Darío Machado Rodríguez - Rebelión.- El reciente pleno del CC Central del Partido, que pasó revista al estado de los acuerdos adoptados por el VIII Congreso, hizo énfasis en el trabajo político ideológico con un empeño renovador que cierre brechas entre este y la sociedad.
“Hacer política -dijo el compañero Díaz-Canel en la clausura del II Pleno- es entonces determinar las contradicciones que tenemos en la sociedad, estudiarlas, evaluar sus causas, evaluar y proponer soluciones; compartir con la población, tener en cuenta sus criterios; enriquecer, convencer, convocar, movilizar, participar y solucionar, y participar con efectividad también mediante un trabajo en red para cada uno de los temas que abordemos, evaluando resultados y después retroalimentando todos nuestros sistemas para perfeccionarlos”[1].
Soy consciente de que el fantasma de la inflación y los problemas que ella trae y la urgencia de crecer económicamente hacen parecer de momento irrelevante hablar de cualquier otra cosa. Pero están ocurriendo cambios simultáneamente y las MiPyMEs siguen y seguirán aumentando por lo que la vida de muchos cientos de miles de personas pronto girará en torno a la actividad privada.
Este desarrollo propicia la búsqueda de nichos de oportunidades a partir de la inteligencia y disposición de los cubanos emprendedores lo que multiplica la creatividad y conduce al surgimiento de muy disímiles formas de realizar el potencial productivo del país. Es una vía para hacer valer positivamente la participación social y por tanto un modo de democratizar la actividad económica ya que descargará de responsabilidades al Estado. No obstante, uno de los asuntos fundamentales que debe atender la actividad ideológica se refiere precisamente a la emergencia creciente de estos emprendimientos privados en la sociedad cubana, parte importante de los acuerdos de los últimos congresos del partido.
Un mínimo de historia
La motivación ideopolítica que condujo a la eliminación de los pequeños y medianos negocios (ahora llamados sintéticamente MiPyMEs) del sistema socioeconómico cubano en 1968 no estuvo huérfana de argumentos. Como parte de un enfoque integral de la construcción socialista en Cuba que dio en llamarse Ofensiva Revolucionaria y que abarcó todas las esferas de la vida del país, partía del propósito de suprimir toda forma de propiedad privada, base económica de las relaciones mercantiles típicas del modo capitalista de producción y con ello el sustrato económico de la ideología liberal. Ese enfoque se acompañó del criterio de que tales producciones y servicios podrían ser asumidos por emprendimientos estatales donde los productores ya no serían propietarios privados, sino trabajadores. Había idealismo y voluntarismo en esa decisión y la corrección de este enfoque se manifestó en el Informe Central al I Congreso del PCC en 1975.
Ocurrió que el Estado no estaba en capacidad de organizar el abundante entramado de tipos y formas de actividad. También se obvió la especificidad del carácter de las relaciones entre el propietario y el interesado en sus producciones y servicios, y hubo también una afectación de orden cultural, pues se rompió la cadena de saberes y experiencia local, comunitaria, familiar y en general la cultura que acompañaba a estos emprendimientos.
Los medios e instrumentos de trabajo celosamente cuidados por sus propietarios pasaron a ser administrados por personas que no tenían hacia estos ninguna relación de tipo técnico, mucho menos afectivo, burocratizándose la gestión de su mantenimiento y aprovechamiento. Lo que antes se resolvía de modo diseminado por los barrios y localidades, en una relación personal, directa, expedita, ahora se agrupó en un local, con un listado de precios y un administrador, que igual que administraba la reparación de calzado, administraba la de efectos electrodomésticos. El servicio se lentificó y perdió calidad a la vez que en no pocas ocasiones los encargados los privatizaban solapadamente.
¿Y qué cambia?
Las MiPyMes antes de la Revolución no gozaban de apoyo estatal ni existía un programa para su acompañamiento y para propiciar su desarrollo como importante actor económico y social, por más que resultaban la mayor parte de los emprendimientos del país. Por momentos hubo alguna intervención pasajera, pero en general resultaban en extremo vulnerables a los vaivenes de una economía abierta, dependiente y subdesarrollada como la cubana. Pero siempre estaban, se adaptaban y de alguna manera aunque fuere precariamente sobrevivían demostrando así su necesidad social.
Si bien es cierto que la propia revolución las eliminó en la segunda mitad de la década de 1960, no es menos cierto que solamente a partir de una revolución radical de la cual emergió un Estado de los trabajadores, las MiPyMEs como componente con derecho propio y no solo complementario del metabolismo socioeconómico nacional han podido encontrar ahora el reconocimiento y respaldo legal para su desarrollo en clave socialista y como parte necesaria en el plan integral de desarrollo del país. Es lo que está ocurriendo hoy.
Para ello necesitamos todos un cambio de mentalidad[2] y especialmente en el sistema productivo administrado por el Estado para comprender la envergadura de la necesidad de las MiPyMEs e interiorizar la justeza de la actual política. Se trata no solo de dejar a un lado prejuicios, sino sobre todo de comprender la importancia de su papel en la sociedad, estrechar lazos de cooperación tanto en lo tocante a la contratación de sus servicios, como a la acción integrada en función de la comunidad en la que ejercen su actividad económica unos y otros.
De igual manera entre los emprendedores privados se hace necesaria la comprensión de su papel social, de sus responsabilidades, de producir con calidad, cumplir con lo legalmente establecido y de su subordinación consciente a los objetivos de la sociedad en su conjunto.
¿Dónde está el principal desafío?
Mirado el asunto desde la finalidad de la construcción del socialismo, el propietario de una MiPyMe no es solamente un “privado”. Como ciudadano cubano que es, también es propietario colectivo de los medios de producción fundamentales del país, de las riquezas del subsuelo, de las propiedades socializadas y disfruta de las políticas socialistas que ven primero el interés social. Solo que esta última relación le llega mediatizada por el hecho de que es para todos por igual, mientras que la relación con su emprendimiento es individual y directa, y hay ahí, por tanto, una fenómeno contradictorio. Su cotidianidad está atada a su emprendimiento, es su asunto constante, su propósito ineludible, su principal preocupación. Sus planes de vida tienden a girar en torno a su negocio. Es ese negocio el que lo coloca en una posición diferenciada -independientemente de sus resultados- en el plano socioeconómico en la sociedad.
El condicionamiento que él (o ella) siente como propietario colectivo le llega en su condición de ciudadano del país, como los demás. Lo siente como algo “natural”, “dado” y ve a sus conciudadanos en situación de igualdad para intentar ser como él, o incluso más exitoso. Pero el otro condicionamiento, el que lo individualiza, el ser propietario privado, es constante. Y persiste el mismo factor que dio lugar a la socialización generalizada en 1968: el incremento de la propiedad privada y de las relaciones mercantiles supone un mayor influencia hacia el individualismo, el egoísmo y eventualmente el afán de lucro y repone el sustrato socioeconómico de la ideología liberal. Solo que el Estado revolucionario es consciente de la necesidad de aceptar el reto y encontrar los caminos de contrapeso ideológico y ético, amén de los controles financieros y legales.
Estamos analizando aquí el posible desarrollo a largo plazo de una nueva situación socioeconómica. Cómo se resumirá esa realidad en la actitud del propietario de una MiPyMe dependerá de un conjunto de factores: de su conciencia, de su modo de ser, de su compromiso ciudadano, de su concepto de la solidaridad, del modo y criterio con el que se distribuyen los resultados económicos de su emprendimiento, del carácter de los lazos de cooperación que a través de los encadenamientos construyan entre propietarios privados y entre estos y las empresas estatales, de los principios socialistas, del activismo político de los actores económicos, y de un sinnúmero de otros factores. Y hay que contrarrestar el eventual desarrollo de una sinergia que los lleve a auto-distinguirse como ciudadanos con un conjunto diferente de intereses frente a los del Estado que los representa a todos, a ellos también, e igualmente contrarrestar la tendencia a que sus planes y proyectos de vida se alejen de los de la sociedad y evitar que eventualmente conduzcan al desencuentro.
Estamos ante un hecho inédito, porque la voluntad política no es la de desentenderse de la conciencia de los actores económicos en cualquier actividad que se desempeñen sea estatal o privada y dejarlos compitiendo entre sí bajo reglas puramente mercantiles, sino fomentar los encadenamientos en clave de cooperación y con las miras puestas en el progreso y prosperidad del país, en la satisfacción de las necesidades de la población con respeto a esta, con calidad y accesibilidad, viendo el estímulo al aporte individual no solo como incentivo económico, sino en su connotación moral, dejando en pie el igualitarismo bueno que se expresa en la educación y la salud para todos por igual, en la seguridad social y la protección a los sectores vulnerables, y desterrando el igualitarismo nocivo, el que frena el desarrollo de un sano metabolismo socioeconómico socialista.
Obviamente, las leyes y normativas, el control institucional y popular, y la labor educadora, deberán contrarrestar las tendencias negativas, pero queda en pie tener siempre presente la influencia que ejerce el tipo de propiedad en el comportamiento de las personas.
Estos cambios no se proyectan del mismo modo con el que no es dueño o socio de una MiPyME, puesto que este trabaja bien para el Estado, bien para el dueño o los socios de una MiPyME.
Si trabaja para el Estado su relación laboral cotidiana pasa por los planes y propósitos colectivos de los cuales se encarga la empresa o entidad correspondiente. Su cotidianidad está constantemente relacionada con esos planes de orden social. Ahí los problemas son otros: lograr en el trabajador el sentimiento[3] de propietario colectivo, que se interese en el papel social de su trabajo, que participe conscientemente de los asuntos de su colectividad laboral, que asegure la productividad y la calidad, que se sienta comprometido con el presente y el futuro de su centro de trabajo, que lo sienta parte importante de su vida.
Si trabaja para el dueño o para la sociedad establecida en una MiPyME privada estará vinculado al éxito de un emprendimiento que no es suyo y de cuyo trabajo se benefician los propietarios, pero del cual también obtiene su sustento y el de su familia; de la habilidad y gestión del dueño o de los socios depende su remuneración. Por ello se identifican por separado trabajadores y socios. Este trabajador necesita que lo arrope el sindicalismo cubano, además de las leyes laborales.
Queda siempre en pie un asunto de principios: Para la práctica y la teoría de la construcción social de orientación socialista es un error pensar en las formas de propiedad desde un punto de vista exclusivamente económico. Y lo es doblemente, porque desdibuja la proyección estratégica y porque lo económico, si bien tiene su ámbito, reglas y especificidad social, es también político e ideológico por más que no lo quiera así el fundamentalismo economicista. Eso lo ha dejado claramente reafirmado el reciente pleno del Comité Central del Partido.
¿Qué ocurrirá?
Hay un pensamiento orgánico en nuestro partido y en nuestro Estado revolucionario acerca de la reforma estructural en curso y de los instrumentos políticos y jurídicos que deberán acompañarla. Hoy ya se trabaja conscientemente atendiendo a la necesaria articulación entre las actividades socio-económica, organizativa, jurídica normativa e ideológica política. Se expresa en nuestra Constitución, en la Conceptualización del Modelo, en los enfoques y acuerdos políticos en curso, que responden a la situación actual y que permiten esperar resultados concretos en la prosperidad y sostenibilidad del metabolismo socioeconómico del país.
En relación con la perspectiva a más largo plazo habrá que trabajar los posibles escenarios de la evolución del país bajo el impulso de la actual transformación estructural, y en este marco el papel de las MiPyMEs, teniendo en cuenta la situación internacional, tanto mundial como regional, para trazar una estrategia clara en lo tocante al papel regulador y orientador del Estado revolucionario.
En esa prospectiva hay que proyectar la evolución de un factor que deberá estar mediando entre la sociedad cubana y su entorno internacional: la voluntad nacional de no dejarse atrapar por la fuerza centrípeta del capitalismo senil y de ser una sociedad próspera, altamente competente, cooperativa, solidaria y humanista, culta, ajena al consumismo, a la ostentación y al lujo obsceno, protectora del ser humano, de la naturaleza y del medio ambiente.
Ahora solo es dable tener en cuenta que sería ingenuo pensar que estos cambios en materia económica no tendrán repercusiones en el orden ideológico y político. De hecho, es creciente el número de solicitudes para la creación de estas empresas, solicitudes en las que van predominando ampliamente las privadas. En las nuevas circunstancias, en las que se ha ido imponiendo en todo el país la comprensión del papel de las MiPyMEs, se han comenzado a naturalizar palabras como dueño, competencia y negocio. Todas ellas son susceptibles de análisis sociolingüístico. Su empleo y sus significados no solo reflejan la realidad, sino también la construyen. Me detendré ahora solo en la última de ellas.
El “negocio” y el negocio.
El término negocio es empleado cada vez más en la comunicación social con un significado, aún no diría que positivo, sino neutral, admitido.
Consulté varias fuentes acerca de la etimología de la palabra y es generalizada la coincidencia en ver su origen en la unión de dos componentes, el prefijo nec que refiere a la negación y otium que significa ocio. De manera que negocio literalmente significa: no estar sin hacer nada. Se infiere que negocio se interpreta como hacer algo útil. El lenguaje coloquial lo relaciona con una actividad económica lucrativa, como la vía para obtener dinero, ganancias.
Sin embargo, para la RAE este significado aparece solo en la tercera acepción: “3. m. Aquello que es objeto o materia de una ocupación lucrativa o de interés.” Antes define negocio como: “1. m. Ocupación, quehacer o trabajo y 2. m. Dependencia, pretensión, tratado o agencia.” Ninguna de las seis acepciones que distingue la RAE aparece marcada con un sesgo peyorativo.
La pagina Web Ecured.cu lo define de este modo: “Así pues se considera negocio a cualquier labor o actividad ejecutada con el fin de recibir dinero a cambio de esto, siendo entonces uno de los pilares para la economía de un país o nación, los negocios pueden variar dependiendo de la actividad que se realice. Sin embargo como actividad humana que involucre el dinero, los negocios se encuentran regidos bajo leyes que buscan el bienestar de las operaciones en una empresa, todos aquellos que infrinjan dichas leyes impuestas por cada país, es considerado como un negocio ilegal o fraudulento”.[4]
En Cuba, durante mucho tiempo, el término “negocio” (“negoceo” o “bisne”, su arrabalizada expresión prestada del inglés) tuvo una clara significación peyorativa que aun subsiste y que la mayor parte de las veces se identificaba con una actividad ilícita para ganar dinero fácil ya fuese robando o estafando a otros, especialmente al Estado. Hoy se ha comenzado a emplear el vocablo de modo natural en los medios y en la calle. Ello es, sin duda, un reflejo en la lengua cotidiana de la comprensión acerca de la necesidad de las MiPyMEs como un importante componente del entramado del metabolismo socioeconómico del socialismo cubano.
Sin embargo, sabido es que el mercado crece como la mala yerba, y si bien las relaciones mercantiles y la propiedad privada pueden jugar y de hecho juegan un papel positivo en el estímulo a la producción y la productividad tanto de bienes como de servicios, también estimulan la obtención mayor de ganancias, el afán de lucro y el individualismo, que pueden derivar en comportamientos socialmente negativos por lo que los nuevos negocios (sin comillas) no están per se exentos del surgimiento de las malas prácticas.
La política de fomentar una economía mixta con predominio de la propiedad social socialista sobre los medios fundamentales de producción y servicios y demás propiedades socializadas, las riquezas naturales, la infraestructura, tipo de propiedad que lleva el peso fundamental de la economía del país y que debe considerar a las MiPyMEs no un simple complemento, sino un importante factor para estimular el mercado interno, satisfacer necesidades sociales y promover la prosperidad, es una necesidad y se fundamenta en la cultura general integral de nuestra sociedad, su capacidad creativa, a la par que deviene factor importante en la democratización de la actividad económica del país y no tiene marcha atrás.
Hoy tenemos una mejor política
Los procesos vividos y pensados desde el 2011 hasta la fecha, si bien no han tenido aún un análisis crítico pormenorizado que esclarezca nuestras deficiencias, nos han conducido hasta la política económica coherente y prometedora que el partido promueve hoy.
Pero el éxito de esta misión desde el punto de vista de la construcción social de orientación socialista, fundamento del imperativo de alcanzar la mayor justicia social posible, no está asegurado solo porque hayamos convenido y estemos convencidos de que va a funcionar según lo esperado.
Hay que atender paso a paso sistemáticamente todo el proceso y en su decurso cambiar lo que deba ser cambiado. Y en eso la responsabilidad es compartida por el Estado, el partido, los actores económicos, los trabajadores y el pueblo en general. Corresponderá al partido la misión de velar porque los trabajadores en todos los emprendimientos económicos dentro de nuestra realidad de economía mixta, no solo se identifiquen y piensen como colectivo, sino también como país, por tal razón su actividad económica deben sentirla íntimamente vinculada con el destino de Cuba, con el crecimiento de nuestra nación y de los valores socialistas.
“El objetivo general del sistema es continuar desarrollando la identidad social socialista de los trabajadores y socios, mediante la dirección articulada de los actores de nuestro sistema político —liderados por el PCC— en la diversidad de espacios y niveles, logrando su motivación, organización, capacitación y participación protagónica como sujetos de transformación social.” [5]
El propósito es como reiteró el compañero Homero Acosta[6], buscar igualdad, pero no la igualdad de la pobreza, sino la igualdad del bienestar, generando todos los actores económicos del país, estatales y no estatales más capacidad y riqueza, algo que puede lograr el Estado Socialista de Derecho cubano con adecuadas políticas de distribución de esa riqueza.
Hay que arrinconar y contrarrestar el individualismo y promover la solidaridad, la relación con el lugar donde existe y funciona la MiPyME, con su gente, sus condiciones y los principales problemas que enfronta. Se trata no solo de la contribución para el desarrollo sostenible de los municipios, que sin duda alguna establece un importante nexo entre los emprendimientos y la localidad, sino de la coordinación, de las buenas prácticas solidarias como las que hemos visto en este tiempo de pandemia de parte de no pocos emprendedores privados, que es fruto genuino de la transformación cultural que ha experimentado la sociedad cubana.
No es simplemente crecer, porque podemos tener mejores resultados económicos y terminar siendo menos solidarios, menos socialistas. La misión es crear «la riqueza material y espiritual para satisfacer necesidades de la sociedad en su conjunto, convocados todos a impulsar, cada uno desde su ámbito, el desarrollo de la nación».”[7]
“…un tipo de crecimiento con la consiguiente transformación estructural; la consolidación de valores, prácticas y concepciones que orientan y fundamentan ideológicamente la gestión; y la legitimación del proyecto político que la enmarca, a través del ejercicio de la participación protagónica de los trabajadores y el pueblo organizado.”[8]
El Estado socialista tiene la responsabilidad de hacer el balance de la economía mixta nacional y avanzar gradualmente hacia el empoderamiento de la sociedad en todos los planos y niveles de la actividad económica, de los colectivos de las empresas estatales, de las cooperativas, de los emprendimientos privados, de la comunidad.
Visto en una perspectiva histórica, imaginando el sueño de un Estado que ya traspasó todas o casi todas sus funciones a la sociedad, lo que evidentemente perdurará es la realidad comunitaria, la comunidad, el sistema de relaciones que se establecen en ella, algo consustancial a la naturaleza humana: la relación con lo social inmediato y cotidiano y con el medio natural, con el hábitat de la comunidad. Fortalecer el socialismo en las raíces de la sociedad es su mayor garantía. En esa perspectiva hay que abonar el desarrollo cultural, ajeno a la diferenciación jerárquica mercantil de las personas, que cultive la cooperación, la ayuda mutua, la solidaridad y la gestión colectiva, la felicidad y el bien común.
Notas:
[1] Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Discurso en la clausura del II Pleno del Comité Central de Partido Comunista de Cuba, periódico Granma, 24 de Octubre de 2021, https://www.presidencia.gob.cu/es/presidencia/intervenciones/discurso-en-la-clausura-del-ii-pleno-del-comite-central-de-partido-comunista-de-cuba/
[2] Personalmente siempre he visto como más idónea la asociación (o también formas de arrendamiento) de los colectivos con el Estado para las empresas medianas, dando a los integrantes del colectivo toda la autonomía necesaria para que desarrollen los emprendimientos, de modo que la propiedad de los medios quede siempre en manos del Estado en representación de la sociedad, lo que naturalmente implica que las correspondientes contrataciones dejen bien esclarecidas las condiciones de empleo, mantenimiento y desarrollo de estos medios.
[3] Se suele emplear más la frase “sentido de pertenencia”, solo que considero más cercano al propósito que se refiere a la cohesión en el colectivo laboral la expresión; “sentimiento de pertenencia”, pues no se trata solo de sentirse bien en el grupo, reconocido, ser parte, sino que abarca los sentimientos más íntimos de la persona, sus afectos, su identificación con el colectivo, sus necesidades y deseos.
[4] https://www.ecured.cu/Negocio. Se transcribe tal como aparece.
[5] Intervención de Joel Queipo Ruiz, miembro del Secretariado del Comité Central y jefe del Departamento Económico en el II Pleno del CC del PCC, periódico Granma del 24 de octubre de 2021, https://www.granma.cu/cuba/2021-10-28/la-economia-tambien-es-politica-e-ideologia-video
[6] Ver: https://www.presidencia.gob.cu/es/noticias/la-economia-tambien-es-politica-e-ideologia/
[7] Intervención de Joel Queipo Ruiz, miembro del Secretariado del Comité Central y jefe del Departamento Económico en el II Pleno del CC del PCC, periódico Granma del 24 de octubre de 2021, https://www.granma.cu/cuba/2021-10-28/la-economia-tambien-es-politica-e-ideologia-video
[8] Ibídem.