Los medios y plataformas construyen una realidad social y sus representaciones, siempre convenientes al dominador, al que pague Foto: Caricatura de Moro


Debemos encontrar nuevas formas en el discurso y en el quehacer político, para que sea creciente el acompañamiento de las fuerzas populares, y lograr transformaciones todavía más profundas

Jorge Enrique Jerez Belisario

Granma

Nicolás Maduro ganó las últimas elecciones en Venezuela; sin embargo, el relato de los grandes medios y de algunos no tan grandes es otro. Ese guion no es nuevo, y acompaña cada movimiento de la derecha mundial, del poder económico y de quienes no quieren repartir las riquezas entre todos.

Lo que sucede desde el 28 de julio en la nación de Simón Bolívar es parte de un golpe mediático continuado contra la izquierda en la región.

Ejemplos sobran en los últimos años: la guerra sucia contra el sandinismo en Nicaragua, el golpe militar a Zelaya en Honduras, el golpe parlamentario contra Fernando Lugo en Paraguay, el impeachment contra Dilma Roussef en Brasil, y el golpe militar contra Evo Morales en Bolivia.

Las partes de este esquema son muchas veces repetidas y pocas veces interiorizadas: primero se niega la naturaleza democrática, cantan fraude, se intenta fracturar el consenso y, por tanto, se tacha el proceso de ilegítimo y represivo… hasta llegar a la dictadura, un término muy temido en la región, por lo que significaron las verdaderas dictaduras militares.

De igual manera han tenido similar estrategia mediática el lawfare y los procesos judiciales amañados contra Lula da Silva en el gigante sudamericano, contra Cristina Fernández en Argentina y contra Rafael Correa en Ecuador.

Ese discurso periodístico ha logrado que cale en la sociedad latinoamericana la percepción de que la izquierda es corrupta, y por eso costó que se movilizaran las calles ante esos procesos judiciales e, incluso, han logrado que ya no sea una opción para muchos.

Lo hacen con un excelente manejo de la comunicación, segmentación de los públicos y la utilización del big data, en función de desestabilizar, desde la comunicación, los gobiernos y el poder político.

Esto no es de ahora, es el efecto acumulativo de una guerra cultural y mediática que ha logrado incidir en la propia izquierda y en los oprimidos, y ha penetrado tanto que convenció a aquellos que se creen millonarios –sin tener un peso en el bolsillo– a pensar como capitalistas.

Las condiciones que han llevado a ese contexto son varias, entre ellas la falta de pluralidad de las voces producto de un fuerte monopolio mediático, favorable al poder y a las oligarquías mediáticas. Aquí incide la no aplicación de los modelos de comunicación auténticos de la región y la reproducción de aquellos surgidos más al norte, además de la existencia de fuertes vínculos entre grupos mediáticos, magnates y grandes transnacionales.

Teóricamente, los estudiosos coinciden en que los medios proveen a los públicos de herramientas y esquemas de construcción de sentido. La transmisión de la ideología funciona como si se dibujaran temas culturales familiares que resuenan dentro de las audiencias.

Es erróneo, por tanto, decir que los medios reflejan la sociedad; el periodista, el medio y el discurso, en su conjunto, construyen una realidad social y sus representaciones, siempre convenientes al dominador, al que paga.

LA ELOCUENTE HISTORIA

El terrorismo mediático no es cuestión del siglo XXI, lo saben bien los chilenos que lo sufrieron en contra del Gobierno de la Unidad Popular encabezado por Salvador Allende. Allí se articularon el principal medio de comunicación masivo de Chile, las corporaciones empresariales y los partidos políticos de la derecha, para lograr el derrocamiento de un Gobierno democráticamente electo.

Más acá en el tiempo, el rol de la prensa durante el derrocamiento de Fernando Lugo, en Paraguay, fue analizado por Arlenin Aguillón, y develó semejanzas entre el contenido de los comunicados del Partido Colorado y los textos del rotativo abc Color, como forma de imponer una agenda política contra el presidente Lugo, y fraguar el golpe, ejemplo también de la relación entre los partidos políticos tradicionales y los medios más recalcitrantes.

La prensa, mediante estrategias de comunicación política poco estudiadas todavía por la izquierda, hicieron que la confianza hacia Lugo cayera de un 84 % a un 37 % desde 2008 hasta 2011.

Mucho tiene que ver el Grupo Globo, en Brasil, con los ataques a la izquierda en ese país y en la región; sin embargo, todo parte de un modelo monopólico de construcción de la información, fabricado por la dictadura militar. Ellos, que precisamente han tenido una historia de corrupción y desvíos, resultaron los principales acusadores de los líderes del Partido de los Trabajadores, y dirigieron la orquesta contra Lula y Dilma.

Volviendo a Venezuela, y a la última fase de la ofensiva mediática contra ese país y sus poderes, encontramos un elemento nuevo, y es la posición de abierta confrontación del dueño de la red social X, anteriormente llamada Twitter, Elon Musk –un multimillonario que representa los intereses del capital y la extrema derecha estadounidense–, desde la hora en que se comunicaron los resultados electorales.

Esto es muestra de lo que pasa cuando los medios de comunicación no están en manos de la mayoría y defienden intereses de grupos minoritarios que, obviamente, con manipulación incluida, se presentan como los intereses de todos. Porque la comunicación es y seguirá siendo clasista.

CUBA, UNA NUEVA ESTRATEGIA PARA UN VIEJO FIN

Internet es y seguirá siendo un terreno de operaciones militares. No lo digo yo, lo declaró el propio Gobierno de ee. uu. cuando creó el Comando Especial de Ciberguerras. Cuba también es víctima de esos linchamientos, abiertos e institucionalizados desde poderes extranjeros; allí está la fuerza de tarea o Task force, para incidir en la Isla desde las plataformas digitales.

En ese contexto, ante los fracasos y el desprestigio de la contrarrevolución tradicional, surgen en las redes medios como CiberCuba, adn Cuba, Cubanos por el Mundo, Cubita Now, Cubanet, Periodismo de Barrio, El Toque, El Estornudo, YucaByte… que se alinean para desacreditar la gestión del Gobierno cubano y deslegitimar el sistema social.

Ya no basta un discurso más agresivo. Desde hace un tiempo, y copiando tácticas también aplicadas en Venezuela, optan por el ataque directo a la moneda e incitan abiertamente los intentos desestabilizadores continuados contra la Isla. Todo sale del mismo plan: arreciar la guerra económica, y luego esas mismas plataformas culpan de ineficaz al Gobierno, esa es la guerra desleal que busca destruir la Revolución.

Ante esto, debemos encontrar nuevas formas en el discurso y en el quehacer político, para hacernos acompañar de las fuerzas populares, y lograr transformaciones profundas y culturales que permitan avanzar en los procesos progresistas, y que estos no sean tan sensibles a los golpes mediáticos.

En las redes sociales se construyen realidades y en las calles se influencian las representaciones de la gente y se defienden esos procesos. Debemos ocupar, entonces, dos trincheras: contra los golpes blandos, no hay mejor receta que tomar las redes y tomar las calles.

Opinión
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