Vista exterior del Centro de Inmunología Molecular, en La Habana, Cuba, el 4 de diciembre de 2019. ACN FOTO/ Ariel LEY ROYERO/ rrcc


Agustín Lage Dávila - Cubadebate.- Todos asistimos en estos días con justa emoción al reconocimiento dado por la Asamblea Nacional del Poder Popular a los científicos que trabajaron en el control de la pandemia de COVID-19 y a la condecoración como Héroes del Trabajo de los principales protagonistas; y escuchamos con satisfacción las cifras de reducción de la cantidad de pacientes y de los fallecimientos, y de incremento de la cobertura de vacunación en adultos y niños, que cada mañana nos anuncia el MINSAP.

Es, sin dudas, una enorme victoria de nuestro Pueblo, que será dulce para los muchos cubanos que aman, y amarga para los pocos (aunque existentes) que odian.

Ahora tenemos que emprender la tarea intelectual de interpretar a fondo la experiencia de la COVID y extraerle todas las enseñanzas posibles, para que nos deje también vacunas contra escepticismos (a veces también infecciosos), pesimismos y apatías al mirar el futuro de la Patria.

Los componentes de ese análisis imprescindible de las experiencias de la COVID son muchos, inabarcables en un solo texto, y se relacionan con el perfeccionamiento de nuestro sistema de salud, el potencial de la atención primaria, las fortalezas y debilidades del sistema de producción y distribución de medicamentos, la demanda de ciencia, la cultura de higiene y prevención, la comunicación social, el fortalecimiento del sistema de instituciones del Poder Popular, las ciencias sociales, el protagonismo de la juventud, la respuesta social ante las tendencias demográficas, las dinámicas familiares, la informatización y la capacidad de gestión de datos, y muchos otros temas que habrá que ir exprimiendo uno por uno para extraerles enseñanzas y propuestas prácticas de acción.

No intentaré generalizaciones, para las cuales carezco de conocimientos y de datos. Otros compañeros lo harán. Usaré entonces este breve espacio para llamar la atención sobre uno de los componentes de la respuesta cubana a la COVID, uno solo entre muchos, pero uno al que muchas veces no miramos con suficiente profundidad: LAS EMPRESAS.

Algunos se preguntarán: ¿Qué tiene que ver la COVID con los temas económicos y empresariales que están siendo al mismo tiempo objeto de debate intenso en la sociedad cubana?

Pues sucede que hay mucha relación entre ambos debates:

¿Porqué pudimos crear vacunas en tiempo récord?. ¿Porqué pudimos llevar la producción a escalas suficientes para cobertura total?. ¿Porqué pudimos aplicar masivamente interferones en las etapas tempranas?. ¿Porqué aparecieron rápidamente y se ensayaron en pruebas clínicas anticuerpos monoclonales y péptidos para el control de la inflamación sistémica de la COVID? ¿Porqué se montó con agilidad la producción de hisopos? ¿Porqué se logró diseñar y producir respiradores de alta tecnología?

Muy cierto es que teníamos (y tenemos) lo más importante: La gente. Científicos y tecnólogos preparados y expertos, motivados por su labor, y exponentes de los valores morales de la Revolución y el Socialismo.

Pero aun teniendo eso, no hubiese sido suficiente si hubieran sido individuos aislados, o vinculados por relaciones de mercado, y con visiones estrechas de su campo de trabajo. Las personas son el punto de partida, sin lo cual nada es posible, pero después, en un plano superior, están las formas concretas en que las personas se agrupan y trabajan. La sociedad humana es más, mucho más, que una suma de individuos.

La fortaleza de esta historia es que también estaban las empresas, desde antes de la COVID.

Y no empresas cualesquiera, sino empresas:

  • Que eran (y son) propiedad socialista del todo el Pueblo, representado por el Estado
  • Que emergieron muchas de ellas dentro del sector académico presupuestado y se transformaron después en empresas
  • Que incluían la investigación científica dentro de la gestión empresarial
    Que crearon capacidades de producción propias
  • Que asimilaban permanentemente nuevas tecnologías
  • Que lograban, muchas de ellas, cerrar un ciclo económico de investigación, desarrollo de productos, escalado productivo y comercialización
  • Que lograban, cada una de manera descentralizada, balances financieros positivos en moneda nacional y en divisa para hacer sostenible su operación.
  • Que hacían, muchas de ellas, su propia gestión comercial exportadora
  • Que implementaron complejos y modernos sistemas de aseguramiento de calidad y recibieron inspecciones regulatorias de Cuba y de otros países
  • Que desplegaron inserción internacional en todo el ciclo de desarrollo, mediante colaboraciones científicas, cadenas productivas internacionales y empresas mixtas en el exterior
  • Que luchaban por combinar, en sus estructuras superiores (Frente Biológico- Polo Científico- Biocubafarma), un balance adecuado entre coordinación estratégica y descentralización operativa
  • Que participaban en espacios de coordinación sistemática entre ellas y con organizaciones del sector presupuestado, tanto del sistema de salud como del sistema de ciencia, tecnología e innovación
  • Que habían formado decenas de cuadros para esas diversas y complejas tareas.
  • Que mantenían una comunicación permanente y bidireccional con los altos niveles de dirección del país, fruto de la atención directa que les dio el Comandante en Jefe Fidel Castro desde los momentos fundacionales.

Todo eso existía antes de la COVID. Llegada la pandemia, esa artillería pesada apuntó al coronavirus. E hizo blanco.

En el enfrentamiento a la COVID recogimos bien la cosecha, pero las semillas estaban sembradas, décadas antes.

La lección a aprender es que formar organizaciones es tan importante como formar personas, que las personas son diversas pero las organizaciones también, que las personas deben ser innovadoras pero las organizaciones también, que las personas no deben envejecer temprano, pero las organizaciones tampoco.

¿Es todo esto una singularidad de la biotecnología? Seguro que no. Es una historia que hay que repetir en las tecnologías emergentes de la informática, la inteligencia artificial, los macro-datos, la robótica, las nanotecnologías, los nuevos materiales, la manufactura aditiva, la energía inteligente, y otras tecnologías de avanzada que dibujan la llamada “cuarta revolución industrial”, y que quizás tienen hoy todavía la inmadurez que tenía la biotecnología mundial en los 80, pero que ya comienzan a “parir” sistemas empresariales.

Es el momento: los cambios en el contexto jurídico de la economía cubana (atribuciones de la empresa estatal, empresas de alta tecnología, parques tecnológicos, diversidad de actores económicos, pequeñas y medianas empresas, atribuciones de los territorios y otros) abren el camino.

Los jóvenes tendrán que recorrerlo. Y rápido.

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