Vestíbulo del edificio del ICAIC. Foto: Tomada de Cubacine.


Tatiana Coll* - La Jornada / Nodal

Lo que nos caracteriza como países subdesarrollados son las colas, colas populares, colas para tortillas, transporte, Issste. Sólo en Cuba hay colas para libros. Esto me sorprendió desde la primera vez que fui en 1970. Cuando trabajaba en el periódico Juventud Rebelde y muy cerca estaba una gran librería, con frecuencia se escuchaba por la redacción el aviso: “acaba de llegar el libro…” De inmediato se formaba un torbellino de corre-corre para ponerse en la cola y no faltaba quien solicitara: me apartas lugar.

En México el promedio de libros per cápita/anual ha estado en torno a uno o dos, mientras en Cuba ronda los 20. Las ediciones de 20 o 50 mil ejemplares se agotan en seguida. Los libros no se quedan a coger polvo en las librerías. Hace poco Paco Ignacio Taibo II dijo que Cuba ha creado una república de lectores.

Otra experiencia impresionante fue conocer al Teatro del Escambray, integrado por excelentes actores, como Sergio Corrieri, decidieron trasladarse a la región del Escambray donde se había concentrado la contraguerrilla y bandidos apoyados por EU en 1963, zona de abandono cultural-educativo y donde los campesinos tendrían que desarrollar los retos de transformaciones radicales.

Mediante el teatro que escribieron y protagonizaron con los campesinos se fueron diluyendo las contradicciones. Parte de esta gran revolución cultural fue también el hecho de fundar a escasos tres meses del triunfo revolucionario el ICAIC, la Casa de las Américas y el Teatro y Ballet Nacionales: cuyos objetivos, según García Márquez, se dicen fácil, pero son insospechadamente inabarcables, vincular a Cuba y Latinoamérica en espacios culturales que permitan desarrollar las capacidades, pensamientos y acciones de toda nuestra América y el Caribe, para un proceso de descolonización. Sobre todo porque en aquellos momentos el continente estaba plagado de dictaduras feroces.

Se ha expandido en la isla una gran cultura de resistencia. Sus raíces afrocaribeñas, su antillanismo latinoamericanista, su nacionalismo y antimperialismo han gestado un espacio cultural vital de resistencia, expresión de la esencia diversa y cadenciosa de la cubanía. Espacio de sobrevivencia y conciencia, creativo y múltiple.

Si entendemos la cultura como planteó Freire: la posibilidad de constituirse como un ser-en-el-mundo y romper con la condición de sólo estar en el mundo; apropiarse de su vida, de sus decisiones, de su propio cambio; la cultura como el sustento del yo en el mundo, sus dimensiones existenciales, como señaló Goran Therborn. Entendemos que la cultura se desdobla en cientos de procesos: lectura, cine, música, pero también deportes, salud, ciencia; cultura solidaria, social y, sobre todo, política, que cimentan un no al racismo, a la discriminación, al machismo, al desprecio elitista cultural y mercantil; un no rotundo a la cultura de la explotación y vejación.

La educación como uno de los ejes centrales y sostenidos en Cuba desde el inicio, ha sido el factor que permitió cosechar resultados culturales tan profundos. El extenso sistema educativo, equitativo, integral, humanístico, riguroso e innovador, tan sabiamente armado que ha logrado producir una inmensa cantera de talento popular creador, científico, profesional, que abarca con gran virtud el abanico de posibilidades culturales que ponen en marcha y sostienen a los pueblos en resistencia.

El 23 de agosto a la par del congreso de ALAS, Abel Prieto, ex ministro de Cultura, impartió una conferencia magistral y recorrió los momentos más cruentos de la guerra cultural (nombre de su conferencia) que durante 63 años ha desplegado EU contra la revolución. Desde la Operación Peter Pan, que convenció a los padres de 2 mil niños que, para salvar a sus hijos del brutal comunismo, los tenían que enviar a EU, hasta el SOS-Cuba reciente que empollaron los cientos de miles de tuits surgidos de la restructuración digital estratégica de la CIA y el uso de los entrenados Yutuel y Yunior.

Las incontables ocasiones y medios empleados han respondido a una sola y vieja concepción: aquella que expresó claramente Mallory, secretario de Eisenhower, al determinar que derrotarían a la revolución por hambre.

También recorrió el actual presidente de Casa de las Américas las diferentes trincheras de ideas que como tarea central heredaron de Martí, citó a Armando Hart, el fundador del Ministerio de Cultura y el primero en sistematizar los retos culturales; Haydée Santamaría, fundadora de la Casa de las Américas, símbolo de la fusión cultural latinoamericana, descubridora de tantos creadores. Su continuador Fernández Retamar y Cintio Vitier, escritores, poetas, hombres sólidos y sencillos, y tantos otros que asentaron la enorme fuerza de la cultura popular cubana.

Batalla cultural, batalla de las ideas, que ha sostenido el pueblo en medio de una resistencia noble y audaz. Viendo lo que han producido, es casi inimaginable pensar en lo que podrían haber hecho los cubanos si no estuviesen sometidos al asedio constante y brutal, desmedido e implacable.

Mi vino es de plátano y si saliera amargo, seguiría siendo mi vino. José Martí.

* Profesora e investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional. Autora, entro otros libros, de América Latina en el filo del siglo XXI: entre la catástrofe y los sueños, los nuevos actores sociales, y Colonización y Descolonización Del Saber en America Latina

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