Solo en una escuela de artes de Holguín había 369 alumnos, con un maestro por cada 20 alumnos. Foto: Drew Hayden Taylor.


Drew Hayden Taylor

TVO Today

Tomado de Cubadebate

Ah, Cuba. Tierra de puros, ron y canadienses quemados por el sol. Si bien esos hábitos definen al país para muchos, también debería ser conocido por su énfasis en la formación de médicos y enfermeras: abundan y practican su oficio en casi todas las esquinas y en todos los pueblos pequeños.

Hace varios años, una comunidad del norte de Manitoba solicitó al gobierno federal de Canadá que permitiera a los médicos cubanos cubrir las vacantes en su sistema de atención médica. El gobierno consideró que tal propuesta no era digna de consideración. ¿Qué saben los cubanos sobre servir a un pueblo marginado? Estoy divagando.

Pero escribí sobre esto el año pasado, después de unirme a la Brigada de Solidaridad Calixto García. Este año quiero centrarme en algo nuevo de mi viaje de 12 días recién completado por el sureste de Cuba: la abundancia (y popularidad) de escuelas de artes. Los cubanos aman sus artes. El viaje de este año se centró en ver el país más allá de los centros turísticos. Esto significó días en un autobús recorriendo el campo y los pueblos, charlando con verdaderos cubanos que hacen más que traerte un mojito o hablar sobre las hazañas del lanzador de los Azulejos, Yariel Rodríguez.

Hay un dicho allí: “Cuba es cultura”. Una de las manifestaciones más destacadas de cualquier cultura son las artes. Y en Cuba se toman en serio su arte. El arte, como cualquier profesión, requiere formación. Y por eso en Cuba también se toman en serio su formación. Como alguien que ha pasado casi 40 años en las artes, me sentí honrado e impresionado.

La comparsa de la que formé parte tuvo la oportunidad de visitar varias instituciones educativas artísticas en cuatro provincias del sureste del país: Holguín, Guantánamo, Santiago De Cuba y Las Tunas.

Hay 37 escuelas de artes escénicas en toda Cuba, un país de 11 millones de habitantes. Estas son escuelas públicas, lo que significa que no hay tarifas ni matrícula adicionales. ¿Cuántas escuelas públicas de este tipo existen en Ontario?

En Ontario, los estudiantes que quieren asistir a una escuela de artes escénicas a menudo tienen que hacer una audición o, a veces, son elegidos mediante un sistema de lotería. También suelen tener que pagar. En Cuba, estas escuelas no son vistas de manera diferente a lo que podrían llamarse escuelas académicas, y no es ninguna vergüenza dedicarse a las artes.

En cambio, los niños quieren ser artistas. Solo en una escuela de artes de Holguín había 369 estudiantes. Tenían un maestro por cada 20 alumnos. Vi una mañana de actuaciones de estudiantes, incluidos practicantes de danza, canto y actuación. Fue asombroso. La escuela también enseñó ballet clásico, música y artes visuales. Visité al menos otras tres intuiciones similares con programas igualmente fascinantes.

También hay 115 centros culturales repartidos por todo el país, lugares donde estos dones únicos pueden ejercitarse y desarrollarse fuera de las escuelas.

En una escuela vimos a una adolescente parada frente a nosotros, comenzando a cantar. Pasaron unos segundos antes de que reconociéramos la canción. Vimos a esta niña de una isla caribeña empobrecida cantar una versión espectacular y seriamente conmovedora de “Hallelujah” de Leonard Cohen. En español. Lo curioso es que sus profesores no sabían que estaba escrito por un canadiense.

Cuba también es política, y las artes frecuentemente reflejan esto. En un país que enfrenta los efectos paralizantes del embargo estadounidense, gran parte del trabajo explorado por las escuelas tiene que ver con ensalzar las virtudes de la Revolución Cubana. Con frecuencia se destacan otros conflictos previos que ayudan a definir a las personas y la cultura. En dos visitas distintas vi a jóvenes estudiantes recreando la infame ejecución de ocho estudiantes de Medicina durante un conflicto revolucionario cubano en 1871. Fue un poco extraño ver a niños de 10 y 12 años pararse orgullosos para ser “fusilados”.

Siempre he creído que las artes pueden cambiar el mundo o, al menos, influir en él. Cuba tiene muchos defectos, muchos de ellos no son culpa suya. Pero la forma en que los cubanos han abrazado las artes y las han integrado en su cultura hace que uno quiera cantar. Ontario podría aprender una lección.

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