Karima Oliva Bello - Granma.- Un centenar de jóvenes de todo el país, que representan a redes, colectivos, grupos, medios y espacios emergentes, se dieron cita este viernes y sábado en La Habana, en el evento La Comuna, convocado por la UJC, que se propuso consolidar la integración juvenil revolucionaria.
Ana María Fernández, sicoanalista argentina, estudiosa de las acciones políticas colectivas y los modos de subjetivación que en ellas se producen, citando a Spinoza nos recuerda que las «pasiones tristes» son imprescindibles para el tirano en su ejercicio del poder. «Este necesita que reine la tristeza entre sus súbditos. (…) En cambio, la alegría será la realización de una potencia», aquella que los amos del mundo han tratado de obstaculizar siempre entre los que intentan dominar.
Nos alerta Ana María Fernández que «el deseo como potencia productiva impulsa a la acción, pone los cuerpos en acción, inventa o imagina en el anhelo o búsqueda de sus realizaciones. De este modo, puede recuperarse la idea freudiana de poderío del deseo (…) potencia, poderío, alegría de las corporalidades en acción».
Y digo esto porque en los últimos tiempos hemos venido denunciando cómo la entrada en juego en nuestro país de las redes sociales en internet ha favorecido el avance de los mecanismos de guerra sicológica, o lo que es lo mismo, los modos de hundirnos en la desesperanza. Sin embargo, no podemos dejar de analizar otro hecho igualmente relevante: estamos siendo testigos de la emergencia de iniciativas espontáneas, jóvenes y no solo jóvenes, colectivas, muy potentes, con un signo ideológico de identificación con la Revolución y el socialismo. Este hecho merece una especial atención.
Si bien la Tángana en el Trillo, por su irrupción en el espacio público, ha sido lo más visible, es sintomática de un proceso social que se va extendiendo, el de las alianzas políticas revolucionarias, que expresan la renovación del tejido político revolucionario con potencia y poder de convocatoria, en contraposición a la idea pesimista del agotamiento del sentido de la Revolución.
Esto es relevante si pensamos que hay una importante presencia de jóvenes protagonizando estos colectivos y acciones. Si bien existen sectores de la juventud en Cuba desvinculados de cualquier espacio de participación política, no podemos generalizar, sin matices, que la juventud cubana sea un bloque homogéneo, políticamente apático o en contra del sistema.
Estas alianzas se han articulado a partir de las redes sociales, territorio en el que no todas las instituciones cuentan con estrategias de trabajo, liderazgos o protagonismos consolidados. En ocasiones, se han armado justamente en reacción a las campañas contrarrevolucionarias.
La búsqueda por parte de los jóvenes de espacios alternativos no es un fenómeno exclusivo de Cuba. En otros contextos ellos también exploran nuevas formas de expresión y participación. Tal vez la particularidad de Cuba es la posibilidad real de que exista una articulación efectiva entre las instituciones, organizaciones y estas emergencias revolucionarias en la medida en que se comparten idearios y fines comunes. Esa articulación puede desarrollarse sobre la base del mutuo reconocimiento, en la escucha activa, en la creación de mecanismos y agendas para el trabajo colaborativo, sin que se persiga anular su singularidad ni su espontaneidad.
Justamente una de las cuestiones que más incomodó a los medios contrarrevolucionarios sobre la Tángana en el Trillo fue su carácter espontáneo, que algunos no reconocieron, mientras otros presentaron el evento como una movilización institucional. En definitiva, la contrarrevolución ha venido defendiendo la espontaneidad como divisa exclusiva de todo lo que se opone al sistema. Aunque pudiéramos pensar, y con razón, que a estas alturas no es nada espontáneo seguir el guion gastado de la guerra no convencional.
Estas nuevas alianzas en defensa de nuestro país no se producen en contraposición a la institucionalidad. No responden a un programa cuyo fin sea golpear las instituciones u organizaciones cubanas, incluso, algunos de sus integrantes pueden ser parte o asumir cargos de dirección dentro de ellas, aunque ese no sea el eje de articulación con el colectivo emergente.
En ellas confluyen personas de diferentes edades, desafiando las lógicas intergeneracionales tradicionales de distribución del poder. Me ha tocado ver personas adultas siendo liderabas por la perspectiva de las voces más jóvenes.
Las formas en que se organizan para funcionar siguen interesantes esquemas de horizontalidad en la toma de decisiones. Los liderazgos van surgiendo e intercambiándose con dinamismo, las decisiones se colegian o se votan democráticamente, no se presiona para la participación, las identidades colectivas y los procesos de identificación se van nucleando en torno a intereses comunes.
Son acreedores de un pensamiento anticapitalista, antianexionista, antimperialista, anticolonial, marxista y revolucionario. Se identifican con las causas de los grupos históricamente violentados por las estructuras de dominación del capitalismo y en ese sentido desean la profundización del carácter democrático del socialismo cubano. Autores marxistas y revolucionarios se citan de manera espontánea. Comienzan a hacerse visibles, desde voces jóvenes, narrativas propias de los feminismos decoloniales y populares, discursos antirracistas, en defensa de los derechos de la comunidad LGBTIQ+, por la justicia y equidad social y contra el vasallaje que el imperialismo ha impuesto en la región y en las periferias del mundo.
Se distinguen de otros actores que se articulan parapetados tras el lenguaje de la democracia sin apellidos, directamente vinculados a agendas contrarrevolucionarias para el cambio de régimen.
Muchas inquietudes surgen al pensarme estas emergencias políticas que no podrán ser respondidas en este texto. No las mencionaré todas. Pero entre ellas, considero que instituciones y organizaciones tienen que ser espacios para la construcción colectiva de la prosperidad y la esperanza. Esto nos exigirá rediseñar las estrategias comunicacionales en un mundo en el que se hacen cada vez más presentes las redes sociales, pero en el que la calle, que simboliza el sentido mismo de lo público, sigue siendo un espacio de imprescindible conquista.
Necesitamos cerrarle el paso a la desideologización, sin hacer concesiones al dogmatismo, desarrollar una cultura para la autocrítica de nuestras prácticas cotidianas, comprender el impacto que los cambios económicos están teniendo en las subjetividades, de ahí la importancia del diálogo constante sobre cada proceso en curso, no puede desestimarse cómo nos representamos los cambios, los vivenciamos, nos expresamos en torno a ellos; necesitamos mapear las diferencias sociales y desarrollar una política social integrada a los cambios para eliminar las condiciones que permiten la reproducción de las desigualdades.
Nos hace falta actualizar los dispositivos para la participación y el debate político en las bases desde nuestras instituciones y organizaciones. Fomentar los conocimientos necesarios para comprender de manera compleja la sociedad cubana contemporánea y tener conciencia clara de los mecanismos que se utilizan para la guerra mediática y cultural que se nos hace. Estar preparados para el diálogo, sabiendo que hay un antagonismo irreductible según pauta nuestra Constitución, y eso es el abandono del socialismo, que sería abandonar a los más humildes.
Necesitamos repensar nuestras narrativas y reconectarlas con los imaginarios populares, con la sabia de ese saber fogueado al calor de una larguísima historia de luchas y resistencias, de una cultura vasta, de una idiosincrasia del «sí se puede». Imaginarios fogueados también al calor de necesidades cotidianas, de legítimas inquietudes sobre el futuro de la nación y del deseo de continuar por la ruta que comenzaron a trazar nuestros próceres hace más de un siglo, la ruta que nos condujo al socialismo, gracias al cual por primera vez creamos las condiciones objetivas y subjetivas para mayores oportunidades efectivas para todos. Y como se hace camino al andar, diría el poeta, ojalá sigamos actualizando colectivamente, a cada paso, el consenso para seguir construyendo la soberanía y el socialismo.