Patricio Montesinos

Rebelión

La reciente decisión del presidente saliente de EEUU, Joe Biden, de sacar a Cuba de la espuria lista de Washington de países patrocinadores del terrorismo no merece aplausos, ni mucho menos agradecimientos.

La mayor de las Antillas nunca debió estar en ese ilegal instrumento de la Casa Blanca porque jamás ha protagonizado ni apoyado acciones violentas contra otras naciones como, por el contrario, lo ha hecho siempre y hace actualmente su vecino poderoso del norte.

El mundo sabe muy bien que Cuba, reconocida por su destacada solidaridad internacional, sí ha sido víctima del terrorismo de Estado de Washington desde el mismo inicio de su Revolución, el 1 enero de 1959.

Numerosas han sido las agresiones, atentados y campañas mediáticas sufridas hasta hoy por la isla caribeña, todas orquestadas o alentadas desde territorio de EEUU.

Y ni hablar del cruel bloqueo que sucesivas administraciones de la Casa Blanca han mantenido y arreciado contra el pueblo cubano, desde hace más de 60 años, por el solo hecho de defender su soberanía e independencia.

La anunciada exclusión ahora de la nación antillana del referido listado, aunque supuestamente debe eliminar sanciones, para nada cambia el cerco económico, comercial y financiero de Washington, el cual se mantiene intacto.

Biden pudo tomar esa determinación desde el comienzo de su mandato, sin embargo lo hizo a escasos días de abandonar la Casa Blanca, y del regreso del Donald Trump al despacho oval.

Fue Trump quien volvió a incluir a Cuba en la misma ilegitima lista, lo que hace desconfiar acerca de las verdaderas intenciones del saliente inquilino de Washington, y claro está de su controvertido sucesor.

El líder histórico de la Revolución en la isla, Fidel Castro, y el Guerrillero Heroico, Ernesto Che Guevara, dirían hoy: ¡cautela y mucho cuidado con las pretensiones del imperio del norte brutal y revuelto!

Los aplausos entonces mejor guardarlos para si EEUU decide eliminar definitivamente el bloqueo, como se lo ha demandado la comunidad internacional en reiteradas ocasiones en la ONU, e iniciar relaciones civilizadas y respetuosas con Cuba. El decano archipiélago caribeño está dispuesto a dialogar de tú a tú.

 

La decisión de Biden

Gustavo Espinoza M.

Rebelión

Finalmente, luego de cuatro años de gobierno, Joe Biden decidió cumplir la promesa que hiciera al asumir su función como Mandatario de los Estados Unidos y dispuso el retiro de Cuba de la denominada “Lista de Países que patrocinan el Terrorismo” y que arbitrariamente maneja la Casa Blanca para castigar a sus adversarios en el escenario mundial.

Como lo ha señalado la Cancillería Cubana, ésta es una medida insuficiente, pero dada en una dirección correcta. Insuficiente porque no modifica las bases del bloqueo a Cuba, que mantiene intacto el gobierno norteamericano desde hace más de seis décadas.

Pero está dada en un camino correcto porque precisamente por esa vía es que puede normalizarse la relación entre los Estados Unidos y otros países. Es decir, renunciando a las presiones, la fuerza y las amenazas, que constituyen la característica preeminente en el accionar de Washington,

Se trata, por cierto, de una medida que no merece aplauso ni gratitud de parte de nadie; porque implica una decisión que nunca debió ser adoptada por Estados Unidos y que si hoy es revocada, eso hay que atribuirlo al rechazo generalizado que concitara en el escenario mundial.

De todos los rincones del planeta, en efecto, el gobierno norteamericano recibió críticas y resistencia creciente, a más de un consistente repudio. Bien puede decirse entonces que esta disposición ha sido arrancada por Cuba y los pueblos ya que implica una derrota de los guerreristas y sus adláteres,  

Esta medida debió haber sido asumida por Joe Biden al inicio de su gestión gubernativa, en el 2020. No sólo porque formaba parte del legado que dejara el anterior mandatario Barack Obama -también del Partido Demócrata- sino además porque el propio Biden se comprometió a adoptarle una vez que fuera restablecida aviesamente por Donald Trump en su anterior gestión Republicana.

Ahora, el peligro que se divisa en el horizonte tiene que ver precisamente con el ascenso de Trump al gobierno de los Estados Unidos, hecho que se cumplirá en pocos días. No debiera sorprender entonces que el Republicano nueva mente en el Poder, pretenda revocar la decisión dada a conocer ayer 14 de enero, y busque encender nuevamente el fuego de la confrontación contra Cuba.

La designación del Senador Republicano Marco Rubio, conocido por sus vínculos con los grupos terroristas anticubanos que operan en Miami, como Secretario de Estado de los Estados Unidos, constituye un augurio nefasto para América Latina y una amenaza real contra Cuba y otros países.

Debemos ser conscientes, entonces, que la batalla continúa. Ella no concluirá sino cuando se ponga fin al bloqueo genocida contra Cuba y la Casa Blanca reconozca que cada país tiene derecho a buscar su propio camino de progreso y desarrollo al margen de los intereses del Imperio.

Mantener y acrecentar la solidaridad con Cuba, constituye un deber esencial para todos.

Opinión
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