Cuba por Siempre


El «Sueño Americano» fue durante mucho tiempo, apuntalado en la más despampanante propaganda, un “faro de esperanza” para millones de personas en todo el mundo. La promesa de una vida mejor, de oportunidades económicas llevó a generaciones de migrantes a Estados Unidos. Sin embargo, esta narrativa se ha transformado en una distopía que recuerda más a la novela de Suzanne Collins: “Los Juegos del Hambre”, que a la “tierra de las oportunidades».

Mientras miles de migrantes pobres enfrentan amenazas, persecución y deportaciones masivas, un selecto grupo de millonarios recibe invitaciones abiertas para comprar su entrada al país a través de la llamada «visa dorada». Esta doble moral expone las grietas de un sistema que proclama igualdad, pero que en la práctica favorece descaradamente a los privilegiados.

La pesadilla de los vulnerables

Para los migrantes que huyen de la violencia, la pobreza o la inestabilidad política, cruzar la frontera hacia Estados Unidos se ha convertido en una odisea cada vez más peligrosa. Las políticas migratorias recientes, especialmente bajo la administración de Donald Trump y su regreso al poder en 2025, han intensificado la hostilidad hacia estos grupos. Las amenazas de deportaciones masivas han creado un clima de miedo en comunidades enteras, donde familias que han vivido y trabajado en el país durante años enfrentan la incertidumbre de ser arrancadas de los hogares que han creado.

La retórica de Trump, que demoniza a los migrantes como «criminales» o «invasores», contrasta con la realidad: muchos de ellos realizan trabajos esenciales en sectores como la agricultura, la construcción y los servicios, literalmente sosteniendo la economía estadounidense. Sin embargo, su contribución es ignorada en favor de una narrativa que los convierte en chivos expiatorios de problemas más amplios, como el desempleo o la delincuencia, que tienen raíces mucho más complejas.

Las redadas de inmigración, el reforzamiento de la seguridad fronteriza y las promesas de construir “muros más altos” simbolizan un rechazo visceral a quienes buscan el “Sueño Americano” desde abajo. Para ellos, no hay alfombra roja ni promesas de bienvenida; solo un juego de supervivencia donde las probabilidades están deliberadamente apiladas en su contra.

La «visa dorada»: un boleto para los ricos

En un giro irónico, mientras las puertas se cierran para los más necesitados, Donald Trump y su administración han promovido activamente la inmigración de élite a través de programas como la visa EB-5, conocida coloquialmente como la «visa dorada». Este programa permite a inversionistas extranjeros obtener la residencia permanente en Estados Unidos a cambio de una inversión mínima de 800,000 dólares en proyectos que generen empleo. Para los multimillonarios internacionales, esta cantidad es una bagatela, un precio irrisorio por el privilegio de vivir en el país que dice defenderse de los «extranjeros indeseables».

Trump, un magnate inmobiliario cuya fortuna depende en parte de este tipo de inversiones, ha elogiado públicamente a estos «inmigrantes de calidad». En discursos y declaraciones, ha sugerido que Estados Unidos debería dar la bienvenida a quienes «traen riqueza y talento», ignorando convenientemente que muchos de estos millonarios provienen de los mismos países que él critica cuando se trata de migrantes pobres. Esta hipocresía no pasa desapercibida: un migrante de Centroamérica que arriesga su vida cruzando el desierto es una amenaza, pero un oligarca con una cuenta bancaria abultada es un activo.

La distopía del privilegio

Esta dicotomía refleja una transformación del Sueño Americano en algo más parecido a una competencia despiadada, donde solo los más ricos pueden comprar su lugar en la cima. En Los Juegos del Hambre, los tributos del Distrito 12 luchan por sobrevivir mientras los habitantes del Capitolio disfrutan de lujos sin fin. En Estados Unidos, los migrantes pobres son los tributos, enfrentándose a un sistema diseñado sobre la explotación, mientras los millonarios del «Capitolio global» son recibidos con los brazos abiertos.

La doble moral no termina en la política migratoria. Se extiende a la narrativa cultural: mientras los medios de derecha alimentan el miedo hacia los «ilegales», las élites económicas aplauden silenciosamente la llegada de capital extranjero. Es un juego de poder donde la ciudadanía estadounidense se ha convertido en una mercancía, disponible para quien pueda pagarla, mientras los que no tienen recursos son tratados como desechables.

¿Hacia dónde va el Sueño Americano?

El contraste entre la persecución de los migrantes vulnerables y la bienvenida a los millonarios pone en duda los valores fundacionales de Estados Unidos o por lo menos los que ha vendido la propaganda por décadas. ¿Es este un país que premia el esfuerzo y la resiliencia, o uno que simplemente vende su promesa al mejor postor? La respuesta se inclina hacia lo segundo. El Sueño Americano no es un ideal alcanzable para las masas, sino un lujo exclusivo para unos pocos.

A medida que el imperio se adentra en una crisis sistémica que amenaza con remover sus propios cimientos, el paralelismo con Los Juegos del Hambre se vuelve más y más evidente. La pregunta que queda es ¿cuánto tiempo puede sostenerse esta contradicción antes de que el sistema colapse bajo el peso de su propia hipocresía?.

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