Cubainformación y Juventud Rebelde conversan en La Habana con Carlos González Penalva, asturiano experto en redes sociales y quien forma parte del equipo organizador del Coloquio Patria, evento sobre periodismo y comunicación que celebrará en La Habana la próxima semana.


Carlos González Penalva

- Cuba ha experimentado un nuevo apagón que desconectó al país del Sistema Eléctrico Nacional. ¿Cuál es su análisis sobre las causas y consecuencias de este evento, y su relación con las nuevas formas de guerra no convencional que se aplican contra la isla?

- Los apagones en Cuba son una de las expresiones más visibles de la crisis energética que atraviesa el país y, al mismo tiempo, un elemento que afecta directamente la vida cotidiana de la población. Es comprensible el malestar y la frustración que genera la inestabilidad del servicio eléctrico, no solo porque altera la rutina diaria, sino porque tiene consecuencias materiales concretas, como la pérdida de alimentos almacenados en refrigeradores, la interrupción de servicios básicos o la afectación a actividades económicas que dependen del suministro energético. Estos problemas, cuando se sostienen en el tiempo, generan un estado de desgaste emocional y social que se convierte en un terreno fértil para la fractura del tejido comunitario y el malestar político, lo que no es un efecto colateral, sino un objetivo estratégico dentro de la guerra no convencional que enfrenta Cuba.

La crisis energética en la isla no puede analizarse de manera aislada, sino dentro de un contexto más amplio en el que el bloqueo estadounidense juega un papel determinante. La infraestructura del Sistema Eléctrico Nacional cubano opera con plantas de generación antiguas, cuya modernización se ve limitada por las restricciones impuestas al acceso a financiamiento internacional, a la compra de repuestos y a la adquisición de tecnologías de vanguardia. Además, el bloqueo afecta la importación de combustibles, ya que las navieras que transportan petróleo hacia Cuba enfrentan sanciones y amenazas legales, generando una dependencia de fuentes de suministro irregulares y costosas. Esta situación hace que cualquier avería, mantenimiento programado o fluctuación en la disponibilidad de combustible pueda derivar en apagones a gran escala.

Sin embargo, reconocer estos factores externos no significa ignorar que existen problemas internos en la planificación y gestión del sector energético, que agravan la vulnerabilidad del sistema. El gobierno ha buscado alternativas para paliar la crisis, incluyendo el impulso de energías renovables, la reparación de infraestructuras obsoletas y la diversificación de proveedores de combustible. Pero la solución no es inmediata ni sencilla. La crisis energética en Cuba es un problema estructural que requiere inversiones sostenidas y estabilidad en el acceso a recursos, dos factores que el bloqueo intenta impedir precisamente para prolongar el descontento social.

Más allá del impacto material de los apagones, su efecto más profundo está en la dimensión psicológica y social. La frustración sostenida en el tiempo mina la cohesión social y debilita los lazos de confianza entre la ciudadanía y el Estado. En ese sentido, la guerra no convencional no solo se libra en el plano económico, sino en la percepción que la población tiene sobre su propio futuro. Las campañas de desinformación en redes sociales y la manipulación mediática buscan amplificar este malestar y dirigirlo exclusivamente contra el gobierno, ocultando el papel activo de la política exterior estadounidense en la crisis.

Esto no significa que la única respuesta sea la resistencia. Es fundamental que se refuercen estrategias para minimizar el impacto de la crisis en la vida de la población, mejorar la comunicación institucional sobre las causas y tiempos de recuperación del sistema eléctrico y buscar soluciones pragmáticas que permitan reducir la dependencia de tecnologías sujetas a sanciones. Cuba ha demostrado una capacidad extraordinaria para sortear adversidades, pero la resiliencia no puede ser la única estrategia a largo plazo. La apuesta debe ser por la soberanía energética, por la diversificación de fuentes y por una gestión más eficiente del sector, en un contexto donde cada apagón no solo es un fallo técnico, sino un episodio dentro de una guerra económica que busca desgastar el país desde dentro.

Opinión
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