Embajada de Estados Unidos en Cuba. Foto: @CubaMINREX / Twitter


Andy Jorge Blanco - Cubadebate

Winnie Pooh salió junto a Piglet en busca del Woozle, un animal imaginario del cual ambos seguían sus huellas en la nieve. Al final se dieron cuenta que no hacían otra cosa que perseguir sus propias pisadas. No existía tal gamusino. El episodio animado es el punto de partida para explicar el efecto Woozle, producido cuando una afirmación no comprobada científicamente termina siendo verídica, incluso para expertos. Una mentira repetida tantas veces se convierte en verdad.

Sin embargo, esta no es una historia animada, aunque parezca de ciencia ficción. Los argumentos que han sostenido para defender la trama carecen de un respaldo científico y demuestran que la mentira –todos lo sabemos– tiene patas cortas por mucho que pase el tiempo.

Después de cuatro años, el pasado jueves 11 de febrero, el Departamento de Estado con sede en Washington, desclasificó un informe secreto sobre los supuestos ataques sónicos contra sus diplomáticos en La Habana. Desde que los incidentes se conocieron en febrero de 2017 no ha existido una sola prueba de que los funcionarios estadounidenses y sus familiares hayan sido víctimas de agresión alguna en territorio cubano. Quedó comprobado, una vez más.

Redactado en 2018 y conocido ahora, el informe asegura que “el mecanismo de la causa de las lesiones es actualmente desconocido. Desconocemos el motivo de estos incidentes, cuándo comenzaron realmente, o quién lo hizo”.

No obstante, la administración del entonces presidente Donald Trump aseguró a rajatablas y sin evidencias que la causa de los síntomas presentados por sus diplomáticos en Cuba (mareos, dolores de cabeza, pérdida auditiva, etcétera) era un “ataque acústico” del gobierno cubano.

Ese fue el pretexto para comenzar el desmantelamiento de la embajada norteamericana en la Isla a inicios de 2018. Toda una fabricación, una construcción social, el catalizador para dar un vuelco a las relaciones entre La Habana y Washington.

A la reducción al mínimo del personal diplomático en las embajadas de ambas partes y el cierre del consulado en la capital cubana, le siguieron el traslado de trámites a embajadas en terceros países, la suspensión de intercambios bilaterales, el bombardeo de información con la idea de que Cuba no es un lugar seguro, y las recurrentes alertas de viajes a los estadounidenses de visitar el país caribeño.

Y las pruebas para justificar todas estas medidas unilaterales contra la Isla, ¿dónde estaban?, o mejor dicho, ¿dónde están? ¿Sobre qué base sustentan la idea de que Cuba viola la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, relacionada con la protección de diplomáticos extranjeros acreditados en el país y sus familiares?

En octubre de 2019, el sociólogo Robert Bartholomew y el neurólogo Robert Baloh (ambos estadounidenses) publicaron en la revista británica Journal of the Royal Society of Medicine:

“Lo más importante es la ausencia de evidencia de que el personal haya estado expuesto a una fuente de energía o toxina”.

En el informe científico añadieron que “las afirmaciones de que los pacientes sufrían daños cerebrales y auditivos no están respaldadas por los datos”.

Sobre el terreno y tras varios meses de investigación y cuatro viajes a Cuba, especialistas del FBI tampoco obtuvieron ningún tipo de evidencia de que “los ataques sónicos” ocurrieron.

Las autoridades cubanas se mostraron, desde el inicio, en la disposición de trabajar mutuamente para esclarecer los incidentes. El gobierno de Trump se negó a los intercambios, y el acceso a información sobre los pacientes quedó vedado para los expertos de la Isla.

De hecho, uno de los 22 acuerdos entre las partes después del restablecimiento de las relaciones diplomáticas –hoy con escasa aplicación– incluye uno relacionado con la cooperación en materia de seguridad. La base estaba creada, y la tozudez de Trump contra los cubanos también. En octubre de 2017, el expresidente norteamericano afirmó, sin sonrojarse: “Creo que Cuba es responsable, realmente lo creo”. Desmentido again, míster.

La actuación de Washington –revela el reciente informe– se “caracterizó por la falta de liderazgo de alto nivel, la ineficacia de las comunicaciones y la desorganización sistémica”.

En Cuba no se ataca a ningún diplomático, ha reiterado Carlos Fernández de Cossío, director general de Estados Unidos de la Cancillería cubana y, aunque pareciera ser una verdad de perogrullo conocida por el mismísimo Departamento de Estado, la era Trump se enfrascó en jugar sucio y mentir.

En apenas cuatro años de mandato, el expresidente aplicó contra Cuba unas 240 medidas unilaterales que dañaron a los pueblos de ambos lados. Trump tuvo a la Isla como una obsesión, una piedra en el zapato que no pudo sacarse por mucho que intentó. No quiso –claro está– sacar a la luz la verdad sobre los supuestos ataques sónicos, más bien lo entorpeció. Su administración intentó que funcionara el efecto Woozle, pero hay jugadas que no salen bien y a veces nos pisamos nuestras propias huellas buscando otras.

Por lo pronto, se sigue quedando hueco uno de los obstáculos en el camino que dejó Trump para impedir el retorno a un mejor clima bilateral entre La Habana y Washington. Preciso resulta compartir y liberar informaciones sobre los sucesos con el fin de esclarecerlos, y trabajar juntos.

Devolverle a la embajada en Cuba sus servicios habituales con los beneficios que ello implica, y deshacer la aplicación del título III de la Ley Helms-Burton, por ejemplo, son algunas de las medidas que, por acciones ejecutivas, pudiera hacer el presidente estadounidense, Joe Biden, sin mediar el Congreso. A fin de cuentas –bien lo saben– Cuba no es una amenaza para Estados Unidos y avanzar en las relaciones bilaterales es lo que la mayoría quiere a ambas orillas.

 

Publicado hace tres años en Bohemia y Moncada

A propósito de “daños auditivos”: verde y con puntas… ¡guanábana!

Por Giraldo Mazola*

Aparte de mi vocación frustrada de ser médico tengo una instintiva atracción por las informaciones sobre afecciones en los oídos pues cuando me torturaron en el desaparecido Buró de Investigaciones en 1958, con lo que entonces se denominaba “teléfono” que consistía en que mientras el comandante Medina te sentaba frente a él y te preguntaba por tal o cual cosa, un fornido energúmeno se acercaba por detrás y te golpeaba simultáneamente con sus manazas por ambos lados de la cara para de esa forma afectarte los oídos.

Te aturdías completamente, te caías, perdías el equilibrio, el sentido de la dimensión y la coordinación y en el suelo no atinabas a cubrirte bien de unas patadas subsiguientes y cuando tratabas de levantarte calculabas mal el lugar de la silla en la que pretendías erguirte.

Durante unas semanas después en el Vivac me supuraba el oído izquierdo. Al concluir la guerra un especialista me examinó y me vaticinó que perdería inexorablemente la audición de ese oído.

Eso me lo ratificó el dolor fortísimo que sentía en ese oído al tomar aviones cuyos sistemas de presurización no eran perfectos en esos años.

Por algo que desconozco en otro examen años después se comprobó que mi audición de ese oído era mejor que la del otro y la cicatriz que debía existir en la membrana del tímpano no era visible. Por ello me convertí en un asiduo lector de asuntos relacionados con lesiones auditivas.

Al iniciarse esta inusual campaña sobre los “daños auditivos” que se habrían producido en un grupo de diplomáticos norteamericanos en Cuba, independientemente de la obligatoriedad de seguir atentamente tales noticias debido a mis funciones como diplomático cubano, mi antecedente personal con el tema, hizo que buscara otros detalles de la referida “agresión acústica”.

Teniendo en cuenta la extensa fabricación de falsos hechos utilizados por el gobierno norteamericano para justificar su más extensa lista de agresiones, mi primera reacción fue y sigue siendo que se trata de otra nueva y sin dudas original manipulación para llevar a cabo su propósito de revertir el curso actual de las relaciones 

Dada la extensa fabricación de falsos hechos utilizados por el gobierno norteamericano para justificar su más extensa lista de agresiones, mi primera reacción fue y sigue siendo que se trata de otra nueva y sin dudas original manipulación para llevar a cabo su propósito de revertir el curso actual de las relaciones entre ambos países.

Quienes volaron su acorazado Maine en la bahía de La Habana con dos tercios de sus tripulantes a bordo para iniciar la primera guerra inter imperialista o inventaron el incidente del golfo de Tonkín para desatar la agresión contra Viet Nam tal y como es objetivamente impugnable al leer los informes desclasificados de la CIA, o quienes pese a los informes de instituciones internacionales que revisaron palmo a palmo el territorio iraquí asegurando que no poseía Saddam Hussein armas de destrucción masiva, atacaron y ocuparon ese país sin que aparecieran, era de esperar que intentaran encubrir sus actuales decisiones de alterar sus relaciones con Cuba.

En su discurso ante la ONU, el Canciller Bruno Rodríguez fue enfático al declarar que Cuba ha cooperado con Estados Unidos para realizar una investigación al respecto y, sin embargo, no ha recibido datos sobre los síntomas concretos ni los cubanos han podido examinar a los diplomáticos afectados.

Luego, en la reunión sostenida, a propuesta de la parte cubana, con el secretario de Estado, Rex Tillerson, le advirtió de no tomar decisiones apresuradas que no se sustenten en evidencias ni en resultados investigativos concluyentes, lo instó a no politizar un asunto de esta naturaleza y le reiteró la solicitud de cooperación efectiva de las autoridades estadounidenses para llevar a buen término la investigación en curso sobre los alegados incidentes con diplomáticos de EE.UU. en La Habana.

Enfatizó que el Gobierno de Cuba no tiene responsabilidad alguna en los alegados hechos y cumple seria y rigurosamente sus obligaciones con la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, en lo que respecta a la protección de la integridad de los agentes diplomáticos acreditados en el país y sus familiares, sin excepción.

Sin embargo tres días después de dicha reunión decidieron retirar aproximadamente un 60 por ciento de su personal diplomático de Cuba y advirtieron a los viajeros norteamericanos que no deben visitar la isla debido a “ataques específicos” que han lesionado a los enviados estadounidenses.

Y tras esa medida, en una escalada evidentemente política  decidieron pedir el retiro de 15 diplomáticos cubanos de Washington.

Pareciera que la retórica anticubana vuelve a estar de moda tras la llegada a la Casa Blanca de un Gobierno republicano.

No es un secreto que la embajada de EE.UU. en Cuba y las de todo el planeta han sido siempre albergue de agentes de sus servicios secretos encubiertos como diplomáticos y por ahí pueden venir los tiros.

La causa de los incidentes o ataques acústicos parece comenzar a develarse.

Apareció una noticia en Estados Unidos donde un funcionario de la NASA, que pidió no ser identificado, informó que la agencia (así denominan a la CIA) estaba preparando una demanda contra la American Technology Corporation, fabricante de los equipos LRAD-RX que utilizan en La Habana para comunicarse con sus agentes.

La demanda está fundamentada principalmente en la afectación auditiva que dichos equipos han causado a un grupo de funcionarios y familiares de los mismos. Según el funcionario de la NASA, los equipos fueron adquiridos hace menos de un año.

Los funcionarios de la American Technology Corporation entrenaron a los que se encargarían de utilizarlos pero nunca dijeron que dichos equipos podían causar problemas auditivos. 

La demanda incluye la compensación económica por los daños recibidos a los que operaron los equipos y los familiares afectados. (Una tentación muy grande aún para los más disciplinados agentes)

En cuanto se conocieron los problemas auditivos de los operadores, la NASA ordenó no continuar utilizando el LRAD-RX pero esto implicó un cambio inmediato en los medios de comunicación con la agentura, lo cual requirió un gasto en la utilización de otras vías, que no estaba en su presupuesto.

El problema se ha complicado por la penetración del mar en la Embajada estadounidense en la Habana, debido al huracán Irma, ya que una parte del equipamiento quedó bajo las aguas del mar y aunque se había planificado el viaje a Cuba de un número de técnicos y especialistas para verificar las condiciones de los equipos, ahora se considera el viaje no tiene sentido.

En estos momentos se limitó el acceso del público a la Embajada para desmontar los equipos y envíalos a Estados Unidos para que, si es posible, sean revisados. 

Los expeditos y locuaces voceros de la Casa Blanca o del Departamento de Estado que hablan de todo no la han comentado ni siquiera cantinfleando como muchas veces.

Sin embargo en mi barrio se decía: Verde y con puntas… ¡guanábana!.

*Actualmente Embajador de Cuba en Namibia

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