Michel E. Torres Corona - Granma.- Hay negacionismos que se sustentan en la ignorancia, y negacionismos que son el último reducto de algunas personas para disimular su carácter indigno. Que cada quien concluya, según su parecer, a qué grupo pertenecen los que repiten, una y otra vez, que «el bloqueo no existe»
El negacionismo, como postura ideológica, tiene muchas vertientes. Existen, por ejemplo, los que niegan la evolución, ya sea por motivos religiosos o porque no pueden entender que todos los seres humanos tengamos como antepasados a los simios. Están también los que niegan el cambio climático y tildan de «apocalípticos» a los científicos y especialistas que alertan, una y otra vez, sobre la paulatina depauperación (cada vez más acelerada) de nuestra «única y contaminada nave espacial»: la Tierra.
No hace mucho, una plataforma de streaming estadounidense estrenó una película titulada No mires arriba (Don´t look up), donde dos científicos trataban de salvar al planeta de un inminente cataclismo proveniente del espacio sideral, pero solo hallaban oídos sordos por parte de las autoridades y público en general. Era más fácil y simple decir que aquello no era verdad.
El terraplanismo, a su vez, es una curiosa forma de negacionismo: ante la evidencia apabullante de que nuestro globo terráqueo es… bueno, un globo, con forma esférica (achatada por los polos y abultada por el Ecuador, como se rezaba en la primaria), los terraplanistas se refugian en teorías de conspiración. Las fotos tomadas desde estaciones en órbita son falsas, burdos montajes; todos los astronautas y cosmonautas, desde Yuri Gagarin y Neil Armstrong, son títeres de una elaborada puesta en escena; esos barcos que se hunden en el horizonte solo están bajando una pendiente.
La evolución, la forma del planeta, el calentamiento global, son todos tópicos sobre los que existe un consenso científico y una abrumadora cantidad de pruebas a favor; respaldadas con argumentos racionales, no con prejuicios o conspiranoia. Pero las ciencias naturales tienen un grado de certeza que es poco probable (si no imposible) alcanzar en la política, donde, como toda construcción cultural, los referentes son siempre cambiantes y condicionados por infinidad de variables. Es más fácil convencer a una persona de que la contaminación está destruyendo al planeta que persuadirla de que es la forma en la que nos organizamos como sociedad, en la que jerarquizamos relaciones de producción y distribución de recursos y productos, la conditio sine qua non de esa destrucción planetaria.
Sin embargo, hay cuestiones políticas en las que parece haber un consenso mucho mayor, casi unánime. Todos los años, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, se aprueba una resolución llamada Necesidad de poner fin al bloqueo estadounidense contra Cuba, que cuenta con el voto afirmativo de toda la comunidad internacional, con la excepción de Estados Unidos, Israel y algún que otro testaferro de turno. Pareciera que, como con la evolución o la forma del planeta, es propio de seres irracionales negar esa «necesidad». Y, no obstante, existen negacionistas del bloqueo.
Le llaman «embargo», quizá para suavizar el término, y hasta se molestan cuando alguien habla de «bloqueo», llegando a dar lecciones cual diletantes juristas. Niegan que es la onu la que ratifica, cada año, el término «bloqueo» … ¿Qué mayor respaldo formal necesitan? Hablan de un supuesto «bloqueo interno», como si se pudieran equiparar nuestras deficiencias administrativas (que sería igual de irracional negarlas) con un acto deliberado y sistemático que lleva más de medio siglo y no tiene comparación alguna en la historia universal. Si de verdad fueran equivalentes, el Gobierno cubano tendría que ser el más ineficiente jamás visto sobre la faz de la Tierra… ¿y cómo un gobierno tan negligente sobrevive a un bloqueo tan férreo? Paradojas del negacionismo.
Los peores, los más irracionales, son los que, simple y llanamente, dicen que el bloqueo es una excusa más de la «dictadura». ¡Con lo fácil que resultaría quitarnos la excusa…! Y están, por supuesto, los que niegan que el bloqueo afecte al pueblo cubano, que únicamente atenta contra los intereses de «militares y burócratas». A ellos sería bueno recomendarles que se informaran sobre la reciente multa que tuvo que pagar Airbnb, una plataforma digital utilizada por propietarios privados para promover y concretar contratos de arrendamiento para sus viviendas. ¡Curiosa manera de auxiliar al pueblo!
Y es que hay negacionismos que se sustentan en la ignorancia, y negacionismos que son el último reducto de algunas personas para disimular su carácter indigno. Que cada quien concluya, según su parecer, a qué grupo pertenecen los que repiten, una y otra vez, que «el bloqueo no existe».