Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.


Oscar Domingo

Cubainformación

Recién regresé de mi último viaje a Cuba. Tengo un mar de ideas acerca de lo que he vivido y sentimientos encontrados acerca de lo que han visto mis ojos y certificado mis sentidos. Aclarar que no he hecho vida de “turista normal”; no he comido en paladares ni gastado un peso en lo que lo hacen muchos de ellos (algún mojito y daikiri han caído, eso sí). He viajado por la ciudad en almendrones, ruteros y guaguas, he estado horas y horas de espera esperando esos transportes públicos como cualquier cubano, he comido en restaurantes estatales o en ventanitas callejeras, he recorrido cientos de kilómetros y dado botella a docenas de personas, he vivido un apagón en La Habana y una tormenta que comenzó a inundar la casa en que me alojaba. He vivido las carencias que viven los y las cubanas, no he tenido café ni leche cuando no lo había, he compartido lo que me han ofrecido y he ofrecido lo poco que tenía; he sentido las carencias que padece la población, el estado del transporte... y a pesar de todo, vuelvo aún más enamorado del país, de sus gentes y de la Revolución cubana.

En las dos semanas que he pasado en Cuba he conocido a docenas de personas de todo tipo; desde jubilados, trabajadores y trabajadores del estado o de MIPYMES, estudiantes, personas mayores, jóvenes...unos y unas totalmente partidarios y partidarias del gobierno y la Revolución, otros con grandes críticas a ellos, otros ajenos a la política, unos pertenecientes a organizaciones de masas (PCC, UJC, FEU...), unos defendiendo las políticas estatales, otros planteando ideas alternativas... pero todos y todas, sin excepción, haciendo lo que hacemos los trabajadores y trabajadoras de cualquier rincón del mundo: buscarnos la vida para poner un plato de comida en la mesa. La única diferencia entre una persona en Cuba y otra de fuera, es que las de fuera no vemos cómo la dificultad para llegar a fin de mes se ve agravada hasta niveles dramáticos por una superpotencia que impide la importación de comida, medicamentos, dinero o incluso respiradores (en la parte más dramática del COVID-19) o incluso que la gente viaje a tu país.

Lo que pretendo explicar con esta introducción es que ni he hecho vida de turista, ni me he limitado a pasar el día en una tumbona playera, ni me he centrado en la “propaganda del gobierno”... más bien fui a Cuba con la mente abierta, a palpar, respirar y oler de la manera más objetiva posible, y he vuelto del viaje con una mayor convicción si cabe de dos cosas; la primera, que la política criminal de agresión de EEUU contra Cuba impide en la práctica a los cubanas y cubanas acceder a comida, medicamentos y bienes de consumo, al gobierno cubano acceder a importar y exportar lo que necesitara cuándo y dónde lo necesitara e incluso a los turistas desenvolverse como lo haríamos en cualquier lugar del mundo (yo mismo he padecido las restricciones de corte monetario, de transacciones y operativas financieras, las sanciones e injusticias extraterritoriales que los yanquis imponen para intentar cambiar el modelo socioeconómico cubano), y la segunda es que los problemas que padece Cuba tienen solución. No es voluntad del gobierno cubano que empresas de otros países no puedan negociar con Cuba, que los familiares en el extranjero no puedan enviar las remesas que consideren a los suyos, que no puedan acceder a comprar lo que necesita el pueblo en el mercado más cercano en el que hay de todo, los EEUU, o que las transacciones cubanas se vean encarecidas o bloqueadas. No, no se puede culpar al gobierno cubano de lo que el gobierno cubano no es responsable; hay que buscar a los culpables a 90 millas, en la Florida, en los EEUU, el país más criminal de la historia que desde hace más de 60 años tiene en su punto de mira a la pequeña isla caribeña, y también en la gusanera, esos cubanos que prefieren intentar matar de hambre al pueblo que un día les vió nacer apoyando las medidas del bloqueo solo porque ese pueblo sigue empeñado en mantener su dignidad, su independencia como pueblo y su libertad.

Cuba padece a día de hoy grandes carencias, es innegable. Faltan muchos bienes de consumo o están caros, cuesta conseguir muchas cosas y toca pelear cada día para salir adelante, pero me reafirmo en que no es baladí repetir insaciablemente que no se puede juzgar a Cuba o a su modelo de gobierno sin tener presente lo que supone para cualquier país, y más para una pequeña isla caribeña del tercer mundo, vivir bajo la bota de una de las mayores potencias económicas y militares que existe. Solo anteponiendo esta idea a cualquier frase que pronunciemos, podremos poner en contexto nuestra opinión sobre absolutamente cualquier cosa que ocurre en la isla. Mientras, viajar a Cuba seguirá siendo un placer, por su gente, por su clima, por su paisaje y su paisanaje, por su cultura, sus tradiciones y su historia de luchas que han forjado a un pueblo que incluso en los peores y más difíciles momentos sonríe y bromea.

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