Carlos Aznárez y María Torrellas - Resumen Latinoamericano - Tomado de La Tizza.- Dayron Roque es educador popular y un cuadro político de la Revolución cubana, además de ser integrante del plantel de la publicación La Tizza. Lo entrevistamos en nuestro programa radial y, a través de él y su práctica, recogimos excelente información sobre la actual lucha del pueblo cubano contra el injerencismo yanqui en sus mil facetas y los propios desafíos de la Revolución cubana.
Dayron, nos da mucho gusto tenerte con nosotrxs y desde ya contarte que acá en Argentina y en toda América Latina estamos siguiendo con mucha atención todos estos últimos días lo que viene ocurriendo en Cuba, sobre todo luego del 11 de julio. Nos queremos referir, en especial, a estas últimas semanas donde estaba anunciada con bombos y platillos una marcha opositora de los mismos que salieron el 11 de julio. Queríamos que nos contaras, ¿qué pasó finalmente con esa marcha?
Un saludo a la audiencia de Resumen Latinoamericano desde La Habana. En primer lugar, quisiera hacer una distinción en la pregunta. Esa distinción, quizás, permita entender mucho mejor el fracaso de la intentona del 15 de noviembre.
El 15 de noviembre no estaba pensado por quienes salieron el 11 de julio. El principal saldo de lo que pasó el 15 de noviembre es que viene a diferenciar el origen, las causas, la manera en que se gestaron las protestas, las legítimas y las que no lo fueron, del 11 de julio. Esta vez se trataba de un pequeño grupo que pretendió cooptar el origen de esa protesta y hacerlo parte de una agenda política que no tiene que ver con lo que pasó el 11 de julio.
A mi juicio, ese fue el principal error de los organizadores de la intentona del 15 de noviembre: presentarse como los portavoces ilustrados del pueblo y de los lugares donde hubo protestas el 11 de julio y tratar de redirigir esa insatisfacción, en muchos casos legítima — en otro casos no, pero, en cualquier caso, reconocida por la dirección del país en la persona del presidente Díaz-Canel — y tratar de redirigirla a un movimiento que derrocara la Revolución y cambiara el régimen instaurado desde 1959 y refrendado en la Constitución de 2019.
Justo en eso radica el principal problema de los organizadores, de ese grupo llamado Archipiélago: un grupo que aunque presentado como «representante de», no tenía arraigo popular; incluso, cuando se presentaba como una plataforma relativamente numerosa en Facebook, en número de 30.000 miembros, de los cuales, dicen que la mitad estaría en Cuba. Sin embargo, no logró apoyo en los barrios populares, que fue la masa crítica que estuvo en julio en las calles.
Yo situaría que esa es una primera causa del fracaso. Es un grupo que no entendió qué fue lo que pasó el 11 de julio, trató de secuestrarlo en su esencia, sus formas y sus símbolos, y termina encontrándose con el sector revolucionario. Este sector, sí se activó desde el 11 de julio para acá: primero, para entender qué pasó en ese momento; segundo, para accionar sobre las causas de aquellas protestas, reconociendo errores donde los hubo, reconociendo las deudas de la Revolución que no se podían, que no se pueden, seguir postergando más tiempo y; tercero, preparándose para lo que a todas luces se presentaba como una intentona golpista la cual no se diferenciaba, en algunas de sus características, de lo que hemos visto en otros lugares de Latinoamérica, pero acá, en Cuba, tiene sus particularidades, entre ellas que se produce enmarcada en la conflictiva relación entre Cuba y Estados Unidos durante los últimos 62 años.
Te quería preguntar a propósito del grupo Archipiélago, que obviamente se vende hacia el exterior como un grupo legítimo, cultural, de ideas… pero no caben dudas, por otro lado, que Archipiélago camina como otros grupos en Cuba, como fueron las «Damas de Blanco», bajo el monitoreo, yo no sé si de dinero también, pero monitoreo al fin por parte de Washington, ¿cómo lo ven ustedes?
Nosotros lo vemos como un grupo pequeño que en efecto se ha alineado a la política norteamericana de cambio de régimen en Cuba. Para nosotros, es menos importante — aunque no es un dato a despreciar, pero no es ahí donde nos detenemos — si hay un financiamiento, directo o no. Sobre todo, porque al día de hoy, las rutas del dinero, está demostrado que son tan disímiles que casi es imposible seguirlas para demostrar esos vínculos.
Sin embargo, sí tenemos claridad de cómo el proyecto que presentaba este grupo le resultaba funcional a los intereses políticos de Estados Unidos en Cuba, una de cuyas evidencias es que la Embajada de Estados Unidos en La Habana, el Departamento de Estado y otros personeros políticos no se midieron en darles el apoyo porque es funcional a sus intereses.
Algunos de los personeros más sobresalientes del núcleo duro de Archipiélago, con sus declaraciones, sus posiciones en relación al bloqueo, sobre la hostilidad política a Cuba, su visión de la historia nacional eran muy congruentes con esa política de acoso y derribo que ha promovido Estados Unidos luego de la Revolución.
En definitiva, sin inmiscuirnos en profundidad, si le pasan o no dinero, — lo cual, reitero, no creo que sea un dato que se pueda obviar — sí nos parece que Archipiélago se inserta en una tradición funesta para Cuba, que es la tradición «plattista» — por aquello de la Enmienda Platt — de quienes ven la solución de los problemas de Cuba en las soluciones que ofrece la política de Estados Unidos — y hoy, por extensión, intereses foráneos, evidenciado, por ejemplo, en el par de ocasiones en que invocaron a la «comunidad internacional» su «responsabilidad de proteger» a la población cubana, de funestos antecedentes — ya sea por activa o pasiva.
Esas eran las declaraciones de sus principales promotores, negando la existencia del bloqueo, negando el impacto que tiene en la población cubana, y tratando de secuestrar, por supuesto, los problemas y las dificultades innegables que tiene el país, con una agenda funcional a esos intereses.
En ese sentido, hablan de libertad en abstracto, la libertad de no ser parte de ninguna ideología, en estar más allá de la izquierda y la derecha, una agenda que responde a ese intento de subvertir el orden de Cuba — por «haber fracasado», según dicen — desde un lenguaje muy dulce, muy aséptico.
Esa es la visión que tenemos. Archipiélago está alineado con los intereses estratégicos de Estados Unidos en Cuba y no responde a los intereses legítimamente populares.
Cuéntanos un poco qué pasó finalmente el 15N para la población cubana. Tenemos fotos, tenemos videos, pero me gustaría ya que estamos hablando con alguien que vive allí, que nos cuentes cómo vivió Cuba ese día.
Por supuesto, el 15 de noviembre no comenzó a las 00 horas del 14 para el 15. Parte de lo que, por desgracia, logró ese grupo Archipiélago y los grupos afines fue que desde semanas antes lograron promover tensión en el ambiente. En alguna medida lo logró, no es nada nuevo eso: en Cuba somos especialistas en vivir bajo tensión desde el inicio de la Revolución. Esa tensión, por supuesto, se vivió de manera diversa y disipó de manera diversa. Hubo lugares donde las personas salieron en definitiva también a defender sus posiciones revolucionarias — a veces de las maneras no más felices al hacerlo — allí donde identificó que había alguien que promovía esas actitudes contra el país.
Pero, en general, el 15 de noviembre estaba pactado para que fuera, y así fue, la apertura de las fronteras cubanas después de 21 meses de casi total cierre por la pandemia de la Covid-19. La primera cuestión que sucedió fue que se abrieron las fronteras cubanas esos días. Ese día se retomó el curso escolar presencial en las escuelas de todos los niveles de enseñanza con niñas, niños y adolescentes que habían tenido un curso escolar intermitente, casi nulo desde hacía 21 meses también: regresaron a las escuelas y, además, en condiciones en las cuales probablemente no ocurrió en ningún lugar del mundo, que es con sus tres dosis de vacunas, cubanas, colocadas para la inmensa mayoría.
En Cuba se vivió ese día, esa fiesta. Pero había también, sin dudas, tensión; tensión provocada por esos grupos que llamaban a manifestarse en la calle, también por grupos afines que convergieron con Archipiélago y llamaban a la violencia. La mejor respuesta que pudo dar el pueblo cubano fue que se lograra abrir con éxito el país ese día, que las escuelas funcionaran como estaba previsto y el regreso a clases se convirtió en lo que fue, una fiesta.
Fue un éxito conservar la normalidad y la tranquilidad en esas condiciones. Fue un éxito que, por supuesto, desde una visión de mayor amplitud, lleva mayores o menores críticas y análisis, por la manera en que se hizo, en el sentido de que implicó también tener a la gente en la calle, movilizada, pero atenta: movilizada en defender la Revolución si se produjera cualquier situación, pero esa es la realidad que nos ha tocado vivir. La mayoría de la gente lo vio de esta forma.
Es una realidad que transcurría paralela y distinta a la realidad de las redes digitales que tenían, ahí sí, su propio caos, su propia confrontación, es decir, era otra realidad. Pero nos hemos adaptado a vivir en esos dos mundos que no se encuentran casi nunca, el de las redes digitales y la realidad que no tiene nada que ver.
Te quería preguntar sobre esa experiencia también que me ha parecido novedosa desde Cuba, que ha sido ese acampe que llamaron de los «pañuelos rojos». Eso nos ha parecido muy interesante, esa forma de poner el cuerpo por parte de la juventud, asociándolo también con la cultura, desde ese aspecto ha sido muy importante. ¿Cómo lo has vivido tú?
El 11 de julio, cuando se desataron las protestas y el caos, un grupo de jóvenes — y no tan jóvenes — en toda Cuba entendimos que si había llegado el momento definitivo de la Revolución — y, al principio, la información era confusa — , había que poner el cuerpo. Eso lo comprendimos en un segundo, por eso estuvimos en la calle ese día. Y lo hicimos porque, pensábamos, que lo que no podía suceder es que, si ese era el momento definitivo, nosotros estuviéramos en la casa esperando indicaciones: entonces, nosotros salimos y pusimos el cuerpo.
Ante esta intentona que estaba prevista para el 15 de noviembre, también una parte de la juventud que tiene la necesidad de hacer suya la Revolución; hacerla suya en sus códigos, en sus tiempos, reverdecerla, utilizar los símbolos de estos tiempos que pueden ser los símbolos de otros tiempos, pero con sus propios códigos: eso estuvo en el origen, en lo que intentó ser la sentada de Los Pañuelos Rojos.
Primero una ocupación física del espacio, para hacer frente a estas tensiones que se vivían desde antes: no nos vamos a dejar tragar el miedo, la amenaza de desestabilización, nosotros nos vamos a defender y vamos a ocupar un espacio físico. Una segunda idea fue hacer el planteo de cuáles son nuestras exigencias y nuestro posicionamiento hacia el Estado cubano, el cual, desde nuestra visión, tiene que ser cada vez más el Estado de la Revolución.
Entonces, la sentada de Los Pañuelos Rojos no fue complaciente, ni fue una pijamada para hacer allí una fiesta, una trovada o algo por el estilo. Fue un planteo de cuestiones, candentes algunas de ellas, al Estado cubano, al gobierno cubano, que queremos exigirle que sea cada vez más un gobierno revolucionario, un Estado de la revolución, cosas en las cuales se debe profundizar. Por eso, presentamos un libro de personas que para nosotros son fundamentales para el pensamiento crítico de la Revolución cubana, como Fernando Martínez Heredia. Presentamos, también, un libro sobre las deudas — que hoy se van saldando, pero que de momento siguen siendo deudas de la Revolución cubana — en un campo de derechos, y ese fue un libro de un activista LGTBIQ.
Por eso también se discutió sobre el poder popular — hay una intervención tremenda, de un compañero nuestro el sábado — y qué hay que hacer para que nuestras instituciones no se fosilicen y puedan ser instituciones vivas. Si algo demostró el 11 de julio es que allí hay carencias, hay lugares donde la Revolución no ha llegado como dijeron, como dijimos que había llegado.
Esa fue la experiencia de Los Pañuelos Rojos. Ha sido, por un lado, una actitud de defensa legítima y por otro, una actitud de ofensiva, desde una propuesta revolucionaria para profundizar la Revolución. En ese sentido, si yo me quedo con un concepto de lo que fue, o de lo que trascendió de Los Pañuelos Rojos, te diría que nos quedamos con la idea de que la mejor manera, la mejor forma, de combatir la contrarrevolución es acabar de hacer, acabar de terminar la revolución. ¿Esta experiencia continuará? Tenemos la idea de que si, tiene que continuar, no sabemos cómo, lo hará con un mecanismo de este doble sentido, de legítima defensa y ofensiva revolucionaria.
Para terminar, el epílogo de este 15N tan propagandizado fuera de Cuba, puede ser Yunior García llegando a Madrid y abrazándose con la gusanera madrileña. Así, de esa manera, concluyó tanta «expectativa» con ese personaje, al que los medios hegemónicos habían encaramado, y ahora tienen que mostrar la imagen de un hombre que salió libremente por el aeropuerto de La Habana y llegó a Madrid para contar sus batallitas supongo, ¿cómo lo ven desde allí?
Ese es un epílogo ya visto otras veces, por desgracia, para quienes todavía siguen confiando en ese tipo de soluciones. Ese es el epílogo que vimos en 1962 después de Girón — aquella invasión de 1961 — ; es un epílogo que también vimos con falsos poetas fingiendo ser paralíticos, paralíticos que tuvieron que abandonar sus sillas de ruedas y subir por escalerillas del avión en el aeropuerto, es un epílogo que hemos visto a más de uno, que llegado el momento termina tomando esos caminos.
Pero es un epílogo de un capítulo que, sin dudas, por la manera en que se vivió, por la manera en que ha sido transmitido por los medios hegemónicos puede causar mayor impacto en algunas personas. A nosotros no nos sorprende que haya sido en España donde la derecha reaccionaria de ese país, lo mismo que la derecha reaccionaria de América Latina y el Caribe, haya brindado su apoyo a lo que pensaba que era el delfín de la contrarrevolución en Cuba y el final inminente de la Revolución. No nos sorprende, pero sí nos deja enseñanza de cómo se puede construir un personaje de este tipo con relativa facilidad. Hace unos días se publicó una entrevista a ese personaje, de hace un año, y uno ve toda la construcción que tuvo en un año apenas.
Nos deja enseñanzas para el campo revolucionario y nos deja la sensación que, por supuesto, todas las derechas y todas las reacciones se van a encontrar y, en definitiva, allí se abrazan. Pero bueno, nosotros nos quedamos acá en La Habana a seguir poniendo el cuerpo y defender la Revolución llegado el momento. Esa es nuestra apreciación.
Dayron, gracias por la comunicación. Es necesaria para nosotros y nosotras tener los contactos directos de quienes están poniendo el cuerpo como vos decís, allí en Cuba. Nosotros también participamos en una gran movilización el 15N frente a la Embajada de Cuba, para abrazarla, quedamos en contacto y unas felicitaciones especiales por La Tizza que leemos atentamente, por ser un medio de comunicación fundamental para este momento.