Laura Fuentes Medina - Juventud Rebelde.- Los Juegos Olímpicos —como era de esperar— han traído a nuestras pantallas un derroche de talento y excelencia, historias inéditas de hombres y mujeres cuyo sacrificio les mereció una posición en los más altos renglones de cada disciplina deportiva.


Referirse a atletas de alto nivel nos lleva a pensar mayormente en su condición física y entrenamientos diarios, a riesgo de olvidar que hablamos de personas que podrían tener problemas en su entorno social muy serios y cuyo equilibrio mental debe ser reforzado, pues no es poca la presión que supone ser competidor y tener expectante a toda una nación.

Por más fuerte y rápido que sea, un atleta no podrá alcanzar su máximo potencial si se encuentra lidiando con ansiedad, depresión, problemas de imagen corporal o estrés. La mente juega un papel crucial en la concentración, la motivación, la toma de decisiones y la resiliencia, factores determinantes para el éxito en la competición.

Sin embargo, a pesar de su importancia, la salud mental en el deporte aún es un tema delicado. A los competidores se les entrena para ser fuertes, superar el dolor y no mostrar debilidad, de ahí que, presionados por la búsqueda de resultados y la competencia, a menudo se sientan avergonzados de hablar de sus conflictos mentales.

Uno de los casos más populares es el de Simone Biles, la gimnasta estadounidense conocida como la más exitosa de la historia. Con apenas 27 años, reapareció recientemente en París para adueñarse de todos los focos y agregar a su lista de lauros olímpicos dos nuevas medallas de oro, sumando un total de nueve preseas olímpicas, seis de ellas doradas. Sus increíbles presentaciones impactan y asustan a la vez, y algunos aseguran que es capaz de «volar» al referirse a la majestuosidad de cada acrobacia suya.

Muchos no esperaban esta impecable participación si se tiene en cuenta que hace tres años, en el contexto de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (aplazados un año debido a la Covid-19), acabó renunciando a varias finales por una cuestión de salud mental e hizo sonar las alarmas respecto al tema.

Biles, quien está cambiando la historia de la gimnasia artística a nivel mundial, carga con un pasado difícil a sus espaldas. Hija de una madre drogadicta y padre desconocido, tuvo una infancia turbulenta hasta que finalmente fue adoptada por sus abuelos maternos.

Cualquiera pensaría que ya había tenido suficiente tristeza en su vida, pero en 2018 participó en el juicio por abuso sexual contra el entonces médico de la selección de gimnastas de Estados Unidos, Larry Nassar. Cuando fue detenido por el Estado de Michigan, tras una lenta investigación por parte del Buró Federal de Investigaciones (FBI), Nassar había abusado sexualmente de cientos de gimnastas bajo la excusa de realizar tratamientos médicos. Entre ellas se encontraba Simone Biles.

Cabe acotar que todas estas dificultades y abusos fueron posibles gracias a la pasividad de las autoridades y dejaron marcas profundas en la mente de la gimnasta. Si a ello sumamos el peso de ser la favorita en diferentes certámenes, es comprensible el delicado equilibrio de su salud mental para el año 2020.

Si bien este es uno de los ejemplos más connotados de atletas que han necesitado una pausa en pos de su salud mental, no es el único. A nivel internacional ha habido ejemplos como Naomi Osaka, tenista de origen japonés que también se alejó del deporte en el torneo Roland Garros de 2021 debido a la  presión de los medios y la ansiedad que esto le generó. Asimismo, el nadador español Rafa Muñoz sufrió depresión y deseó la muerte en repetidas ocasiones, decidiendo pausar su carrera por salud mental en un punto cumbre de su trayectoria deportiva.

Es necesario reconocer que, para lograr el oro olímpico, se requiere ostentar un estado saludable tanto física como mentalmente. Es imperativo que la comunidad deportiva fomente políticas y recursos para atender este aspecto crucial, así como eliminar estigmas asociados a los problemas de salud mental.

No se trata solo de ganar medallas, sino de garantizar el bienestar integral de los atletas. Un atleta sano mentalmente puede alcanzar su máximo potencial, disfrutar de su pasión por el deporte y contribuir al desarrollo de una cultura deportiva más sana y humana.

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