Miguel Alfonso Sandelis - Bufa subversiva.- Cuba vive dos grandes conflictos, uno interno por hacer un mejor país y otro externo dado el interés de Estados Unidos de regresar el país al capitalismo para volver a adueñarse de sus recursos y eliminar su “mal” ejemplo. Ambos conflictos no se producen separados porque Estados Unidos está muy próximo a Cuba, dispone de un poder enorme y aloja en Miami a un lobby anticubano con gran influencia en su establishment.
La actualidad de estos conflictos pasa por los efectos traumáticos causados por la pandemia en la vida del cubano. No es casual que las mayores protestas en tiempos de Revolución hayan ocurrido en dos momentos de severas crisis económicas: el 5 de agosto de 1994 (en pleno Período Especial tras el derrumbe del Campo Socialista y el arrecio del bloqueo con la aprobación de la Ley Torricelli) y el 11 de julio del 2021 (en el mayor rebrote de la pandemia de la Covid-19 y con el incremento del bloqueo tras la aprobación de 243 nuevas medidas).
¿Quiénes ganan el pulso en las calles?
Hace dos años se debatió públicamente el proyecto de Constitución que acogía al socialismo y al partido único como irrevocables. El proyecto fue aprobado por el 86.85 % de los cubanos que votó (la asistencia a las urnas fue de un 90.15 %). Después apareció la pandemia, provocando un agudizamiento de la situación económica. Las crisis severas en cualquier país reducen el por ciento de aprobación del gobierno, incluso más allá de sus causas. En Argentina a inicios de siglo la convulsión social causada por la crisis provocó que en un mes desfilaran cinco mandatarios por la presidencia del país. Recientemente Perú tuvo tres presidentes en solo unos días. Los ejemplos en otros países abundan.
El 11 de julio, junto con la incitación desde el exterior, la presión de algunos sectores sociales llegó a un clímax. ¿Quiere esto decir que la mayoría de los cubanos salieron a las calles a protestar o aprobaron las protestas? Quien escribe estas líneas estuvo ese día en las calles de los dos municipios donde probablemente fueran mayores las manifestaciones en La Habana: Centro Habana y Diez de Octubre. En ambos territorios, luego de la sorpresa inicial aquel domingo donde la población estaba en sus casas, la correlación de fuerzas cambió al punto de que los revolucionarios terminamos siendo, no solo mayoría, sino los únicos que quedamos en masas en las calles donde se produjeron las protestas.
El sábado siguiente se realizaron multitudinarios actos revolucionarios en las principales provincias del país. En La Habana nos levantamos de madrugada y a las siete de la mañana éramos más de cien mil los que participamos en el acto en el Malecón. Los revolucionarios movilizados ese día fuimos abrumadoramente más que los que protestaron el 11 de julio.
La posterior convocatoria a una marcha opositora para el 15 de noviembre tuvo un eco gigantesco en los principales medios de difusión de Occidente y en las redes sociales. Pero la marcha fue un total fracaso porque nunca existió. Los mismos medios que la convocaron se dedicaron a centrar la atención en los mítines de repudio realizados frente a las viviendas de los dos principales líderes, pero callaron la absoluta tranquilidad que se vivió en toda Cuba ese día. La declaración previa de un supuesto líder guantanamero de que se retiraba de la convocatoria por quedarse solo, era un anuncio del fracaso.
La reciente marcha del 27 de noviembre en homenaje a los ocho estudiantes de medicina llevó a desfilar por San Lázaro a alrededor de cien mil habaneros, en su inmensa mayoría estudiantes. Las consignas revolucionarias coreadas matizaron el recorrido. En otras cabeceras provinciales también se produjeron desfiles.
Hablar del por ciento de revolucionarios que hay hoy en Cuba y del por ciento de la oposición es especular. No obstante, los hechos mencionados demuestran que no existe una oposición organizada, a diferencia de los que defendemos el socialismo, y expresa también que el núcleo más firme de los revolucionarios tiene el protagonismo, amén de lo que comenten los grandes medios de Occidente y las redes sociales. Digo todo ello siendo bastante cauto.
¿Por qué las manifestaciones de los días 11 y 12 de julio no tuvieron continuidad? ¿Por qué el país ha estado tan tranquilo desde entonces? Si se compara lo ocurrido en Cuba en esos días con las numerosas jornadas de manifestaciones en España por parte del Movimiento 15 M, en Estados Unidos por los Ocupy y tras el asesinato de George Floyd, en Francia por los chalecos amarillos, en Chile a raíz de la subida de los precios del metro y en Colombia el año pasado, por solo poner algunos ejemplos recientes, la diferencia es abismal. Los medios y las redes por supuesto que no hacen ese símil y justifican el hecho de que no haya pasado nada más con una supuesta represión que ejerce el gobierno, como si los cubanos les hubiesen temido a las represiones de Machado y Batista para salir a las calles en dictaduras que golpeaban, torturaban, asesinaban y desaparecían.
Ante tales evidencias, no quedan otros razonamientos que aceptar que quienes apoyan al gobierno, la Revolución y el socialismo siguen siendo ampliamente mayoritarios con respecto a los que se les oponen, y que la ira de los inconformes no llega a los extremos de los ejemplos mencionados en otros países. ¿Por qué no alcanza esos extremos? Pues porque, aunque existan muchas inconformidades y haya muchas cosas que cambiar, es difícil repudiar a un sistema que, a pesar de la escasez de recursos, garantiza la educación y la salud universales, alcanza índices de mortalidad infantil y esperanza de vida a nivel de los países del primer mundo, logra controlar la pandemia, no emplea carros antimotines ni tanques en las calles, no asesina ni desaparece personas, el presidente salió a la calle el día de las manifestaciones, visita constantemente los barrios más desprotegidos y se reúne sistemáticamente con una gran variedad de sectores sociales, entre otras muchas razones.
¿Quiénes son los inconformes?
Sigamos en el conflicto interno y centrémonos en las inconformidades. Tal vez algunos se asombren, no solo porque entre los inconformes haya también un buen número de revolucionarios con mayoría de jóvenes, sino porque coincidan en algunas demandas de este sector con los opuestos al gobierno. Eliminarles las trabas a los actores económicos, fomentar los espacios de diálogo y hacer más transparentes y dinámicos a los medios de difusión masiva son algunas de las demandas en las que concuerdan en ambos lados del espectro político. Tal vez el inconforme más visible sea el propio presidente, quien constantemente hace suyas estas tres demandas y defiende el control popular en las comunidades y en el sector empresarial.
El bloqueo: ¿cuánto de justificación y cuánto de realidad?
Vayamos ahora al conflicto externo y su repercusión hacia adentro. Analicemos las acciones de Estados Unidos contra Cuba en dos grandes frentes, el bloqueo y la subversión (aunque no hay mayor subversión que el propio bloqueo). Minimizar los efectos del bloqueo o apelar a él para justificar los errores internos son dos extremos que en nada favorecen al país. Que el bloqueo es el principal freno al desarrollo económico del país es una afirmación que suele hacerse desde las altas esferas de la nación. ¿Es esto cierto?
Un barco que atraque en puerto cubano no puede hacerlo en puerto norteamericano hasta pasados seis meses. Un buen número de bancos del exterior ha recibido multas millonarias por hacer negocios con Cuba. Nuestro país no puede venderle ningún producto a Estados Unidos y solo le puede comprar algunos artículos para lo cual tiene que pagar al cash; estas transacciones significan unos cientos de millones de dólares al año, en contraste con los miles de millones que le cuesta el bloqueo a Cuba anualmente. Nuestro país no puede comprar ningún producto en el exterior que tenga, al menos, un diez por ciento de fabricación estadounidense. Cuba no puede realizar transacciones monetarias con dólares en efectivo. A Cuba no pueden llegar cruceros ni remesas provenientes de Estados Unidos.
¿Cuánto más hubiéramos hecho sin el bloqueo? ¿Cuánto más hubiéramos hecho sin nuestras deficiencias, a pesar del bloqueo? ¿Qué efectos hubiese tenido el bloqueo en un país capitalista del tercer mundo? Estas interrogantes no son más que hipótesis, pero hay un ejemplo de país que nació bloqueado por atreverse a realizar la primera revolución en América Latina y hoy, siendo un país capitalista, es la nación más pobre del continente: Haití.
Líderes de la oposición: ¿genuinos o seducidos?
La subversión de Estados Unidos contra Cuba es el conjunto de acciones que busca alterar el orden interno para lograr los propósitos del país norteño. La captación y formación de líderes es una de las prioridades de la subversión. ¿Podrá surgir un connotado líder de la oposición sin vínculos con Estados Unidos? Hasta ahora ello no ha ocurrido, porque los más publicitados han sido seducidos por las prebendas que llegan del norte. La historia de un pequeño sector de la población de creer en ellos cada vez que emerge uno a la palestra pública, se repite con un mismo final: la decepción al ser expuestos los nexos con el poderoso vecino. El rechazo a estos líderes es rotundo porque el antimperialismo está muy arraigado en nuestro pueblo, incluso en una gran parte de los más inconformes.
¿Quién manda en las redes sociales?
Pero el mayor peso de la subversión no son los líderes que se intentan fabricar, sino las gigantescas campañas de información que se orquestan sobre Cuba. ¿Qué efectos puede tener en alguien que se informe principalmente por las redes sociales, que estas sean bombardeadas por informaciones parcializadas sobre un determinado tema?
Los días siguientes al 11 de julio, el foco de las redes y los medios se centró en la represión policial desatada ese día y en la dimensión de las manifestaciones. No importa que no hubiera imágenes de carros antimotines, ni de chorros de agua lanzados contra los manifestantes, ni de policías disparando, como ocurre habitualmente en otros países. No importa que se asaltaran puestos de la policía, que se hirieran a agentes del orden público, que se atentara contra carros patrulleros, que la incitación desde el exterior fuera a golpear y matar policías, que el vandalismo imperara sobre las manifestaciones pacíficas, que se asaltaran 44 mercados. El foco estuvo en la acción policial y no en lo que la provocó. Y sí, hubo excesos policiales, y esos fueron los que inundaron las redes, y eso fue lo que quedó en las mentes de mucha gente en el mundo. Para dimensionar las manifestaciones se usaron imágenes de otros países e incluso de manifestaciones revolucionarias, y el desmentido de esas fake news nunca llegó o, si apareció, fue casi imperceptible, días después, cuando gran parte de la opinión pública ya se había tragado el bocado.
La manipulación también se sirve de la tecnología, teniendo en cuenta que los dueños de las grandes redes sociales responden a los intereses de Occidente. El uso de robots y algoritmos, la creación de cuentas falsas, el bloqueo de cuentas personales y de medios que divulgan lo contrario a sus intereses, y la deslocalización del origen de las cuentas para no visibilizar que en su mayoría radican en el exterior, son ejemplos del empleo del poder tecnológico en función de sus objetivos. Estos artificios sirven para consolidar en las mentes de los consumidores de la información supuestas “verdades” que no importa que la vida después las desmienta, siempre que hayan servido para los fines para los que fueron fabricadas.
Previo a la pretendida marcha escribí “15N” en el buscador de Google y el resultado fue que las 10 primeras noticias incitaban a marchar en contra del gobierno. Hoy, para mucha gente en el mundo, Díaz-Canel es un “asesino” porque se repite en los medios y las redes como una verdad incuestionable. Hacer tal afirmación sobre nuestro presidente es una mentira tan grotesca, que solo puede engañar a quienes viven en el exterior.
Quienes adversan al gobierno cubano cuestionan el dominio que este tiene sobre los medios oficiales y las campañas mediáticas que se hacen desde el poder revolucionario, como si ello no fuera lo que ocurriera desde el exterior en contra de la Revolución, pero con un poder mucho mayor. Es como decirle al mono amarrado que pelee limpio contra el león, apelando al manido chiste. Una buena parte de los jóvenes cubanos se informan hoy por las redes sociales y no por los medios oficiales, es decir, son blancos principales de las campañas contrarrevolucionarias, más que de la información que brindan los medios oficiales.
¿Socialismo, capitalismo u otro ismo?
Este es el escenario de la Cuba de hoy donde cada cual toma partido según sus intereses, motivaciones y esperanzas. Quienes prefieren aliarse al gigante del norte como solución a los problemas, tendrán al antimperialismo arraigado en el pueblo como una infranqueable barrera. Con esos nunca nos entenderemos. Los que optan por el capitalismo sin menoscabo de la soberanía deben tener presente que existe una mayoría que escogió el socialismo al refrendarlo en la ley de leyes, de modo que, para lograr el cambio, tendrán que sacar la Revolución del imaginario popular lo cual es una quimera y cambiar la constitución. Ya hubo una generación de cubanos que cambió radicalmente el orden de cosas, pero al riesgo de sus vidas y con el apoyo popular. Pero, aun así, si creen que capitalismo y soberanía pueden ir de la mano, si piensan que la oligarquía que emerja de las privatizaciones no va a traicionar los intereses del pueblo y venderse al poderoso vecino del norte, serían unos ilusos, porque eso no es lo que nos cuenta la historia latinoamericana.
Quienes creen en una tercera vía, tendrán que defender un ideal bastante abstracto, sin experiencia anterior, que no logro imaginar fuera del dominio de la propiedad estatal sobre los grandes medios de producción o la privatización de estos. Otras alternativas de pensamiento (y estados de ánimo) pueden centrarse en el cuestionamiento al gobierno o al socialismo sin definir con claridad el sistema socioeconómico de su preferencia. Estos podrán precisar más su inclinación en dependencia de sus experiencias de vida y la influencia que se ejerza sobre ellos.
Si bien la mayor fuerza está en quienes defendemos la Revolución y optamos por el socialismo, dicha hegemonía solo podrá consolidarse con una transformación profunda en lo económico, lo social y lo político. Entre las claves de los necesarios cambios están desaparecer las trabas que hoy frenan a las fuerzas productivas; eliminar la brecha que existe entre los sectores más vulnerables del resto de la sociedad; reconstruir los espacios de participación popular que perdieron su esencia y crear nuevos espacios; transformar el accionar de las organizaciones políticas y de masas, de modo que su labor sea dinámica, efectiva y útil para sus miembros; convertir a los órganos del Poder Popular en un efectivo sistema que garantice el empoderamiento de la población a partir del fortalecimiento del control popular; transparentar la información a todos los niveles, teniendo en el pueblo a su principal destinatario; darle un golpe demoledor a la burocracia, al pensamiento caduco, a la inacción y a todo lo que frene las iniciativas que sean válidas en cada esfera de la sociedad; poner en práctica una política de cuadros que promueva realmente a los más idóneos; y enaltecer el ejemplo personal como una actitud a asumir por todo el que ocupe una responsabilidad a cualquier nivel. En fin, cambiar todo lo que debe ser cambiado.
La Cuba que vendrá dependerá de la actitud que asumamos los cubanos. Habrá los que vean su futuro allende los mares. Habrá otros que asuman la posición de espectadores, con tendencia a la crítica sin compromiso. Pero habrá los que lleven la crítica a la par de lo que construyan con sus manos; esos serán los imprescindibles.