José Negrón Valera - Sputnik - Tomado de Razones de Cuba.- Hoy en día, se abalanza sobre las voces divergentes al relato mediático corporativo una estrategia de estigmatización y persecución muy peligrosa y, lamentablemente, calcada de lo vivido en Venezuela.


La etiqueta en Twitter de Medios afiliados al Estado de Rusia, colocada sobre los periodistas y comunicadores que se apartan de la versión oficial que pretende impulsar la OTAN, es lo más cercano a la tristemente célebre estrella que los nazis de la Segunda Guerra Mundial usaban para marcar a sus víctimas.

Lo siguiente es una reactualización de un artículo de hace algunos años, en el que se detallaba cómo funcionan estas tácticas de tortura psicológica y cómo son usadas para generar un efecto de sumisión.

“Todas las cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha es preciso comenzar de nuevo”, reflexionaba el escritor André Gidé. Tiene razón.

Si hemos de construir una cultura de paz que le sirva a todos los pueblos del mundo por igual, debemos explicitar y no barrer bajo la mesa todas estas estrategias que no buscan sino la desintegración de los lazos afectivos entre las naciones y culturas del planeta.

Los teóricos

Robert Jay Lifton fue un eminente psiquiatra norteamericano que dedicó gran parte de su vida a explorar las consecuencias psicológicas que causa la guerra. Su libro más famoso es The Nazi Doctors: Medical Killing and the Psychology of Genocide (Los médicos nazis: la matanza bajo supervisión médica y la psicología del genocidio), un estudio sobre los médicos involucrados en los crímenes de guerra del nazismo. Incluso fue un férreo crítico de los programas de tortura implementados durante el gobierno de George W. Bush y de la participación secreta de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) con el objetivo de elaborar «un código ético para justificar el programa de torturas implementado por la CIA».

Desde 1953, Lifton realizó cientos de entrevistas a soldados norteamericanos que fueron prisioneros de guerra durante el conflicto de Corea, así como a distintos estudiantes y profesores que fueron detenidos en prisiones chinas después de 1951.

La síntesis de esa investigación fue publicada en 1961 en su libro sobre Reforma del pensamiento y de la psicología del totalitarismo: un estudio sobre el ‘lavado de cerebro’ en China. En él se exploran distintas técnicas coercitivas aplicadas a los cautivos y prisioneros de guerra en las cárceles de Corea y del propio gigante asiático. Lifton llamó a dichos métodos «la reforma del pensamiento» o «lavado de cerebro», término que fue popularizado gracias a la difusión mediática que tuvo su estudio.

Gran parte de los estudios de Lifton son parte fundamental de los manuales de tortura con que se entrenan las fuerzas especiales norteamericanas, así como los organismos consultores encargados de las labores de inteligencia y contrainteligencia, como la CIA, la NSA y el propio FBI, tal y como explica Arthur Lepic en un artículo publicado en el portal Red Voltaire. En dicha investigación, Lepic detalla cómo la aparición de movimientos guerrilleros en América del Sur y la propia guerra de Vietnam llevaron al Ejército de Estados Unidos a redactar el primer manual de conducta interrogatoria, llamado Kurbark —Counterintelligence Interrogation—.

«El manual especificaba cómo ‘llegar a ser un perfecto torturador‘ con el fin de obtener rápidamente las calificaciones necesarias para llegar a ser un buen ‘interrogador’, explicando en detalle las técnicas coercitivas para llegar a este objetivo rápidamente».

Dichos manuales fueron ampliamente utilizados en la Escuela de las Américas para entrenar a militares sudamericanos pertenecientes a gobiernos pronorteamericanos en contra de movimientos guerrilleros de izquierda.

En 1983, el Gobierno de Ronald Reagan aprobó una nueva versión ‘maquillada’ de dicho manual ante las críticas que previamente había recibido por parte de un grupo parlamentario del Congreso de EEUU por las atrocidades cometidas por cuerpos de combatientes, como los Boinas Verdes y los Navy Seals alrededor del mundo, pero especialmente en Centro y Suramérica. Fue así que los métodos de tortura fueron arropados bajo el eufemismo de ‘Human Resource Exploitation Training Manual – 1983 (‘Manual de entrenamiento para la explotación de recursos humanos’)’.

Sin embargo, dichos manuales usados para la tortura psicológica necesitaban aplicarse directamente sobre los cuerpos de aquellos considerados enemigos de Estados Unidos. No obstante, en 1989, el Ejército de Estados Unidos incorpora la Guerra de cuarta generación como parte de su doctrina militar y las técnicas de guerra psicológica y de lavado cerebral pasan a considerarse un arma prioritaria que va a trascender tiempo y espacio, ayudadas por las distintas tecnologías de comunicación e información.

Ya no se requería contar con la presencia física para ser objeto de torturas psicológicas, pues la guerra, a partir de ese momento, se libraría en un nuevo campo de batalla: la mente de los individuos.

El camino de la tortura: 8 pasos

La tarea de la ofensiva psicológica lanzada contra medios como RT y Sputnik es generar silencio en el cuerpo social a través de la doctrina del shock. Las tácticas no se limitan a estos canales de difusión de información, sino que permean a todos los ámbitos de la sociedad.

Al perseguir a músicos, artistas, deportistas, cancelar cátedras de literatura rusa en las universidades o en las plataformas de formación en línea, censurar la proyección de películas, se pretende minar la base de apoyo de quienes puedan empatizar con las razones que esgrime Rusia para preservar su seguridad. Aún más, se adoctrina a través del miedo a no seguir relatos disonantes al que pretende imponer Occidente.

De hacerlo, «serás señalado, perseguido y castigado», es este el motto de la operación.Para avanzar en solidificar esta ofensiva, lo esencial es lograr un «encuadre» para que funcione de manera óptima la tortura.

Al respecto, los formadores de opinión son claves. Personas con alcance mediático mundial, usualmente son excelentes. Funcionan como los perfectos torturadores —tomando en cuenta el modelo de Lifton— al imponer el marco general sobre el cual se desarrollarán las acciones de asedio psicológico.

A partir de este punto se despliegan los distintos pasos de la operación. Cada uno de ellos sirve como filtro para leer de manera correcta lo que esconde cada tuit, titular, medida coercitiva que se toma contra el pueblo ruso, en esta declarada, abierta y sin cuartel guerra cognitiva y claro que civilizatoria.

Paso 1. «No eres tú quien piensa»

La idea general es realizar un ataque sistemático a la identidad de la persona y sus creencias. Hacerle pensar que sus razonamientos o ideas son absolutamente influenciados por otros. Lifton detalla que en el caso de los prisioneros de guerra, se les sometía durante semanas a un «ataque de forma constante hasta que la víctima estaba exhausta y confusa, y su escala de valores se tambaleaba».

Paso 2. «Eres malo»

En este momento, lo esencial es sacudir a la persona con una artillería de acusaciones para generar un sentimiento de culpa por su filiación política. Para Lifton, el objetivo era generar en la víctima vergüenza de su comportamiento, como si todo lo que hubiera hecho fuese un error.

Paso 3. «Y sabes que lo eres»

El torturador en este caso es representado por toda la red de comunicación e información que generan o se hacen eco de la estrategia de culpabilización, obliga a la víctima objeto de la presión psicológica a denunciar a su familia, a sus amigos y a cualquiera que comparta su erróneo sistema de valores. Lifton explica que, al traicionar a su círculo personal, se genera en la víctima un conflicto interno de aversión hacia sí mismo.

Paso 4. «¿Dónde estoy?»

«¿Quién soy y qué se supone que debo hacer?». Es el punto de quiebre para Lifton. Luego de traicionar a su gente y con un sentimiento de culpa extremo, la víctima sufre una ruptura. Sobreviene entonces la pérdida de contacto con la realidad y siente que se encuentra completamente perdido y solo. En este sentido, es posible incluso que comience a identificarse y a aceptar a sus torturadores.

Paso 5. «Yo puedo ayudarte»

En este momento, quien aplica la tortura pasa a ofrecer una pequeña muestra de amabilidad: «Un vaso de agua o le pregunta algo sobre su pasado», incluso le plantea la posibilidad de que sean perdonados «sus pecados o culpas». La víctima, que se halla completamente cansada de enfrentar un estado de tensión y sometimiento permanente, acepta ese pequeño gesto con una enorme gratitud y alivio, casi «como si le hubiera salvado la vida».

Paso 6. «Ayúdate a ti mismo»

Es el momento de la confesión. La víctima de tortura psicológica, al no poder resistir la tensión entre el sentimiento de culpa y la muestra repentina de compasión por parte de su torturador, admite pecados inexistentes.

Paso 7. «Por esto sientes dolor»

Luego de haber sido sometido a semanas, meses, años de continua persecución, la víctima ya no entiende qué ha hecho mal. Solo tiene la certeza de que está equivocado. Esta situación de desestructuración provoca muchos vacíos en su mente que el torturador se encargará de llenar a través de escoger un enemigo adecuado: «La culpa es de Putin, de la expansión rusa, del Kremlin».

Paso 8. «No soy yo, son mis creencias»

El alivio definitivo llega cuando la víctima entiende que existe una causa externa para sus errores. La solución termina siendo denunciar todo su anterior sistema de valores y creencias, desligarse individualmente de él y lograr la salvación a través de una declaración de principios que lo hace algo distinto de lo que fue. En este caso, Lifton expone que la víctima termina identificándose completamente con su torturador.

Crímenes de lesa humanidad

En 1984, 156 países que integran la Organización de Naciones Unidas firmaron la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes. En dicho documento se define la tortura de una manera amplia:

» (…) se entenderá por el término ‘tortura’ todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia (…)».

Es posible considerar que la estrategia de asedio psicológico, donde se viraliza bajo la mirada selectiva y complaciente de las redes sociales la discriminación y persecución de la identidad cultural, es un arma de guerra y un delito tipicado en el derecho internacional.

Si algo ya nos ha demostrado la historia, es que no existe nada más pernicioso que los relatos únicos y esas cosmovisiones donde se hace tanto esfuerzo por construir un enemigo que represente una amenaza total a los valores y estilos de vida de una sociedad.

Hollywood lleva más de 100 años alimentando este imaginario de confrontación contra Rusia, contra los pueblos árabes, los resultados son un mundo más fragmentado y polarizado. ¿A quién le sirve esto si no a los que se lucran del conflicto?

Ciertamente no les funciona a los pueblos, tampoco a las generaciones que nos precederán y a quienes les legaremos un sistema internacional en escombros.

Sin embargo, la pasmosa y preocupante velocidad con que miles de seres humanos son expuestos sin descanso a estos algoritmos de la violencia, hace pensar que estamos más allá de una reacción de coyuntura.

Se trata de generar consenso, un ticket de permisividad, una zona de tolerancia para lo que el periodista francés Thierry Meyssan expone es el plan de la élite global, deshacerse del obstáculo que representan los pueblos que construyen Estados-Nación fuertes, soberanos y prósperos. La aceptación colectiva de una agenda, que es cualquier cosa menos colectiva.

Opinión
Foto: Roberto Suárez. Fotos obtenidas de Juventud Rebelde....
Los congresistas anticubanos Mario Díaz Balart y María Elvira Salazar. Foto: Archivo / Tomada de transmisión en video....
Imagen: Síndrome de La Habana, ¿teoría conspirativa o realidad? KienyKe.com...
Lo último
Ellas también son psicólogas
"Los dueños de las grandes teorías son hombres que han tenido detrás a muchas mujeres y mucho aporte de ellas”, comentó la psicóloga Patricia Arés Sara Más - Red Semlac / Foto: SEMlac Cuba.-...
Ver / Leer más
Girón: una victoria siempre joven
Juventud Rebelde.- Frente a los obeliscos los jóvenes rindieron tributo a los caídos. Un grupo de 63 destacados jóvenes matanceros reeditaron la tradicional caminata de 63 kilómetros desde el Museo de la Comandancia d...
Ver / Leer más
La Columna
El día que Mérida perdió
Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación-Radio Miami.- La ciudad de Mérida, la ciudad blanca de Yucatán está de luto.El día 15 de abril a las 5:00 pm falleció un grande de la...
La Revista