prueba en el misterio de resistir y salir adelante. Eso que ahora llaman resiliencia.


El 2021 no será nada fácil. Tendremos todos que readaptarnos a un nuevo escenario, que exigirá grandes esfuerzos bajo un decrépito bloqueo estadounidense que ni sabemos si aflojará. De los cambios, no veremos los frutos de inmediato, si no gradualmente, si se hacen como Dios manda, y el espíritu de los propósitos cuaja bien abajo en el terreno decisorio: el municipio, el barrio, la empresa, el taller o el emprendimiento privado y cooperativo. Y con el consenso popular, no por decreto.

Todo sería más esperanzador si el ordenamiento ordena de verdad nuestro reguero económico, y la nueva estrategia se controla con un observatorio permanente, para detectar a tiempo los problemas resultantes de las anunciadas aplicaciones.

Para este nuevo año, un parteaguas en la construcción del socialismo cubano, mi sueño es que predomine el espíritu dialéctico con los pies bien puestos en la tierra, para no aferrarse a nuevos dogmas —que ya de eso sabemos demasiado— y reconsiderar a tiempo todo lo que demuestre su inviabilidad. Ese espíritu con que, por ejemplo, se revisaron las tarifas eléctricas y del gas, que ya energizaban la opinión popular.

De esa reconsideración brota una señal ineludible para la gestión gubernamental y la toma de decisiones: todo se valida y avanza mejor cuando pasa por los ojos y los oídos bien abiertos hacia los criterios del pueblo, el verdadero sostén de la Revolución, esa que necesita revolucionarse constantemente para retornar siempre a un Primero de Enero liberador. Es gobernar entre todos, con debates y diálogos para construir y no destruir. Es la búsqueda siempre de los consensos. La unidad en la diversidad.

La descentralización y diversificación de actores que deben acentuarse en el mapa económico cubano, con mayor protagonismo de las bases de la sociedad, constituyen un desafío. La horizontalización de nuestra estructura, con mayores potestades hacia abajo, inevitablemente gravitará hacia una mayor democratización de la economía, y por ende del entorno social y político. El movimiento sindical y otras organizaciones de la sociedad civil inevitablemente deberán transitar hacia esa contrapartida revolucionaria que siempre defendió el gran Lázaro Peña. Un contrapeso de la administración pública. Y el propio Partido Comunista de Cuba en el cual milito sin conveniencias acomodaticias, en esa dupla del centralismo democrático, también requiere ensanchar más el segundo componente sin abandonar el primero.

Al final, el gradual abandono del diseño verticalista de nuestra sociedad, y la descentralización que conllevará, replantean el papel del control y la prevención de los fenómenos adversos que puedan acumularse. La tarea de gobernar y prever, y sus consustanciales mecanismos contra el burocratismo paralizante, la corrupción y otras lacras y distorsiones de la sociedad, implican desburocratizar aún más las funciones de Gobierno, y sumarle el empoderamiento popular como antígeno de posibles desviaciones. Nada se logrará sin privilegiar el trabajo honrado, la decencia y la transparencia, la ley y el orden.

No complacerán estos criterios a quienes niegan abruptamente la posibilidad de mejorar el socialismo cubano. Pero yo prefiero seguir soñando que la Revolución debe revolucionarse, para ensanchar aún más los arrestos justicieros que, a costa de sus 20 000 muertos, nos trajeron hasta aquí. Venga el 2021, sin rencores ni odios.

(Tomado de Juventud Rebelde)

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