Para hablar de este tema, el MESC (Movimiento Estatal de Solidaridad con Cuba) ha organizado una gira con Helen Yaffe, profesora de la Universidad de Glasgow de Historia Económica y Social, activista y coproductora del documental "Tarea Vida: Combatiendo el Cambio Climático en Cuba". Este film, que muestra cómo Cuba está utilizando la ciencia ambiental, las soluciones naturales y la participación comunitaria en su plan a largo plazo para la adaptación y mitigación del cambio climático, ha sido dirigido por Daniesky Acosta, cubano residente en Escocia, y se podrá ver en Toledo, València, Madrid y Zaragoza de la mano de las asociaciones de solidaridad con Cuba y organizaciones ecologistas, junto a la profesora Yaffe, desde el sábado 25 de marzo hasta el jueves 30 de marzo.
Cuba ante la emergencia climática: Tarea Vida para el bien de la Humanidad
David Rodríguez Fernández*
Corría el año 1992 cuando Fidel interpeló a la conciencia de la Humanidad en un breve pero contundente alegato en defensa de los países empobrecidos y saqueados relacionando la defensa del Medio Ambiente. De nuevo el líder de la revolución cubana se adelantó en la Historia y elevó el ecologismo político, tan presente, urgente y necesario hoy en día, al primer nivel de la política. De eso hace 30 años, y entonces sólo parecían entenderle los países históricamente saqueados y colonizados. Eran tiempos en los que algunos se aventuraron incluso a sentenciar el fin de la Historia, forzando contra natura la detención del motor que hacía avanzar dialécticamente al mundo hacia una fase superior. La Guerra Fría se congeló por unas décadas, el capitalismo se autoproclamó vencedor en la competición entre bloques, tras arrastrar a la otra gran potencia a un desarrollismo ilusoriamente ilimitado que conllevó la depredación acelerada del planeta Tierra. La voz de aquel gigante de América se oyó en la Cumbre del Medio Ambiente y Desarrollo en Río do Janeiro, advirtiendo al mundo de que si no se ponía freno a la lógica consumista y se repartía la riqueza compensando la deuda ecológica a los pueblos explotados, muy pronto sería demasiado tarde para garantizar la supervivencia de la propia especie humana. Tres décadas después, sus palabras vuelven a golpear a la Humanidad: hambre, desigualdad, guerra, destrucción de los recursos naturales para las actuales y futuras generaciones definen en parte la crisis sistémica de un capitalismo inserto en una decadencia peligrosa.
En la actualidad, nadie científicamente fundado cuestiona el cambio climático, así como la necesidad de cambiar el modelo de producción y de consumo. Tan solo líderes populistas en desuso como Trump o Bolsonaro, y grupos de extrema derecha alejados de la realidad, por poner algunos ejemplos, se posicionan contra los hechos objetivos que la Ciencia y la Naturaleza muestran de manera cada vez más evidente. Ahora bien, aunque la política del Poder se tiñe de verde, lo hace sólo en la superficie, con políticas cosméticas que no pasan de la publicidad ideológica o de la reconversión energética con objetivos de beneficio de las mismas empresas.
Según las propias Naciones Unidas, “el cambio climático se refiere a los cambios a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos. Estos cambios pueden ser naturales, por ejemplo, a través de las variaciones del ciclo solar. Pero desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas”. Sigue reconociendo que “la quema de combustibles fósiles genera emisiones de gases de efecto invernadero que actúan como una manta que envuelve a la Tierra, atrapando el calor del sol y elevando las temperaturas. () Y las emisiones siguen aumentando. La temperatura de la Tierra es ahora 1,1 °C más elevada que a finales del siglo XIX. Pero el aumento de la temperatura es sólo el principio de la historia. Como la Tierra es un sistema, en el que todo está conectado, los cambios de una zona pueden influir en los cambios de todas las demás. () Las consecuencias del cambio climático incluyen ahora, entre otras, sequías intensas, escasez de agua, incendios graves, aumento del nivel del mar, inundaciones, deshielo de los polos, tormentas catastróficas y disminución de la biodiversidad. () El cambio climático puede afectar a nuestra salud, a la capacidad de cultivar alimentos, a la vivienda, a la seguridad y al trabajo. Algunos de nosotros ya somos más vulnerables a los impactos climáticos, como las personas que viven en pequeñas naciones insulares y otros países en desarrollo”.
A pesar de las advertencias que realiza las ONU sobre la emergencia climática, tras el incumplimiento de los pasados Objetivos del Milenio (2015), los países desarrollados consumistas, rehenes de los grandes grupos empresariales, no están cumpliendo ni tan solo sus mínimos compromisos recogidos en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Acuerdo de París, como limitar el aumento de la temperatura global a no más de 1,5 °C, (todo apunta a que el aumento de la temperatura será de 2,8 °C para finales de siglo), lo que muestra una preocupante dificultad para alcanzar los actuales Objetivos de Desarrollo Sostenible a través de la Agenda 2030.
Los 100 países que menos emiten generan el 3 % de las emisiones totales. Los 10 países con mayores emisiones aportan el 68 %. Es lógico pensar que los países que crean más problemas tienen una mayor responsabilidad y deben actuar primero y compensar sus daños a la Humanidad. Según explica la ONU, “un paso fundamental es que los países industrializados cumplan su compromiso de aportar 100.000 millones de dólares anuales a los países en desarrollo para que puedan adaptarse y avanzar hacia economías más ecológicas”.
Pero en el mundo occidental desarrollista, la solución ante la crisis climática parece reducirse a cambiar la energía de origen fósil por energía de fuentes renovables, con la financiación pública de los Estados y privada de las personas para cubrir los gastos de la “transición energética”, resultando al mismo tiempo un negocio redondo para las grandes multinacionales del sector. Respecto a las políticas gubernamentales, no se plantean la urgente necesidad de reducir el consumo por la huella ecológica de cada país, ni proponen un decrecimiento de producción y consumo del Norte que permita vivir dignamente al Sur, que corrija el desigual reparto de la riqueza y compense el saqueo de los recursos nacionales, de manera que puedan recuperar su soberanía.
Por su parte, Cuba, en 2017, aprobó el Plan Estatal para el enfrentamiento al Cambio Climático, conocido como 'Tarea Vida', sustentado sobre una base científica multidisciplinaria, que da prioridad a 73 de los 168 municipios cubanos, 63 de ellos en zonas costeras y otros 10 en el interior del territorio, y que contempla cinco acciones estratégicas y once tareas dirigidas a contrarrestar las afectaciones en las zonas vulnerables. Constituyen por tanto una prioridad para la política ambientalista del país que el Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente se encarga de implementar y controlar.
En este sentido, Cuba aporta teoría y desarrolla una política ecológica coherente, integral, planificada, calendarizada, transversal, con base científica y con protagonismo popular que implica a todo el país presente y futuro. Las motivaciones son diversas. En primer lugar, la isla está en primera línea de los territorios que se verían sumergidos en parte cuando las aguas suban de nivel consecuencia del cambio climático. “Como isla caribeña, Cuba se ve afectada de manera desproporcionada por el cambio climático a través de fenómenos meteorológicos extremos, olas de calor, sequías, lluvias torrenciales, huracanes y aumento del nivel del mar. Hasta un 10% del territorio cubano podría quedar sumergido a finales de siglo, obligando a un millón de personas a reubicarse”. En segundo lugar, Cuba asume el compromiso de combatir la deforestación y de reducir el impacto de la huella ecológica, y lo demuestra con datos: la ONG WWF demostró que Cuba era el único país con desarrollo sostenible, cruzando las variables de índice desarrollo humano (0’8) y su huella ecológica (<1’8). En tercer lugar, Cuba desarrolla una política económica y agroalimentaria ecológica consciente, pedagógica, transversal y con participación popular, que garantice progresivamente su soberanía alimentaria y energética, siempre con la dignidad plena del ser humano en el centro.
Si Cuba es capaz de diseñar y aplicar una política coherente con la emergencia climática con resultados constatables mientras sufre las consecuencias de un bloqueo económico que lastra su desarrollo, qué se podría hacer por parte de otros gobiernos. Parece que al Capital no le interesa tampoco que se conozca el ejemplo de la Cuba revolucionaria y solidaria en la lucha contra el cambio climático. Una vez más Cuba, de nuevo un Fidel visionario y comprometido con los pueblos excluidos, incomoda al capitalismo como la conciencia de la Humanidad, y nos llama a la resistencia ante el Poder y a la acción para cambiar todo lo que deba ser cambiado. Cuba, a pesar del bloqueo económico y mediático, así como de la estigmatización interesada por quienes la quieren sumisa, se abre paso con fuerza y siendo un referente también en la lucha contra el cambio climático, con una política transversal y de Estado, asumida como una tarea en defensa de una vida digna y posible en el planeta para toda la Humanidad. Parafraseando a José Martí, para el bien y con el bien de todas y todos, en equilibrio con el Planeta.
* David Rodríguez Fernández es miembro de la Junta Directiva de la Asociación Valenciana de Amistad con Cuba José Martí, miembro de Honor de la Fundación Nicolás Guillén de La Habana y miembro de la Mesa de Coordinación del MESC (Movimiento Estatal de Solidaridad con Cuba).
20 de marzo de 2023
DISCURSO PRONUNCIADO EN RÍO DE JANEIRO POR EL COMANDANTE EN JEFE EN LA CONFERENCIA DE NACIONES UNIDAS SOBRE MEDIO AMBIENTE Y DESARROLLO, EL 12 DE JUNIO DE 1992
“Sr. Presidente de Brasil, Fernando Collor de Mello; Sr. Secretario General de Naciones Unidas, Butros Ghali;
Excelencias:
Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre.
Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo.
Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad. Con solo el 20 por ciento de la población mundial, ellas consumen las dos terceras partes de los metales y las tres cuartas partes de la energía que se produce en el mundo. Han envenenado los mares y ríos, han contaminado el aire, han debilitado y perforado la capa de ozono, han saturado la atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas con efectos catastróficos que ya empezamos a padecer.
Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza. No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto.
La solución no puede ser impedir el desarrollo a los que más lo necesitan. Lo real es que todo lo que contribuya hoy al subdesarrollo y la pobreza constituye una violación flagrante de la ecología. Decenas de millones de hombres, mujeres y niños mueren cada año en el Tercer Mundo a consecuencia de esto, más que en cada una de las dos guerras mundiales. El intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda externa agreden la ecología y propician la destrucción del medio ambiente.
Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre.
Cuando las supuestas amenazas del comunismo han desaparecido y no quedan ya pretextos para guerras frías, carreras armamentistas y gastos militares, ¿qué es lo que impide dedicar de inmediato esos recursos a promover el desarrollo del Tercer Mundo y combatir la amenaza de destrucción ecológica del planeta?
Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo.
Gracias.”