Pascual Serrano - Cubaperiodistas


El pasado mes de junio, el secretario de Estado de EE. UU., Anthony Blinken, afirmó que, según la información de inteligencia que disponían, China estaba reforzando su infraestructura para la recolección de datos en países extranjeros, y añadió más concretamente que «la República Popular China había llevado a cabo una actualización de sus instalaciones de recopilación de inteligencia en Cuba en 2019».

La noticia la difundía The Wall Street Journal, y añadían que mientras el Secretario de Estado Antony Blinken se reunía con el presidente Xi Jinping, China estaba negociando para establecer un centro de entrenamiento militar en Cuba, lo que pondría a miles de soldados a 90 millas de las costas de Florida.

Según la información, que se completaba con un reporte de la agencia de noticias Reuters, la base a la que se estarían refiriendo desde la Casa Blanca era en Bejucal, un pueblo situado a 33 kilómetros de la Habana, una zona rural llena de palmas y cañas de azúcar. Las comunicaciones por Internet son muy limitadas en la zona y quienes viven ahí se dedican a la agricultura.

Llegar hasta la supuesta base es muy difícil, la carretera está llena de baches, pues se encuentra en medio de las plantaciones.

Como prueba de la afirmación de Blinken, la agencia añadía supuestas declaraciones de vecinos, a los que identificaba solo con su nombre de pila. Asimismo, hacía referencia a unas fotos de Reuters con «varias antenas parabólicas en lo alto de una cresta, por encima del pueblo. También una cúpula grande cerrada de metal blanco y oxidado».

Por su parte, el Secretario de Estado afirmaba que se cree que esta base de Bejucal, a unos 187 kilómetros de Key West, en Florida, se utiliza para interceptar comunicaciones electrónicas de Washington, y que es un tema que ha sido abordado por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien ha podido «frenar» los objetivos de China.

Todo ello fue ampliamente difundido por medios estatales financiados por el gobierno de Estados Unidos como La Voz de América.

Tanto China como Cuba desmintieron la información de Estados Unidos. El viceministro cubano de Relaciones Exteriores de Cuba, Carlos Fernández de Cossio, afirmó: «El periódico estadounidense The Wall Street Journal publicó el 8 de junio una información totalmente mendaz e infundada según la cual supuestamente existe un acuerdo entre Cuba y China en materia militar para la instalación de una supuesta base de espionaje».

Por su parte, el portavoz de la Cancillería china, Wang Webin, declaró: «Como es bien sabido, difundir rumores y calumnias es una táctica común de EE. UU., y la interferencia arbitraria en los asuntos internos de otros también es una práctica común de EE. UU.», subrayando que «EE. UU.» es el mayor imperio de hackers y poder de vigilancia del mundo».

Poco después, la periodista cubana Rosa Miriam Elizalde publicaba en La Jornada, bajo el titular «El cuento de los espías chinos en Cuba», que los pobladores de ese municipio «se han quedado atónitos cuando la localidad ha aparecido en los informativos como el enclave donde Pekín ha instalado bases ultrasecretas para espiar a Washington desde Cuba, noticia que ha dado la vuelta al mundo», porque ellos «no han visto un chino en décadas».

Elizalde señala que las fotos de Reuters se limitaban a mostrar «una antena parabólica en el medio de la nada, tan herrumbrosa e incongruente como el cartel torcido a la entrada de un supuesto establecimiento militar que, según los lugareños, ha estado ahí toda la vida. En las panorámicas no se aprecia custodia policial, por lo que quizás alguien intentará convencernos de que los espías chinos son invisibles».

Ya en 2005, el entonces subsecretario para Control de Armamentos y Seguridad Internacional, Richard Bolton, acusó a Cuba de ser un estado productor de armas biológicas y una amenaza terrorista para Estados Unidos. Uno de esos centros de producción de armas biológicas de destrucción masiva desde el que se preparan productos con los que, compartidos con otros países terroristas, se atacará al pueblo norteamericano en cualquier momento era el Centro de Inmunología Molecular de La Habana.

En aquellas fechas, yo me encontraba en La Habana y, como nunca había conocido un centro de armas biológicas con tal capacidad de destrucción quise visitar ese lugar. En contra de lo que imaginaba no vi en la entrada una masiva presencia de militares que custodiara tan peligrosa actividad, sólo alguna foto de Martí y un tablón de anuncios con poesías suyas en el pasillo. Los peligrosos científicos apenas tenían treinta años y una inocente sonrisa de quienes no parece que estén tramando atacar a Estados Unidos por sorpresa.

Cuando comienzo a indagar lo que se produce en el centro descubro que fabrican eritropoyetina, una sustancia aconsejada para las anemias e inmunoterapia para tratar el cáncer. Y parece que no soy yo solo quien ha llegado a esa conclusión porque sus productos se están ensayando en Italia, Alemania, Canadá, Inglaterra y España, entre otros muchos países. Incluso cincuenta empresas norteamericanas han expresado su interés por sus tratamientos oncológicos. El año anterior, la estadounidense farmacéutica CancerVax firmó con ellos un acuerdo de cooperación para fabricar en Estados Unidos tres vacunas de cáncer de este centro de fabricación de armas biológicas de destrucción masiva, una de ellas para tratar el cáncer de pulmón. Es decir, de armas biológicas, nada.

En 2016, Estados Unidos empezó a denunciar que sus funcionarios diplomáticos en La Habana estaban sufriendo unas dolencias producidas por unos «ataques sónicos» del gobierno cubano contra el edificio de la Sección de Intereses de Estados Unidos. Al parecer, decenas de funcionarios habían sufrido mareos, náuseas, dolor de cabeza y confusión mental a causa de un sonido persistente y de origen desconocido en sus casas o en las habitaciones del hotel en el que se alojaban. Todo ello lo calificaron de «síndrome de La Habana» y responsabilizaron al gobierno cubano. El Departamento de Estado recortó el personal estadounidense en La Habana en un 60 por ciento e incluyó a su delegación diplomática en el grupo de las embajadas más peligrosas, como las de Sudán del Sur e Irak.

Sin embargo, según un estudio de la Universidad de Berkely, en California, y la Universidad de Lincoln, en Reino Unido, se trataba de grillos, concretamente el canto del grillo antillano, de la especie nurogryllus celerinictus. Se trata de un animal cuyo canto es especialmente fuerte y molesto.

Finalmente, la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA) concluyó en un informe, difundido por el diario The New York Times, que los misteriosos dolores de cabeza, vértigos y náuseas que sufrieron diplomáticos estadounidenses, el fenómeno conocido como el síndrome de La Habana, no fueron fruto de una operación organizada por ningún agente extranjero.

Para la agencia estadounidense, la mayoría de los más de 1 000 casos reportados y de los que Washington tiene constancia pueden justificarse por causas ambientales, condiciones médicas sin diagnosticar o puro cansancio. La Agencia rechaza de plano que la misteriosa dolencia que ha atacado desde 2016 a los espías y diplomáticos estadounidenses se deba a una campaña global llevada a cabo por una potencia extranjera.

La reciente acusación de que en Cuba se ha puesto en marcha una base de espionaje china, es solo el último intento estadounidense de generar un ambiente hostil contra la Isla.

Sin embargo, lo que sí es cierto es que el pasado 5 de julio ingresó en la bahía de Guantánamo un submarino de propulsión nuclear que permaneció hasta el 8 de julio en la base militar estadounidense. Ello ha provocado la protesta del Ministerio de Relaciones Exteriores cubano por lo que considera una escalada provocadora de los Estados Unidos, cuyos motivos políticos o estratégicos se desconocen.

En un comunicado de ese ministerio, se señala que «la presencia allí de un submarino nuclear en estos momentos obliga a cuestionar cuál es la razón militar del hecho en esta región pacífica del mundo, contra qué objetivo se dirige y qué propósito estratégico persigue». También recuerdan que «las 33 naciones de la región son firmantes de la Declaración de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, suscrita en La Habana en enero de 2014».

Es curioso, pero no sorprende, que haya sido noticia en el mundo entero una base militar china inexistente, unos ataques sónicos cubanos que se confirmaron provocados por grillos, un centro de armas biológicas que terminó siendo una fábrica de vacunas y, en cambio, se silencie un submarino nuclear estadounidense en la frontera con Cuba.

Tomado de globalter.com

Pascual Serrano es licenciado en Periodismo. Crítico con la prensa tradicional, en 1996 fundó la publicación electrónica Rebelión (www.rebelion.org), proyecto que abandonó hace 13 años. Durante 2006 y 2007 fue director editorial de Telesur. Su denuncia a los métodos de información de los grandes medios tradicionales se ha reflejado en libros como Desinformación (2009), con prólogo de Ignacio Ramonet, o La prensa ha muerto: ¡viva la prensa! (2014). En Foca ha publicado Traficantes de información (2012), Medios democráticos (2016) y Paren las rotativas (2019). En 2019 recibió el Premio de Periodismo de Derechos Humanos que anualmente concede la Asociación ProDerechos Humanos de España (APDHE). En la actualidad dirige en Akal la colección A Fondo y colabora con varios medios.

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